cómo se vigilan los 14 volcanes más peligrosos del país

cómo se vigilan los 14 volcanes más peligrosos del país


María Clara Lamberti camina sobre un terreno caliente mientras un viento helado recorre su rostro. Es un lugar que conoce a la perfección, pero sabe que es cambiante. Avanza cubierta por un traje especial, casco, gafas protectoras y máscara antigas.

No hay un solo rasgo suyo distinguible; ni siquiera sus amigos más cercanos podrían reconocerla.

Podría parecer que está explorando un planeta lejano con una atmósfera llena de gases tóxicos y peligros ocultos bajo la superficie.

Sin embargo, está en la Argentina, en el volcán Copahue, en Neuquén. Ella es investigadora asistente de Conicet y una de las tantas especialistas argentinas que estudian los volcanes activos del país.

El grupo que vigila a los volcanes argentinos monitorea constantemente al borde del cinturón de fuego.

En Argentina hay 38 volcanes activos, de los cuales alrededor de 14 se consideran peligrosos para la población.

Por esta razón, profesionales de todo el país se dedican a monitorearlos constantemente. Quienes son y como trabajan los profesionales al borde del cinturón de fuego.

Desde adentro

“Nosotros medimos las aguas y las fumarolas (aberturas por las cuales ascienden gases). Analizamos la composición química de los fluidos y los gases. Dependiendo de los resultados, si encontramos una mayor proporción de un gas sobre otro, podemos saber si hay algún tipo de actividad”, dice Lamberti.

Los volcanes son estructuras geológicas fácilmente reconocibles, suelen tener la apariencia de montañas y están conectados con las capas más profundas de la Tierra, lo que permite la salida de magma. Sin embargo, no todos los volcanes son iguales, ni su actividad es necesariamente catastrófica.

Volcanes como los hawaianos, por ejemplo, tienen un tipo de lava menos viscosa, que al entrar en erupción fluye suavemente por las pendientes.

En contraste, volcanes como de la región andina expulsan lava ácida, cuya erupción libera mucha más energía. El célebre volcán Vesubio en Italia es un recordatorio de este tipo de volcanes.

Los datos que analiza Lamberti permiten prever posibles erupciones y los riesgos asociados. “Sin embargo, no es una ciencia exacta. Aunque obtenemos resultados precisos, a veces las erupciones no ocurren o lo hacen varios años después”, reflexiona.

María Clara forma parte del Grupo de Estudio y Seguimiento de Volcanes Activos en el Instituto de Estudios Andinos Don Pablo Groeber, dependiente de Conicet.

Dedicó seis años a su licenciatura en la Universidad de Buenos Aires, cinco al doctorado y tres al postdoctorado antes de poder postularse para ingresar como investigadora en Conicet.

Desde entonces, ha ascendido algunos de los volcanes más icónicos -y peligrosos- del país, desde la cordillera de los Andes hasta la Antártida.

Las jornadas del grupo son extensas porque sus integrantes deben realizar ascensos que duran horas. Las jornadas del grupo son extensas porque sus integrantes deben realizar ascensos que duran horas.

“Por ejemplo, en el Volcán Peteroa, en el límite con Chile, tenemos jornadas larguísimas”, explica la geóloga. “Caminamos 4 horas ascendiendo, bajamos al cráter, trabajamos 4 horas más y finalmente tenemos 3 horas de regreso. Así lo hacemos durante tres o cuatro días”.

Y añade que gran parte del éxito de la campaña radica en la planificación: “Si te olvidas un instrumento, es un día de trabajo perdido”.

Hasta 2012, podían acampar cerca de la cumbre, lo que optimizaba el tiempo de trabajo. Sin embargo, el retroceso de un glaciar, cambio climático de por medio, los dejó sin fuente de agua dulce para aprovisionarse. Ahora, el día incluye un largo camino de ida y vuelta.

“Siempre trabajamos en equipo, nunca solos, y en caso de emergencia sabemos las posibles vías de escape”, explica Clara. Y añade que llevan equipo de protección de pies a cabeza.

“Muchas veces tenés que evitar caminar sobre fango caliente. Si lo pisás, quema muchísimo”. También aclara que siempre llevan un botiquín bien armado y que nunca han tenido inconvenientes mayores.

En los últimos meses, las salidas a campo se realizan en conjunto con otras instituciones, ya que los fondos gubernamentales asignados para estos trabajos están congelados.

“También hubo migración de recursos humanos -comenta Lamberti con cierta inquietud-, gente muy capacitada que se fue al sector privado a trabajar de otra cosa, o partió al exterior”.

Más allá de la incertidumbre de estos tiempos, Maria Clara continúa trabajando en la planificación de los próximos ascensos.

Tierra ardiente

Aunque los volcanes suelen asociarse con grandes erupciones de material líquido y sólido, su verdadero potencial destructivo no radica en el magma o la lava, sino en los gases.

“Aunque a menudo se usan como sinónimos, el magma y la lava no son lo mismo”, explica el geólogo Alejandro Báez. “Tanto el magma como la lava son roca fundida: la diferencia es que lo denominamos magma cuando se encuentra en el interior de la tierra y lava, cuando es emitida por encima de la superficie de la tierra durante una erupción”, agrega el becario posdoctoral del Conicet.

“La lava, al fluir ladera abajo, suele ser más predecible ya que estará controlada por la topografía encausándose en los valles”, continúa Báez.

“En cambio, durante las erupciones explosivas, la columna eruptiva formada por una mezcla de material piroclástico y gases, eventualmente puede colapsar y descender por la ladera de forma mucho más fluida generando lo que se conoce como flujo piroclástico”, advierte.

Esta gran masa, mezcla de gases y sólidos, puede alcanzar velocidades superiores a los 100 kilómetros por hora.

El verdadero poder destructivo de un volcán, entonces, radica en una masa de gas y polvo a altísimas temperaturas que desciende rápidamente por la ladera.

La mayoría de las fatalidades acaecidas en la ciudad romana de Pompeya no fueron a causa de la lava, las rocas o la ceniza expulsada, sino por una densa nube ardiente que avanzó ladera abajo y arrasó con todo lo que encontró a su paso.

Báez -quien trabaja en el Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología (IIPG, Conicet-UNRN) en General Roca, Río Negro- explica que existen los llamados Supervolcanes: regiones de la Tierra asociadas a cámaras magmáticas de gran envergadura, es decir, enormes depósitos subterráneos de magma que no necesariamente están vinculados a un cono volcánico activo.

Miles de personas pueden estar caminando ahora mismo por inmensos volcanes subterráneos sin saberlo.

Un ejemplo es el Parque Nacional Yellowstone, donde este supervolcán se manifiesta a través de géiseres y fumarolas. Otro caso son los Campos Flégreos, en Nápoles, Italia, donde los antiguos romanos supieron aprovechar esta característica geológica para construir sus baños termales. En Argentina, la caldera del Cerro Galán, en Catamarca, es un claro ejemplo de este tipo de volcanes.

Sin embargo, lejos de ser solo una curiosidad, en geología estos fenómenos se estudian con extrema precaución. Yellowstone, por ejemplo, es uno de los lugares más monitoreados del planeta.

“La erupción de uno de estos supervolcanes podría generar cambios a nivel global”, advierte Báez.

De hecho, junto con la hipótesis del meteorito, se acepta que la extinción de los grandes dinosaurios estuvo asociada a una intensa actividad volcánica que provocó cambios climáticos a escala global.

A pesar de estos escenarios catastróficos, el geólogo lleva tranquilidad. “Si bien hay registros en el pasado de la historia de este tipo de erupción, no hay registros históricos de actividad en los supervolcanes, y además son lugares altamente monitoreados”, asegura.

Por otro lado, destaca que los volcanes no son solo agentes de destrucción: “La emisión de cenizas, en algunos casos, aporta nutrientes al suelo”, concluye Báez.

Además, la importancia de las erupciones volcánicas en los orígenes de la Tierra está ampliamente aceptada. La vida en el planeta, tal como la conocemos, comenzó gracias a los nutrientes que estos volcanes liberaban en la atmósfera y los océanos.

Volcanes en red

En junio de 2011, el volcán chileno Puyehue entró en erupción, lo que puso en alerta a toda la región y causó serios problemas logísticos, tanto en el acceso terrestre como aéreo.

Las campañas del grupo de seguimiento buscan monitorear a los 14 volcanes considerados peligrosos en el país. Las campañas del grupo de seguimiento buscan monitorear a los 14 volcanes considerados peligrosos en el país.

La ceniza alcanzó lugares tan distantes como Brasil e incluso el sur de Australia. Este evento afectó gravemente la economía de la Patagonia, especialmente los sectores del turismo y la ganadería.

Ante esta situación, el entonces existente Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva impulsó la creación de la Red de Organismos Científico-Técnicos para la Gestión del Riesgo de Desastres (Red GIRCyT).

La red está compuesta por diversas instituciones, entre las que se destacan las universidades nacionales, institutos del Conicet, el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR) y el Servicio Meteorológico Nacional, entre otras. Desde 2016, la Red se encarga de coordinar de manera eficiente y dinámica la información necesaria para la prevención y respuesta ante desastres naturales. Dentro del SEGEMAR, el Observatorio Argentino de Vigilancia Volcánica se ocupa específicamente del monitoreo de los volcanes activos.

Una red de profesionales que está vigilando constantemente la geología argentina.

María Clara baja del Copahue y se instala en Caviahue. Al volver a Buenos Aires evaluará los datos, publicará informes, compartirá su trabajo con la comunidad.

Sabe que en unos meses volverá a subir el volcán, que será el mismo y a su vez será diferente. Sabe que el próximo ascenso puede prevenir una catástrofe.