En su nuevo libro, Medianenas & milhombres, publicado por Anagrama, Eloy Fernández Porta ofrece una exploración incisiva y ácida de las masculinidades en la cultura contemporánea. Desde los arquetipos más tradicionales hasta las manifestaciones más recientes, el autor examina cómo los hombres intentan (y muchas veces fallan) en reinventarse dentro de una sociedad que pone en crisis las ideas de género.
El texto aborda temas como el poder normativo, la ansiedad masculina, y los discursos culturales en el arte, la música, el cómic y la publicidad, siempre con un enfoque que combina humor y profundidad crítica.
Hoy, los debates sobre género y cultura se tornan más urgentes; y en este sentido Medianenas & milhombres se convierte en una herramienta clave para comprender cómo los hombres lidian con su identidad en una época marcada por la contrarreforma sexual y la presión cultural.
Fernández Porta deconstruye los estereotipos masculinos, además de lanzar una mirada provocadora sobre cómo la sociedad en su conjunto perpetúa (y desafía) estas ideas.
En cuanto inicia la videollamada, el autor aguarda del otro lado de la pantalla. En sus ojos se vislumbra a un hombre curioso. Durante la hora que dura la conversación, se muestra abierto a la escucha y al deseo de intercambiar ideas. Y así, motivado por las distintas preguntas, el autor relata para Clarín de qué se trata esta serie de ensayos tan peculiares.
–¿Qué te inspiró a explorar las masculinidades en la cultura contemporánea?
–Es un libro que surge de textos elaborados a lo largo del tiempo, a partir de entrevistas, artículos de periódicos y catálogos de arte. Una de las cosas que me inspira es observar cómo se ejerce el género en distintos contextos: qué textos o músicas se suavizan, qué aspectos se asumen como naturales. El trabajo en el ámbito del arte ha sido particularmente relevante, ya que es un espacio donde estas cuestiones se plantean de forma más constante y visible.
–¿Cómo creés que la representación de los hombres en la cultura popular ha evolucionado en los últimos años?
–Ha habido transformaciones en diversas direcciones. Por ejemplo, han comenzado a aparecer representaciones de hombres neurodivergentes. Una película inglesa que me impactó es Surge, de Aneil Karia, que narra la historia de un empleado de un aeropuerto en Londres que, bajo una enorme presión, colapsa emocionalmente. Por otro lado, se ha cuestionado la decadencia de figuras tradicionales de géneros muy masculinizados, como el western, el detective o el policía. Estas figuras ahora se revisan con una mirada más autocrítica. En el caso del western, esto no es nuevo: siempre lo considero un género crepuscular, porque incluso las películas clásicas describen un mundo que se está acabando.
–¿Qué impacto esperás que tenga tu libro en el debate sobre género y cultura?
–Quise escribir un texto sobre masculinidades que no fuera sobrio ni solemne, como suele ser el caso en este tipo de debates. No quería regañar al lector ni ofrecer un programa de vida para construir al “hombre renovado y superado”. Este libro tiene humor; me divertí mucho escribiéndolo. Por ejemplo, narro una situación de una serie de TV donde un personaje, en plena cirugía de cambio de sexo, tiene dudas repentinas. Es un tema serio, pero también admite enfoques cómicos. En cuanto a mis influencias, me impactó mucho El fin del sexo y otras mentiras de María Moreno. Fue el primer libro que leí que abordaba cuestiones de género con humor y sátira. Desde entonces, siempre quise hacer algo en esa línea. Este libro busca intervenir en un momento de recesión y contrarreforma sexual.
Me impactó mucho El fin del sexo y otras mentiras de María Moreno. Fue el primer libro que leí que abordaba cuestiones de género con humor y sátira.
–¿Creés que el punk y otros movimientos “rebeldes” lograron romper con los paradigmas de género o solo los reformularon?
–Diría que no. Yo crecí con el hardcore punk a mediados de los 80, un subgénero más politizado que el punk primitivo, con discursos ecologistas, contraculturales y anarquistas. Sin embargo, al revisar la música que escuchaba en mi adolescencia, los roles de género tradicionales seguían presentes. Kathleen Hanna, de Bikini Kill, lo explicaba muy bien: de adolescente, quería participar en los pogos en casa de sus amigos, pero no se atrevía porque era la única mujer. Al final, no solo lo hizo, sino que creó su propio espacio y abrió camino para otras mujeres en el punk. Aun así, el punk enfrenta el mismo problema que la izquierda en general: como hay buenas intenciones, se da por hecho que la justicia de género llegará por inercia. Cuando yo crecí en entornos comunistas, no se declaraban feministas porque creían que, tras la revolución, las desigualdades de género desaparecerían automáticamente.
–¿La “presión cultural” que mencionás en el libro está generando cambios profundos o sigue siendo más superficial?
–Creo que ayuda. Lo noto en mis estudiantes de 18 años, quienes tienen otra sensibilidad. Hace poco, una socióloga de la Universidad Complutense, Amparo Lasén, me contaba cómo sus padres conservadores han empezado a comprender la cuestión trans tras ver episodios de First Dates. Ese contacto habitual con personas trans en situaciones cotidianas genera un conocimiento que de otro modo habría sido difícil. Sin ser purista, confío en la capacidad de los medios para promover renovaciones culturales.
–¿Qué trabajos o formatos actuales destacarías por introducir estos cambios?
–Francesc Ruiz es un artista queer que reinterpreta y deconstruye cómics italianos con resultados asombrosos. Otro ejemplo es La higiene sexual del soltero, de Enzo Maqueira, un libro que aborda, con humor, temas profundos como las relaciones paterno-filiales y cómo la sexualidad se transmite de padres a hijos como un “regalo envenenado”.
–¿Cuándo creés que surgió el cambio de paradigma que permitió las transformaciones más profundas?
–Mi interés por el tema nació durante la tercera ola del feminismo, cuando estas discusiones estaban confinadas a ámbitos académicos, con figuras como Judith Butler y la teoría queer. Todo cambió con el Me Too, que marcó un giro explosivo y transversal. En Cataluña, por ejemplo, surgió un Me Too específico para periodistas, revelando situaciones de acoso sistémico desde el inicio de sus carreras. Estos movimientos han generado mapas de precariedad laboral y abuso que no podemos ignorar.

–¿Por qué el título Medianenas & milhombres?
–Es un lema que uso desde 2010 para proyectos relacionados con el tema, como listas de Spotify y exposiciones. Representa dos extremos de lo masculino: el “medianena” es el débil, el friki, el que no cumple con el ideal masculino. El “milhombres” es el estereotipo de virilidad exacerbada, como los culturistas que mueren jóvenes por el abuso de esteroides. Creo que los hombres intentamos encontrar un equilibrio entre esos extremos, pero ese punto intermedio no existe. Esa búsqueda es una fuente constante de ansiedad.
–¿Qué papel juegan la clase y la corporalidad en las nuevas masculinidades?
–La clase alta tiene más recursos simbólicos para afirmar su masculinidad: los CEOs y directores de empresas no necesitan demostrarla de manera física, porque su relación con el capital ya es percibida como una forma de triunfo. En cambio, las clases trabajadoras deben reafirmar constantemente su masculinidad. Los gimnasios en España, por ejemplo, son un laboratorio de género, con una obsesión por el cuerpo que proviene de ideales neoclásicos y cristianos que asocian músculo con virtud. Además, los reality shows como First Dates o Gran Hermano exponen a estas personas a una presión mediática constante, mucho más intensa que los condicionamientos tradicionales.
–¿Cómo te impactan personalmente estos cambios?
–Me llevaron a explorar la escritura autobiográfica. En Los brotes negros cuento mi experiencia con la ansiedad, mostrando la precariedad económica y emocional de un hombre en el contexto actual. Este proceso también lo vivo como un aprendizaje continuo y una responsabilidad moral. Muchas áreas de conocimiento, como la ciencia ficción, han sido injustamente privatizadas por los hombres. Es crucial democratizarlas y hacerlas accesibles para todos los géneros.
–¿Qué parte disfrutaste más al escribir este libro?
–Me encantó trabajar la parte de los cómics. Es un ámbito históricamente masculino y friki, cargado de sexismo. Pero precisamente porque era un espacio “de hombres”, se generaron críticas a la masculinidad con una fuerza inusual. Fue muy enriquecedor explorar ese terreno.
Eloy Fernández Porta básico
- Nació en Barcelona, en 1974 y es doctor en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra, donde obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado.
- Autor de trece libros, su obra ha sido descrita por Christine Henseler como “crítica mutante cuyas ideas se metamorfosean en estilo y forma narrativas”. Afterpop, Homo Sampler, €RO$ (ganador del Premio Anagrama de Ensayo), Emociónese así (Premi Ciutat de Barcelona), En la confidencia, Las aventuras de Genitalia y Normativa, Los brotes negros y, en catalán, L’art de fer-ne un gra massa son algunos de sus libros.
- Pionero en formas expandidas de teoría, Fernández Porta ha llevado sus textos al spoken word en colaboraciones como Afterpop Fernández & Fernández (junto a Agustín Fernández Mallo) y Mainstream (con Jose Roselló).
- También creó el monólogo teatral Granito del Nuevo Mundo. Sus ensayos han sido adaptados a otros lenguajes artísticos, como el cómic (con Carlos Maiques y Marcos Prior) y la videocreación (con Carles Congost y Natxo Medina). Su obra ha sido traducida al inglés, francés y portugués.
Medianenas & milhombres, de Eloy Fernández Porta (Anagrama).