Al “Turco Julián” lo traicionó la confianza en 1990 y detalló, en una entrevista televisiva, cómo torturó gente durante la última dictadura, que el destino final de les secuestrades eran los vuelos de la muerte y que el plan era “matar a todo el mundo”. “Lo volvería a hacer”, reconoció entonces, cuando creía que la impunidad que lo protegía por aquellos tiempos duraría para siempre. Una década después, el policía retirado Julio Simón, uno de los torturadores más temibles del circuito represivo ABO, se convirtió en el primer condenado por crímenes de lesa humanidad luego de que las leyes de Punto Final y Obediencia debida fueran declaradas nulas por el Congreso nacional e inconstitucionales por la Corte Suprema. Esta mañana murió, a los 82 años, preso en la cárcel vip de Campo de Mayo. Había intentado, sin éxito, obtener la prisión domiciliaria. Nunca se arrepintió del horror del que fue capaz. Tampoco aportó información sobre el paradero de bebés nacidos en los centros clandestinos que recorrió como represor y que fueron arrebatados a sus mamás y familias biológicas.
“Murió un símbolo de la impunidad y de los alcances de nuestra incansable lucha por la memoria, la verdad y la justicia”, destacó Miguel D’agostino esta tarde, cuando la noticia sobre la muerte del represor que lo torturó salvajemente a modo de bienvenida en el centro clandestino conocido como “Club Atlético” fue confirmada.
Julio Héctor Simón, policía federal de carrera, fue jefe de guardia de ese campo de concentración, una de las piezas del circuito represivo que conformó con “El Banco” y “El Olimpo”, que tuvo como fuerza asesina a la Federal y que tuvo su germen en la Superintendencia de Seguridad Federal, lo que en la militancia se conocía como “Coordinación”, y en donde también se mantuvo gente cautiva de manera clandestina y se la torturó. “Murió cumpliendo una condena en la cárcel, como corresponde a todos los genocidas”, completó D’Agostino.
Dio sus primeros pasos en “Coordinación”. De allí se fue cuando una bomba, que Montoneros se autoadjudicó en un comunicado, explotó en el sector de comedor de ese edificio, en julio de 1976. Cuando aterrizó como guardia del Atlético, doblegaba en edad a la mayoría de de los hombres y mujeres encerrados en el sótano del edificio de tres plantas, ubicado en Paseo Colón entre San Juan y Cochabamba que pertenecía al Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Federal, y era mayor a los otros guardias. “Tal vez por eso lo respetaban más allá del rango”, sospechó D’agostino. Tendría, entonces, unos 37 años.
“Era imposible no saber que el Turco andaba por ahí. Por su voz, por su impronta, era omnipresente”, recordó D’agostino, sobreviviente del Atlético y voz fundamental para la reconstrucción de la represión en ese campo de concentración. Hincha de Boca, usual conversador con sus víctimas, “estaba constantemente allí, iba voluntariamente más allá de los días que le tocaba de guardia”, sumó, además de detallar que “los golpes de puño, con palos, con cadenas” eran “el método de tortura preferido” del genocida; que “ostentaba su ideología nazi” y que muchos secuestrados padecieron especialmente su ideología antisemita”. Sobrevivientes contaron como empaló víctimas en la tortura, ha sido acusado de abuso sexual y violación.
El karma
Simón gustó de pavonear la libertad de la que gozó gracias a las leyes de impunidad. No solo habló en 1995 ante Telenoche Investiga. En 1997, aunque sin mostrar la cara, se sentó y dejó entrevistar por Mauro Viale. “Insultaba, amenazaba, provocaba, se burlaba del dolor nuestro”, destacó Silvia Fontana, cuya hermana, que parió en ese centro clandestino a su hijo y nieto restituido Alejandro Sandoval Fontana, fue víctima de Simón.
Hasta principios los años 2000, cuando su nombre integró una resolución en la que el fiscal Gabriel Cavallo, dictaminaba la invalidez de las leyes de impunidad para investigarlo y juzgarlo por el secuestro de José Poblete y Gertrudis Hlaczik y la sustracción, apropiación y ocultamiento de Claudia, la hijita de ambos. Los tres habían sido secuestrados en noviembre de 1978 y llevados a El Olimpo. La pareja está desaparecida; a Claudia la entregaron al matrimonio del militar Ceferino Landa y Mercedes Moreira.
En 2001, la pareja Landa-Moreira fue condenada por la apropiación de Claudia. Pero la querella fue por más, en plena impunidad. El Centro de Estudios Legales y Sociales y la abuela paterna de Claudia, Buscarita Roa presentaron una denuncia contra Simón y la banda de circuito ABO –otros diez militares y policías– que intervinieron en el secuestro y las torturas a Poblete y Hlaczik y la apropiación de la beba. Esa querella fue el germen de la causa sobre la que la Corte Suprema, en 2005, declaró la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad. En combinación con la nulidad de las leyes dictada dos años antes por el Congreso Nacional, el “Fallo Simón” comenzó a hacer historia y, al año siguiente, el genocida recibió su primera condena a prisión perpetua.
Durante los años siguientes, recibió varias otras condenas por su rol de torturador y asesino en el circuito ABO, crímenes de lesa humanidad investigados por el juez federal Daniel Rafecas en el marco de la causa por los hechos represivos del Primer Cuerpo del Ejército.