“Tengo conexión con China Zorrilla”

“Tengo conexión con China Zorrilla”


Sonríe, Solita. Después de un poco de tempestad y algunos nubarrones en su existir, vuelve a disfrutar y a sentirse agradecida. Sesenta años de carrera para Soledad Silveyra, que inició con apenas doce por las necesidades económicas que había en la familia, y hoy florece con la obra ¿Quién es quién?, junto a Luis Brandoni, en el Teatro Liceo, con localidades agotadas cada función.

En el camino reciente tuvo algunos tropiezos teatrales que la hicieron reflexionar y de los que asegura que la ayudaron para su aprendizaje, convive con el dolor real de la neuralgia de Arnold y el ACV que se le apareció en plena pandemia la preocupó mucho.

Y ahí está ella, de pie, mirando el horizonte con optimismo. Siempre observando la realidad con agudeza, salpica con algunas miradas la situación del país.

Me conecto con todo. Soy una mina que conecta pero no sé meditar. Me vuelvo loca.

Y sí, Solita se enamoró varias veces, se divorció, perdió a su mamá en una muerte violenta, se hizo cargo de su hermano menor que falleció luego muy joven, vivió con apenas un año la separación de sus padres y es madre de dos hijos que le siguen dando mucha satisfacción.

Marca registrada desde los años setenta, es Solita a secas, no hay otra. La misma de Rolando Rivas, taxista, Pobre diabla y Campeones de la vida. La de “adelante mis valientes” de Gran Hermano y que también supo animarse a un ciclo periodístico, Un tiempo después, entre tanta televisión, teatro y cine.

“Estoy feliz, preparándome para ir al teatro que es un regalazo enorme de la vida -señala de entrada, y medita un segundo-. Saber apreciar esos momentos habiendo tanto compatriota mal, uno es un privilegiado y es para agradecer.”

-¿Cómo es ese agradecimiento a la vida?

-(Piensa) Mirá… yo estaba en una crisis creativa a principios del año pasado. Y dije: “Bueno, claro, laburo hace sesenta años, yo no soy actriz por vocación, lo fui por necesidad”. Iba a hacer terapia y pensé: “Llegó la hora de retirarme”. Pero no tenía los ahorros suficientes como para dejar de trabajar y mantener mínimamente lo que tengo. No sabía qué hacer. Y ahí me apareció la China Zorrilla, porque tengo comunicación con ella, y me indicó que fuera a ver a un crítico de arte y pintor maravilloso a Miami. Eso hice y me ayudó muchísimo.

Soledad Silveyra y Claudio Garcia Satur en “Rolando Rivas, taxista”.

-¿Tenés una conexión espiritual con China?

-Siempre la tengo. La China una vez me dijo que una actriz es el repertorio que elige y tiene mucha razón. Y yo me venía equivocando un poco con lo que elegía. Y bueno, acá gracias a Dios la vi, me iluminé, lo tengo a Beto (Brandoni), llenamos todos los días. Es una recuperación económica también, porque dos años sin laburar, o con dos fracasos, aunque es una palabra que a muchos no les gusta y a mí me parece tan válida… Porque se aprende más con el fracaso que con el éxito. Sale caro, justo me agarró que asumió el presidente y vino todo ese “no hay plata”.

-¿Tuviste que acomodar tu vida a esta economía?

-No, yo no soy gastadora, no se alteró nada. Yo sigo viviendo donde vivo, pagando la fortuna de expensas que pago. Hubo un daño psicológico, no sé si tanto… Pero sí hubo un problema espiritual, te diría.

-Bueno, el fracaso te lo hace ver. Desde que no estás eligiendo bien tu repertorio, tus autores, o tus directores, o tus compañeros, a darme cuenta de que todo depende de uno también. Uno es muy responsable de lo que le pasa, muy responsable. Tiene que ver con el espíritu, con las ganas, con el no darse por vencido. Yo estuve a punto de no querer laburar más.

-¿Llevaste este tema de no querer trabajar al espacio terapéutico que estabas por empezar?

-Al final no fui. Viajé a Miami y la pasé brutal. Mi terapia fue Sebastián (Spreng), el artista del que hablaba.

El año pasado estaba en una crisis creativa y ahí me apareció China Zorrilla. Tengo una conexión con ella.

-¿Hiciste terapia en tu vida?

-Sí, claro. Fue por fracasos amorosos, como hacer un duelo de un amor perdido. Y fijate: yo empiezo a trabajar a los doce años, luego me caso a los dieciocho… O sea que te imaginás que hice todo muy rápido, y eso me valió en un momento tener a un gran psicoanalista y con él estuve varios años. La mayor conclusión es que no tener padre me marcó. Su ausencia me limitó con el varón, con el vínculo con mis hijos, con todo.

-¿Hubo parejas que sentiste que fueron padres quizás?

-(David) Viñas… Pero te diría que tampoco era un padre, porque era un atorrante maravilloso (sonríe). Pero en general los hombres me enseñaron mucho y les estoy profundamente agradecida. Siento que todos me cultivaron, me ayudaron a crecer, aprendí historia, literatura y política argentina (sonríe), hice varios cursos.

-Decís que los hombres te ayudaron a crecer y vos, además, creciste muy rápido por tu historia de vida…

-Crecí muy rápido, la vida me hizo crecer rápido. Y me la banqué. Yo creo que es uno de los mayores orgullos que tengo, ¿no? Que siempre me la banco. Venga como venga, me la banco, enfrento lo que aparezca.

Soledad Silveyra y Luis Brandoni en la obra ¿Quién es quién? Soledad Silveyra y Luis Brandoni en la obra ¿Quién es quién?

-¿Tenés mucha fortaleza?

-Sí. Tengo una fortaleza emocional fuerte. Soy una mujer fuerte, aunque parezca todo lo contrario (ríe). Pero tengo una mezcla de ángel y demonio. Me lo dicen.

-Hablabas que creciste muy rápido, de esa niña adulta que tuvo que salir a trabajar tan chica, casarse casi adolescente… ¿Cómo fue para vos saltearte pasos?

-Salteé un montón de pasos. No sé lo que es ir a una fiesta un sábado a la noche de adolescente, por ejemplo. Yo a los doce empecé a trabajar por necesidad. Y de ahí en más no paré de laburar ¿viste? Entonces yo me decía, bueno, debe ser que “te cansaste Solita, te cansaste”.

-¿Te referís a esta sensación que tuviste de que todo se terminaba, que te retirabas?

-Sí. Es que en ese momento terminaba. No había nada que me motivara hasta que me fui a Miami y me fue muy bien. Y volví, llegué, me encontré con esta obra con Brandoni y recuperé mis ganas.

Soy una vocera de la eutanasia. No le tengo miedo a la muerte.

-¿Sos de conectarte interiormente, de estar en conexión con vos?

-No. No sé meditar, mi cabeza no para. Soy un desastre.

-Sin embargo te conectás con China Zorrilla…

-Ah, sí, me conecto, me conecto con todo, soy una mina que conecta pero no sé meditar, me vuelvo loca (ríe). No puedo creer que no pare mi cabeza. De todas maneras, yo estoy conectada conmigo a través de mis pensamientos, de lo que siento, fundamentalmente. Para mí, el sentir es lo más importante del ser humano. Bueno, por algo también soy actriz, tal vez sin quererlo, pero bueno. El observar al otro, estar atento.

-¿Te podés despojar de la actriz reconocida que sos y ser solo persona?

-Viene alguien que no te conoce y te pregunta ¿quién sos? ¿Qué le respondés?

-Soy una actriz argentina que trabajó en su país. Soy muy conversadora en los taxis, pregunto todo, soy muy curiosa. Por eso me gustó hacer programas periodísticos. De hecho, pensaba que tendría que volver… ¡Porque hay tanto para decir, pero es tan difícil hablar en este momento, tan difícil, tan difícil! Volver, no sé si de curiosa, pero sí como una manera de tomar algún rol, algo que ayude a la sociedad, ¿no? A reflexionar mínimamente, un granito de arena.

Soledad Silveyra cuando condujo Gran Hermano. Soledad Silveyra cuando condujo Gran Hermano.

-¿Como una idea de despertar conciencias?

-Sí, pero viste que suena muy agrandado eso, ¿no? Hablo, sí, de reflexionar, de poder conversar, de lo que significa la conversación. Y hoy parece imposible (nace una pausa). Pensaba que si hay algo fundamental en la vida es que hay que tener tiempo. Tiempo para amar, para recordar, tiempo para hacer amigos y para estar atento a la educación de tus hijos. Yo creo que el tiempo es fundamental.

¿Te queda algo por hacer que necesites más tiempo?

-Siempre necesito tiempo, no me alcanza. No puedo pedir nada porque si pido algo soy una egoísta. No, más que tiempo, es plata. Quisiera hacer un viaje con toda mi familia (hace silencio unos segundos). Soy una vocera de la eutanasia. No le tengo nada de miedo a la muerte. No puedo creer que los hijos se empeñen y sufran con este bendito Alzheimer que ataca como locos a los padres de mis amigos. Verlos desesperados ya sin saber qué hacer, los lugares son carísimos. Hay gente muy intelectual y de golpe verlos reducidos a la nada y yo no quiero pasar por eso. Entonces estuve averiguando. Los otros días una amiga me dijo que por quince mil dólares te dan la inyección en Suiza. Dije, bueno, compro los pasajes a mis hijos y a eso llego. Y no puedo entender que no sea legal la calidad del morir que yo quiero tener.

-¿Estás enfocada en el buen morir?

-Claro, el morir con una sonrisa. Hay una película maravillosa que se llama Las invasiones bárbaras y trata de un grupo de profesores, un grupo de amigos, y uno tiene cáncer y de a poquito cada uno se va acercando a él y le van inyectando más morfina. ¿Viste la última de Almodóvar? Es un placer de la vida. Así quiero morir yo. Quisiera que se legisle sobre la eutanasia en mi país, sería la primera en colaborar.

Yo agarro la vida por los cuernos. Soy una buena torera, no le escapo a nada.

-¿Sentís que estás preparada para la muerte?

-Absolutamente. Estoy preparada, sí. Lo único que quisiera es conocer a mi bisnieto, porque mi hijo mayor se casó grande. Pero bueno, mi nieta mayor tiene 16 años, así que tengo pocas posibilidades (ríe).

-¿Tendrá que ver que además te sentís muy satisfecha de haber hecho mucho en tu vida desde muy pequeña?

-No sé, creo que… hay momentos en que uno se cansa y después recobra fuerzas y… Yo me asusté porque, bueno, ya a mi edad, tener una situación así, que tampoco fue grave. Yo soy muy exagerada. Me refiero a cuando estaba pensando en dejar de trabajar. Y dije, bueno, me dedico a hacer talleres, y después me di cuenta de que no. Cuando leí la obra y Brandoni me dijo que sí, me apasioné.

-Ahí en verdad estabas más cerca de la muerte de la actriz…

-Claro, claro. Me había cansado. Me iba a jubilar de la profesión.

China Zorrilla y Soledad Silveyra en Dios los cría. China Zorrilla y Soledad Silveyra en Dios los cría.

Dante comenzaba la Divina comedia diciendo: “A mitad del camino de la vida…”. En relación a lo que recién contabas, ¿dónde te sentís que estás?

-Yo estoy muy reflexiva con la muerte, aceptando el paso del tiempo. Creo que me quedan quince años de vida y quiero vivirlos plenamente, dando amor, solucionando, ayudando. Ese poquito que me queda… El tiempo, como decía, es poco (medita). Y dejar de trabajar no puedo porque tengo que seguir facturando y no me alcanza la plata para esos quince años que pretendo vivir. Y con José (José Luis Vázquez, su pareja) la paso muy bien, está en Brasil, es una gran ventaja, eso de verse cada tanto está muy bueno. Él se enoja, pero yo no sé si hay enamoramiento; podría vivir sin él, pero hay un gran compañerismo, lo extraño, tengo ganas de estar con él. Pero… ¿enamorada? Es una palabra que me queda grande o chica.

-¿En qué momentos de tu vida te sentiste más enamorada?

(Se queda pensando) Enamorada de la gente en el teatro, de mis nietos… Y he sido muy posesiva con los hombres, pero me curé. Era insoportablemente celosa, un desastre. Por eso no digo que ahora estoy enamorada.

El ego no fue un problema para mí. No tengo miserias así.

Salí corriendo de algún amor tóxico, de alguien que me hizo daño… Estás insegura todo el tiempo y seguís y seguís y… ¿para qué? Eso se le debo a un terapeuta que me ayudó muchísimo. Cómo desenfermarme de esto que siento, ¿no?

-Acá volvés a mencionar tu paso por un espacio terapéutico, lo cual confirma esta idea de tu interés de estar conectada con vos ¿verdad?

-Claro. Está bueno que los actores tengamos esto.

-El ego ya está dominado, nunca fue un problema. Gracias a Dios, lo aprendí de jovencita con Rolando Rivas. Me dije: “No me la creo porque acá hay que pagar todos los días”. El ego no fue un problema para mí. No tengo miserias así.

Soledad Silveyra dice que ya en la época de "Rolando Rivas, taxista" aprendió a dominar el ego. Soledad Silveyra dice que ya en la época de “Rolando Rivas, taxista” aprendió a dominar el ego.

-¿Alguna vez te creíste un personaje?

-Me dicen que soy un personaje por lo olvidadiza pero no… Soy una persona auténtica, motivo por el que algunas personas me quieren. No me refiero al pueblo, pero me siento querida. Me siento cuidada por la gente. Salgo a caminar por el barrio con mis rulos, soy lo anti diva, soy normal como cualquier otro. No puedo entender esto de producirse diez horas y usar varias carteras, me parece de una banalidad absoluta.

-¿Le encontraste el sentido a la vida?

Yo agarro la vida por los cuernos, soy una buena torera, no le escapo a nada. Si tengo un problema lo converso, no le escapo a los conflictos. Honro la vida.

-Retomando aquello que decías que pensabas en dejar la profesión. ¿Qué más te cansa?

-Me cansa la grieta, me cansa este país, que nos cuesta tanto a todos. La política que se repite. Siento que los argentinos tenemos una aceptación de todo que es excesiva. Me vuelve loca que no se pueda conversar. Vos pensás de una manera, yo pienso de otra…

He sido muy posesiva con los hombres, pero me curé. Era insoportablemente celosa.

-¿El trabajar ahora con Luis Brandoni no es también un modo de simbólicamente cerrar esa grieta?

-No sé si colocarlo ahí. A Beto tal vez lo involucran más en la política que a mí porque, bueno, ha sido diputado de la Nación, aunque yo también he sido candidata a diputada (ríe a carcajadas). Ay, Dios, qué locura. Y por suerte no llegué porque entré con la condición de estar en el séptimo lugar. En aquella oportunidad me llamó (Alfredo) Bravo cuando con el ARI estaba Lilita, con su vestido negro y su cruz. Me dice: “Solita, se nos bajó alguien, necesitamos que nos salves”. Y yo pensé que era una solicitada, nada más. Hice seis mil kilómetros con Carrió, aprendí mucho y la pasé bien también. Carrió se me aburguesó (ríe), se puso mucho color, mucho aro.

¿Te quedó una cuenta pendiente con la política después de esa experiencia en el 2001?

-No, no quiero saber nada con la política. Me cansaron. Consiguieron noquearme, no opino más de política, yo trabajo para todos los públicos. Desgraciadamente, me convencieron que hablar de política no es conveniente para un actor. Beto es uno de los pocos actores que hace política y no sale dañado. Tiene algunos golpes, por supuesto. En cambio hay algunos actores del otro lado, que sí han pagado duro su militancia. (Piensa) Pero no quiero dar nombres.

-En un futuro muy lejano, de más de quince años como dijiste. ¿Cómo te gustaría que te recuerden?

-¿Vos creés que llego a esos quince años? (Piensa) Que me recuerden… No pienso mucho en eso, no le doy mucha trascendencia. El público se acordará de esos ojos chinos y de una mina que vive la vida normalmente. Pero yo funciono mejor con la crítica que con el halago. Si me elogiás mucho, no te creo. Decime todos los defectos y voy a saber tomar algunos.

-Sí, absolutamente. He pasado por situaciones muy traumáticas que preferiría no mencionar y siempre intenté salir. Hay cicatrices, pero están cerradas, ya no son heridas. Veo los puntitos que quedaron y me digo: “A seguir”.

Agradecimiento: Novotel Buenos Aires, Avenida Corrientes 1334. CABA.