La luz suave del celular iluminaba el rostro de Belle Gibson mientras ella compartía con miles de seguidores en Instagram cómo había vencido un cáncer cerebral.
Con un tono que daba seguridad, describía su rutina diaria que incluía el consumo de jugos verdes y la práctica de meditación y terapias alternativas.
La historia era perfecta, tan inspiradora que pocos se atrevieron a cuestionarla. “La medicina convencional me dio meses de vida”, solía decir. “Pero mi cuerpo se curó gracias a la naturaleza.”
Ella había encontrado un camino hacia la sanidad que parecía un milagro, pero lo más asombroso era la cantidad de personas que creían en su palabra.
Devotas, compraban sus productos y seguían sus consejos con fanatismo.
A través de una aplicación móvil y un libro, Gibson construyó un negocio extraordinario basado en la promesa de la sanación natural. En 2013, su app fue un éxito absoluto, al punto de que llegó a ser descargada más de 200.000 veces tan solo en el primer mes.
Pero detrás de las fotos perfectas, los batidos verdes y las recetas saludables, había un secreto oscuro: nada de lo que Belle decía era cierto.
No había cáncer, no había cura milagrosa. Solo una joven mujer con un talento especial para contar mentiras.
Lo que nadie sospechaba por entonces era que esa influencer que daba charlas inspiradoras y se presentaba como guerrera victoriosa frente al cáncer, era en realidad una de las estafadoras más notorias del mundo del buen vivir.
Y menos aún que su engaño se convertiría en uno de los mayores escándalos sobre salud pública en Australia.
Annabelle Natalie Gibson nació el 8 de octubre de 1991 en Launceston, Tasmania. Desde pequeña, su vida estuvo marcada por el deseo de escapar de su entorno. Según relatos posteriores, Belle aseguraba haber tenido una infancia de desamparo.
Sus días de niña fueron los de una adulta, encargada de las tareas de cuidado de su madre y hermano. Sin embargo, algunos familiares desmintieron esas versiones, revelando que Belle había tenido una niñez relativamente normal, aunque ella había dado claras señales de su pulsión fantasiosa y la evidente inclinación a exagerar la realidad.
Con 12 años dejó el hogar familiar en Brisbane y pasó por varias casas, entre amigos y familiares. Abandonó la escuela en décimo grado, mostrando desde entonces una notable habilidad para reinventarse.
A partir de los 17, participaba en redes sociales con una diversidad de identidades: desde skater rebelde hasta defensora del bienestar holístico. Sin embargo, recién unos años más tarde encontró su verdadera “vocación” al probar como creadora de contenidos.
Con 21 años, Belle lanzó The Whole Pantry, una aplicación de recetas saludables y consejos de bienestar. Lo que hacía diferente a su producto era la poderosa historia detrás de su creación.
Según ella, era el resultado de su propia lucha contra un cáncer terminal diagnosticado en 2009, cuando tenía 20 años.
Decía haber rechazado la quimioterapia y la radiación, optando por una dieta libre de gluten, meditación y terapias alternativas que milagrosamente la habían sanado.
Miles de personas se sintieron atraídas por esta historia de superación y esperanza que, además, cuestionaba los tratamientos de la medicina convencional.
Máquina de facturar
La aplicación fue un éxito instantáneo. Su rostro aparecía en portadas de revistas y programas de televisión, en los que contaba cómo una dieta había detenido el crecimiento de células malignas en su cerebro.
Grandes empresas como Apple apostaron por ella. Firmó un contrato con la poderosa editorial Penguin para publicar un libro, también llamado The Whole Pantry, que rápidamente se convirtió en best-seller en Australia. Belle parecía un modelo a seguir.
Pero debajo de esta fachada impecable, comenzaron las grietas. Belle afirmaba que gran parte de sus ingresos iba a organizaciones benéficas, pero en 2015, periodistas australianos comenzaron a investigar y descubrieron que ninguna de esas donaciones se había realizado. Fue el principio del fin.
¿Qué enfermedad?
Las preguntas sobre su salud también se multiplicaron. ¿Dónde estaban los informes médicos, las biopsias, las cicatrices de las supuestas cirugías que decía haber tenido? ¿Dónde estaban las pruebas del diagnóstico de un cáncer terminal?
La presión mediática fue tal que Belle admitió finalmente, en una entrevista con The Weekly, que todo había sido un engaño. “Nada de esto es verdad”, confesó, aunque sin mostrar remordimiento. No tenía cáncer, nunca lo tuvo.
La mujer que había dado esperanza a miles de personas, que había ganado cientos de miles de dólares explotando la industria del dolor y la desesperación de otros, era una cruel farsante.
Belle afirmaba que gran parte de sus ingresos iba a organizaciones benéficas, pero una investigación periodística descubrió que ninguna de esas donaciones se había realizado.
Durante la entrevista, Belle se mostró confundida, exaltada y evasiva. Su confesión reveló una mente profundamente perturbada que luchaba para distinguir entre la realidad y sus propias fantasías.
Aunque muchos la acusaron de ser una manipuladora sin escrúpulos, Belle argumentaba, entre lágrimas, que todavía estaba “tratando de entender qué es realidad y qué es ficción” en su vida.
Pero más allá del engaño, lo que más impactó fue su incapacidad para mostrar empatía hacia quienes habían seguido sus consejos y habían abandonado sus tratamientos médicos.
Expertos sugirieron que, aunque sus actos eran condenables, también mostraban a una persona posiblemente enferma.
La confesión generó una tormenta de críticas. El escándalo también expuso la falta de responsabilidad de empresas como Apple y Penguin, que habían patrocinado su historia sin verificarla.
En 2016, Consumer Affairs Victoria (CAV), la agencia gubernamental encargada de proteger los derechos de los consumidores, inició acciones legales contra Belle, acusándola de engañar al público.
El Tribunal Federal de Australia la declaró culpable un año más tarde, imponiéndole una multa de 410.000 dólares. La jueza describió sus acciones como “engañosas” y “explotadoras”, aunque aceptó que Belle bien podía haber actuado más desde un “autoengaño delirante” que con malicia premeditada.
No obstante la sentencia, la multa nunca fue pagada. A pesar de las presiones legales, Belle alegó quiebra y continuó viviendo fuera del radar público.
En los años siguientes, Belle intentó mantenerse retirada, pero de vez en cuando surgían noticias sobre sus nuevos intentos de reinvención, incluyendo una breve aparición en comunidades etíopes de Melbourne.
Ella afirmaba que había sido adoptada espiritualmente por esas agrupaciones, que pronto la rechazaron y denunciaron públicamente.
Su historia se convirtió en ejemplo emblemático de los peligros de las pseudociencias y puso en evidencia el impacto de la fe a ciegas en el contenido que circula por redes sociales.
Este año, Netflix estrenó la miniserie Vinagre de Manzana, protagonizada por Kaitlyn Dever, que contó el ascenso meteórico de la influencer y su posterior caída.
La historia de esta mujer es la advertencia definitiva sobre cómo la desesperación y el encandilamiento pueden ser explotados en la era digital.