No ha pasado ni un mes desde las elecciones y, en muchos aspectos, el vencedor, Friedrich Merz, ya ha transformado más Alemania que el todavía canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, en los tres años y medio de la última legislatura.
Sin ocupar todavía el cargo de canciller, el democristiano Merz ha impulsado un plan de endeudamiento masivo para invertir en defensa e infraestructuras y así ha puesto fin al dogma del déficit cero. Ha declarado la “independencia” respecto a Estados Unidos, una posición que hasta hace poco habría sonado a herejía para los alemanes. Ha abierto un diálogo con el presidente francés, Emmanuel Macron, para ampliar el paraguas nuclear de Francia ante la hipótesis de una retirada de Washington.
Todo esto ha sucedido a una velocidad de crucero, insólita para un país donde las decisiones de calado suelen forjarse en largas negociaciones y esforzados compromisos. Y esta es una de estas decisiones. Porque supone el abandono de la fe atlantista por parte del líder del más atlantista de los partidos alemanes, la CDU. Y la ruptura con la austeridad que esta formación abanderó hasta la misma campaña para las elecciones del 23 de febrero.
El cambio de rumbo lo ha impulsado Merz sin ni siquiera ser canciller, cosa que no sucederá, si se cumplen los plazos de la negociación de la coalición entre socialdemócratas y democristianos, hasta mediados o finales de abril. Lo ha hecho jugando al límite, pues ha sometido su plan de inversiones en infraestructuras, medio ambiente y defensa al Bundestag antiguo, y no al que acaba de salir de las recientes elecciones y que se constituirá a finales de mes. No quería esperar ni un minuto. En el viejo Parlamento tenía, con los socialdemócratas del SPD y Los Verdes, la mayoría de dos tercios para la reforma constitucional necesaria para el plan, que en el nuevo habrían podido bloquear la ultraderecha de AfD y los poscomunistas de La Izquierda. Este martes votará el Bundestag y el viernes, el Bundesrat, la cámara de las regiones.
“La traición”, tituló un editorial el diario conservador Die Welt tras anunciar Merz el fondo especial de 500.000 millones de euros para infraestructuras y la flexibilización del llamado freno a la deuda para aumentar el gasto militar. En la derecha se acusa a su líder de haber cedido fácilmente a las exigencias del SPD, y de haber renegado de sus principios: la austeridad y las cuentas equilibradas. Le acusan de hacer lo que él, representante del ala más conservadora, reprochaba a su rival en el partido, la excanciller Angela Merkel: caer bajo el influjo de socialdemócratas y ecologistas. Y, peor aún, de faltar a su propia palabra, y este no es un pecado menor en Alemania. En campaña, afirmaba que el freno a la deuda, anclado en la Constitución, ni se tocaba. Ahora hace lo contrario.
“Es un giro de 180 grados”, constata el economista keynesiano Gustav Horn, profesor den la Universidad de Duisburg-Essen y miembro del SPD. “Se ha demostrado que el freno a la deuda no era funcional y dañaba nuestra economía”.
“En su partido hay malestar, porque ha incumplido sus propias promesas”, resume Volker Resing, autor de la biografía Friedrich Merz. Sein Weg zur Macht (Su camino al poder). El problema, para los democristianos, no es tanto el gasto en defensa, que se justifica por la amenaza de Rusia y la posible pérdida de EE UU como potencia protectora. El problema es el endeudamiento para el fondo especial de infraestructuras y medio ambiente. “Invertir tanto sin decir dónde se podrá ahorrar… Esta no era la idea original de Merz”, dice Resing.
Merz alega que, ya en campaña, entreabrió la puerta a la reforma del freno a la deuda, aunque no fuese su opción preferida. En una entrevista este domingo en el diario Bild, añade que los “cambios dramáticos en la situación internacional” exigen “nuevas respuestas”.
Dos momentos
Dos momentos marcan el giro de Merz. El primero fue el discurso del vicepresidente de EE UU, J. D. Vance, ante la Conferencia de Seguridad de Múnich, el 14 de febrero, y su apoyo a la extrema derecha alemana en la campaña. En la misma noche electoral, el líder democristiano declaró: “Mi prioridad absoluta es reforzar Europa tan rápido como sea posible para que, paso a paso, alcancemos la independencia de Estados Unidos”. El segundo momento fue la humillación pública a la que Trump sometió en el Despacho Oval, el 28 de febrero, al presidente ucranio, Volodímir Zelenski. Cuatro días después, al presentar el plan de inversiones, Merz proclamó: “Vistas las amenazas para la libertad y la paz en nuestro continente, debemos aplicar a nuestra defensa el principio del whatever it takes.” Lo que haga falta, dijo con la expresión inglesa que, durante la crisis del euro, popularizó Mario Draghi, entonces presidente del Banco Central Europeo, para asegurar que haría todo lo necesario para evitar la ruptura de la unión monetaria.
“De acuerdo con los estándares de la política alemana, lo que ha hecho Merz es impresionante”, dice en Berlín Jeremy Shapiro, director de investigaciones en el laboratorio de ideas Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Pero añade: “Está claro que no es suficiente. Y, como sucede siempre con las iniciativas alemanas, es importante centrarse en cómo se pone en marcha, y en los detalles”.
Shapiro considera que los primeros pasos de Merz, al igual que la iniciativa de la UE para rearmarse, responden de hecho a un problema anterior a Trump: el del reparto de cargas entre aliados en la OTAN. Pero esta ya no es la cuestión, en la crisis actual. El problema ahora es “que EE UU ya no asumirá en modo alguno la responsabilidad por la seguridad Europa”, ha escrito el experto en un informe del ECFR. “Los europeos no puede limitarse a hacer más; deben hacerlo todo”. En este sentido, la iniciativa de Merz puede quedarse corta… Como se quedó corta la llamada Zeitenwende, el “cambio de era” que decretó el canciller Scholz tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, y que ya incluía un fondo especial de 100.000 millones de euros para gasto militar.
El plan de Merz debe superar los obstáculos del Bundestag y del Bundesrat. Después, negociar la coalición de Gobierno con los socialdemócratas. Una vez investido canciller, dispondrá de un arsenal financiero incomparable con el de otros países del entorno para modernizar las Fuerzas Armadas, reparar las infraestructuras, acelerar la transformación ecológica y relanzar una economía estancada desde 2019.
Por ahora, y en pocos días, Merz ha cambiado la posición de Alemania en Europa después de años de ausencia. Lo logra a su manera. Disparando primero y preguntando después. Y molestando. A los suyos: el desconcierto de algunos democristianos es monumental. Y a los demás: el desaire a Los Verdes, anunciando el pacto hace una semana sin consultarles, llegó a poner en peligro sus planes.
“Han pasado muchas cosas estos días, porque debían pasar muchas cosas”, comenta el economista Horn. “Cualquier otro candidato de la CDU habría hecho lo mismo, pero lo habría hecho de un modo más elegante”.
Resing, periodista en la revista Cicero, recuerda en su biografía de Merz que este fue “un mal estudiante… con fama de alborotador” y, según cómo, no ha cambiado. “Es como el alumno que alborota desde el fondo de la clase sin importarle lo que digan de él”, explica el biógrafo. “La cuestión es si esta cualidad le sirve para imponer su voluntad”.