La humanidad es la especie más exitosa de la Tierra, capaz de sobrevivir y prosperar en cualquier continente y hábitat del planeta. Sin embargo, está en peligro de extinción. ¿Cómo es eso? Nuestro propio éxito como especie ha propiciado que nos encontremos en una situación crítica, amenazados por peligros provocados por la actividad humana.
Dado que los “riesgos existenciales” son una amenaza para el ser humano como especie, el primer desafío es lograr aunar esfuerzos en una misma dirección (cualquiera que sea). Esto requiere políticas comprometidas por parte de los Estados nacionales y, luego, una determinación de coordinación para implementar los objetivos comunes por parte de todos esos Estados, tarea que no parece sencilla, sobre todo teniendo en cuenta que una guerra global es una de las amenazas que se ciernen sobre la especie humana.
Por otra parte, la pandemia de Covid ha demostrado que la humanidad puede responder de forma rápida, eficiente y unida.
Este es el primer desafío; luego está el problema de cómo enfrentar específicamente estos riesgos existenciales: para algunos de estos hay mucha información disponible (cambio climático), pero, en otros temas, los datos de que disponemos presentan muchas incógnitas (Inteligencia Artificial), lo cual dificulta trazar un curso de acción. Por último, está la cuestión de la viabilidad.
En muchos casos, las soluciones “compiten” con el mantenimiento del status quo, ya sea porque su implementación tiene un costo económico elevado o porque implican una reducción de la producción industrial, con la consiguiente pérdida económica y la incapacidad de satisfacer la demanda de esos productos que, en muchos casos, son vitales, lo que lleva a una situación en que la solución de un riesgo empeora otro.
Este es un punto importante: no se puede aislar una amenaza sin tomar en cuenta las demás, ya que estas se hallan interconectadas en una compleja red de interdependencia en la cual el denominador común es el ser humano.
En un mundo cada vez más globalizado, ninguna partícula del entramado de la civilización humana está separada de las demás.
La buena noticia es que líderes políticos, organizaciones privadas y científicos no están ociosos: numerosas agencias de las Naciones Unidas, departamentos de las principales universidades del mundo y agrupaciones de científicos llevan adelante investigaciones para asegurar un futuro que evite un cataclismo de dimensiones globales. En cada una de las siete amenazas reunidas en esta nota se mencionan algunos de estos desarrollos.
Su importancia es capital. Nada menos que la supervivencia de la humanidad está en juego.
1. Cambio climático
La quema de combustibles fósiles, además de contaminar el aire (ver más abajo), ha llevado a un aumento de la temperatura global, elevando el nivel de los océanos (lo que pone en peligro a las poblaciones costeras) y provocando desequilibrios climáticos extremos. En su mensaje de fin de año, el 30 de diciembre de 2024, António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, anunció que “los 10 años más calurosos de que se tenga registro han sido los últimos 10 años, incluido 2024”, que superó el récord que hasta el momento ocupaba 2023 como el año más caluroso de la historia.
“Esto es un colapso climático, en tiempo real. Debemos salir de este camino hacia la ruina, y no tenemos tiempo que perder”, completó Guterres. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), 3.600 millones de personas viven en zonas muy vulnerables al cambio climático. La solución es adoptar energías renovables (solar, eólica, hidráulica, geotérmica) de manera urgente.
El Acuerdo de París (2016), firmado por los países miembros de la ONU, busca evitar que la temperatura global suba más de 1,5 °C en el siglo XXI. Sin embargo, los objetivos todavía aparecen lejanos. Según la organización REN21 (Red de Política de Energía Renovable para el Siglo XXI), hasta 2021 solo seis países producían electricidad a partir de energías renovables: Costa Rica, Dinamarca, Islandia, Noruega, Paraguay y Uruguay.
Teniendo en cuenta que el 10 por ciento de la población con mayores recursos es responsable del 50 por ciento de la huella de carbono (que mide las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana), y que esta huella es correlativa con el consumo, está clara la importancia de lograr una mejor distribución global de recursos.
2. Polución
Los desechos industriales y otro tipo de desperdicios producidos desde la Segunda Revolución Industrial han provocado un enorme estrés en el suelo, el agua y el aire. Por ejemplo, se estima que en los océanos había, hace una década, casi 90 millones de toneladas de residuos plásticos (el total de plástico producido de 1950 a la fecha es de 6,3 mil millones de toneladas).
En diciembre de 2024 se realizó en Busán, Corea del Sur, la quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5), de la que participaron 177 países, con el objetivo de redactar un documento que encare esta crisis.

Sin embargo, el mayor peligro es la polución del aire. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la principal causa de enfermedad y muerte prematura en el mundo. Nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire con niveles de contaminantes superiores a las directrices de la OMS.
La contaminación del aire fue responsable de 8,1 millones de muertes a nivel mundial en 2021, convirtiéndose en el segundo factor de riesgo de muerte, según el informe State of Global Air 2024, dependiente del Health Effects Institute (HEI), una organización independiente estadounidense.
3. Pérdida de biodiversidad
La crisis ecológica es (junto con el cambio climático y la polución), la tercera pata de lo que la ONU llama la “triple crisis planetaria”, que engloba los principales problemas del medioambiente, necesariamente interrelacionados.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) la extracción de los recursos naturales de la Tierra se ha triplicado en las últimas cinco décadas.

La deforestación -sobre todo para la agricultura- es un factor de peso, ya que más de la mitad de la biodiversidad del planeta se concentra en los bosques tropicales.
En 15 años (de 2006 a 2021) el número de especies amenazadas en el listado de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) aumentó más del doble: de unas 16 mil a 37.400.
Debido a que más de la mitad del producto bruto global depende de la naturaleza, es necesario encontrar alternativas para aliviar el estrés sobre el planeta.
El Panorama de los Recursos Globales 2024, informe confeccionado por la UNEP, detalla seis acciones sugeridas para lograr un uso sostenible de los recursos:
1. Institucionalizar la gobernanza de los recursos y definir sus modos de uso.
2. Orientar las finanzas hacia el uso sostenible de los recursos.
3. Hacer del comercio un motor del uso sostenible de los recursos.
4. Generalizar opciones de consumo sostenible.
5. Crear soluciones y modelos de negocio circulares, eficientes en uso de recursos y de bajo impacto.
6. Lograr mejores sistemas de abastecimiento con uso intensivo de los recursos.
4. Inteligencia artificial
Mientras que buena parte de los riesgos existenciales se remontan a la Segunda Revolución Industrial, los peligros de la Inteligencia Artificial (IA) comenzaron a ser preocupantes recién en el siglo XXI.
Aunque por muchos años la ciencia ficción advirtió sobre un futuro en que “las máquinas” llevarían a la extinción de la especie humana, hay que decir que ese futuro apocalíptico se parece menos a la violencia explícita de Terminator o Matrix que a 2001: Odisea en el espacio, en donde una supercomputadora se independiza de los humanos y toma decisiones por su cuenta.

El temor puede resumirse en dos palabras: control y alineación. Una inteligencia artificial superpoderosa podría escapar al control humano (su comportamiento sería impredecible) y, en ese caso, sus objetivos bien podrían no alinearse con el bienestar de la humanidad.
En 2023, más de cien científicos expertos en IA firmaron una brevísima Declaración sobre el riesgo de la IA, que afirma: “Mitigar el riesgo de extinción de la IA debería ser una prioridad global junto con otros riesgos a escala social, como las pandemias y la guerra nuclear”.
El Informe de Riesgos Globales de 2024 del Foro Económico Mundial identificó la desinformación proveniente de la IA como la amenaza más severa en el corto plazo. En agosto de 2024 entró en vigencia en la Unión Europea la Ley de Inteligencia Artificial, la primera ley integral sobre IA del mundo, cuyo objetivo es mitigar sus riesgos para la seguridad de las naciones y los derechos de los ciudadanos.
5. Pandemias
La reciente pandemia de Covid-19 hizo palpable el riesgo de que la humanidad quede diezmada por la difusión global de enfermedades infecciosas. Aunque se contagió menos del 10 % de la población mundial, y de ese número murió solo el 10 %, si se miran los fríos números, según las más recientes estimaciones, se trata de más de 18 millones de muertes.
Si a esto se agrega la resistencia antimicrobiana -la capacidad de virus, bacterias y otros agentes microbianos de sobrevivir a los medicamentos-, la falta de higiene adecuada en amplios sectores del planeta y que la difusión de enfermedades infecciosas se acelera cada vez más en un mundo global interconectado casi al instante, la aparición de otra u otras pandemias es solo una cuestión de tiempo.

En agosto de 2024, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS declaró: “No sabemos si la próxima pandemia la causará un virus de la gripe como el A, otro coronavirus o una familia de virus que aún desconocemos. Pero lo que sí sabemos es que no esperará a que estemos listos”.
Debido a esto, la OMS ha promovido un acuerdo internacional para fortalecer la prevención, preparación y respuesta frente a las pandemias. Se espera que se apruebe durante 2025.
6. Guerra global
La invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 desempolvó los viejos fantasmas de una tercera guerra mundial. De hecho, se trata del mayor conflicto europeo desde la Segunda Guerra Mundial. A esto se agrega que tanto China como Estados Unidos se encuentran modernizando y ampliando su arsenal nuclear.
El potencial de la inteligencia artificial para, por ejemplo, crear armas biológicas (bioterrorismo) o realizar devastadores ataques a redes informáticas (guerra cibernética), solo genera más inquietud.

Además de conflictos de larga data (Israel-Palestina, India-Pakistán), las migraciones masivas y la lucha por recursos escasos (como el agua) son algunos potenciales detonantes de enfrentamientos bélicos que podrían desencadenar una guerra a gran escala.
La ONU y sus estados miembros enfrentan la difícil responsabilidad de desactivar esta amenaza.
En marzo de 2024, António Guterres, secretario general de la ONU, declaró que “las armas nucleares son las armas más destructivas jamás inventadas, capaces de eliminar la vida en la Tierra.
Hoy están creciendo en potencia, alcance y sigilo, y las tensiones geopolíticas y la desconfianza han aumentado el riesgo de guerra nuclear a su punto más alto en décadas”.
Guterres destacó seis puntos para lograr el desarme nuclear: diálogo; fin a la amenaza de utilizarlas; moratoria de ensayos nucleares; acciones de desarme; y un acuerdo entre los Estados en no ser el primero en usarlas.
7. Sobrepoblación
Muchos de los riesgos existenciales listados aquí provienen de un hecho incontestable: cada vez somos más. Esa superpoblación del planeta conduce a una sobreexplotación de recursos, con la consecuente pérdida de biodiversidad, excesiva polución y desechos y otros desajustes que han terminado de dar como resultado el calentamiento global.
La población mundial se triplicó desde 1950, hasta los 8.000 millones de habitantes, cifra alcanzada en noviembre de 2022. Según proyecciones de la ONU, para finales de siglo la población se estabilizará en casi 11.000 millones de personas.

En 2019, la Advertencia de científicos del mundo a la humanidad (firmada por más de 11.000 científicos) aseguraba que “el crecimiento económico y demográfico se encuentran entre los principales impulsores del aumento de las emisiones de CO2 derivadas de la quema de combustibles fósiles”.
Sin embargo, centrarse en limitar la tasa de natalidad sería una solución simplista. En 2022, un equipo de expertos liderado por la socióloga Eileen Crist, de Virginia Tech, redactó una Advertencia de científicos sobre la población, en donde se hacía “un llamamiento mundial para que las mujeres y los hombres tengan como máximo un hijo, y pedimos que se apliquen políticas de población que mejoren la educación de niñas y mujeres jóvenes y garanticen la disponibilidad de planificación familiar de alta calidad”.
En una línea similar, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU) enfoca la temática del aumento de la población desde la distribución equitativa de recursos, el acceso a la educación y el derecho a elegir, especialmente por parte de las mujeres: “En lugar de intentar reducir el número de personas en nuestro planeta, debemos centrarnos en inversiones en educación, atención sanitaria, energía limpia y asequible y trabajar más por la igualdad de género”.