Un careo en pleno juicio por el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner dejó expuesta a la agente de la Policía Federal que custodia el juzgado de María Eugenia Capuchetti y que fue la encargada de llevar el celular del Fernando Sabag Montiel a la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) la noche posterior al atentado para que fuera peritado. Pero la declaración individual de la propia mujer policía también dejó mal parada a la jueza.
El teléfono, una prueba clave, está dañado y esta semana se supo que falló el último intento por extraer su contenido. En plena audiencia de este miércoles la mujer policía, Priscila Santillán, aseguró que ella llevó un sobre cerrado. Pero dos peritos y un exfuncionario le discutieron bajo juramento. “El sobre me lo diste vos y estaba abierto”, recriminó Pablo Kaplan, de la PSA. Recordó que le preguntó si lo había recibido así, y que ella asintió. Santillán le retrucó que había sido él quien lo “manipuló”. Camila Seren, la otra perito, le recordó que firmó una acta que describía el estado en que había entregado el teléfono: con el envoltorio roto, encendido y sin planilla de cadena de custodia. “No firmaste en disconformidad ni manifestaste un impedimento”, la acorraló.
“No sabía que llevaba el celular”
Además de las inconsistencias, la declaración individual de la cabo Santillán tuvo un tramo que dejó azorados a quienes estaban en la sala de audiencias. Fue cuando contó que en realidad no sabía lo que llevaba esa noche desde Comodoro Py a Ezeiza, a las dependencias de la PSA. Dijo que una secretaria del juzgado de Capuchetti le había dado el sobre de papel madera, ella le preguntó si estaba todo, y ni siquiera miró el recibo que, según describió, estaba abrochado. “Si sabía lo que había en el sobre no lo hubiese llevado, tenía que haber llamado a la división correspondiente y labrar una acta de custodia”, explicó. “Nosotros no podemos hacer actuaciones judiciales, debían llamar a dos testigos” para el momento en que el sobre es “cerrado, firmado y lacrado”.
Gastón Marano, el defensor de Gabriel Carrizo, acusado como partícipe secundario del atentado a CFK, le leyó lo que ella misma había declarado en la causa a cargo de María Servini donde se investiga cómo terminó borrado el celular de Sabag Montiel, que era distinto a lo que estaba diciendo en ese momento en el juicio. Ante Servini había descripto así lo que hizo al recibir el sobre que debía trasladar: “leo el recibo, veo que decía que adentro había un celular”. Ante el señalamiento de Marano, que le pedía que aclare cuál era la versión real, contestó “no lo recuerdo”, una frase que usó infinidad de veces a lo largo de su testimonio ante le Tribunal Oral Federal 6 (TOF6).
Aún suponiendo que verdaderamente supiera lo que llevaba, ella misma sostuvo que era una tarea que no le correspondía y que requería un procedimiento judicial que no existió para asegurar la prueba, que para colmo en este caso se trataba de un elemento crucial. Cuando la fiscala Gabriela Baigún le preguntó si el juzgado le daba cosas para trasladar habitualmente, explicó que hacía trámites, se refirió al traslado de papeles, pero sostuvo que era la primera vez que llevaba “efectos” en sus cinco años como custodia de Capuchetti. La magistrada tiene un expediente abierto ante el Consejo de la Magistratura, sin grandes avances, por lo ocurrido con el teléfono.
El inicio del problema
Los primeros en declarar este miércoles fueron los agentes de la Federal Gonzalo Ruiz y Alejandro Heredia. Durante las primeras cuatro horas de audiencia no había internet en tribunales y eso obturó la transmisión habitual del juicio. El portal autogestivo La Retaguardia logró una transmisión del audio. El comienzo había sido accidentado además porque, Brenda Uliarte, acusada como autora, tuvo una crisis de nervios.
Ruiz fue quien secuestró el celular en el lugar del hecho y lo trasladó con cadena de custodia a Comodoro Py en la madrugada después del intento de magnicidio, que había ocurrido el 1° de septiembre a las 20.52. El cabo Heredia, del departamento Técnico de Cibercrimen de la PFA, había sido convocado para hacer la extracción del contenido del teléfono. Tanto ellos como los peritos de la PSA refirieron que es infrecuente realizar pericias adentro de un juzgado por riesgos que pueden surgir. De hecho, según los testimonios, justo antes de que Heredia intentara bajar la información con el sistema UFED (Universal Forensic Device) se cortó la luz. Fue un corte breve, pero nadie sabía si esto podía volver a ocurrir en el medio del trabajo, lo que de por sí exhibía los riesgos de la situación. El cabo avanzó, pero no tuvo éxito ya que tres veces le apareció un mensaje de error y desistió. Explicó que extrajo fotos de las tarjetas SIM y de memoria y que como no había llevado donde almacenarlas usó un disco duro que le facilitó Capuchetti.
Ese peritaje trunco llevó a Capuchetti a encomendarle la tarea a la PSA, que tenía tecnología más actualizada. Santillán, la custodia, describió ante el TOF6 que ese día, el 2 de septiembre, le habían pedido que fuera temprano, a pararse en la puerta del juzgado a controlar y ahuyentar periodistas. A la noche, dijo, una secretaria le encargó llevar un sobre a la sede de la PSA en Ezeiza. Primero dejó a uno de los secretarios en el camino, cerca de su casa, y después siguió. El auto que menejaba, sola, era de la policía porteña y, explicó, carecía de medidas de seguridad especiales y no eran totalmente polarizados. Cuando llegó, según su versión, la recibió el perito Kaplan, del Departamento Técnico de Criminalística de la PSA, con quien se fumó un cigarrillo. Dijo que dejó el sobre en una mesa y que otro hombre le ofreció un café. Se lo tomó, comentó, porque se estaba quedando dormida. De acuerdo a su relato, estaba ubicada lejos de donde había dejado el sobre y de pronto escuchó a Kaplan decir que estaba abierto.
La mujer, rubia, de aspecto morrudo, vestía un saquito negro y una blusa gris al dar testimonio. Ofuscada, acusó a Kaplan de haber abierto el envoltorio, sin testigos, y aludió a un entredicho. Según su declaración, ella vio el sobre en la mesa con el aparato encima. Se sorprendió “porque a simple vista el sobre no estaba abierto”. Lo había llevado en el asiento de adelante del auto. Insistió que estaba cerrado con dos ganchitos y tenía recibo. Kaplan estaba con la oficial principal Seren, quien tiene licencia para operar el sistema UFED. Santillán admitió que firmó un acta que decía que sobre estaba abierto, el aparato encendido y con un cartel rojo de alerta. Antes de suscribirla dijo que llamó al secretario Federico Clerc, le mandó una foto del acta y él le dijo que firmara.
También contó que cuando volvió a Comodoro Py dejó el recibo adentro de la guantera del auto y se fue con su novio en moto. Al rato en plena noche sufrieron un intento de robo, comentó, y ella tuvo una fractura por un golpe recibido. Llamativamente no volvió a trabajar por dos meses “por la ART”, dijo.
Kaplan, Seren y Damián Neustadt –que era director de Inteligencia Criminal del Ministerio de Seguridad y estaba presente– contaron algo muy distinto. Neustadt fue gráfico: dijo que vio cómo Santillán le daba el sobre en la mano a Kaplan, quien enseguida exclamó con sorpresa que estaba abierto y que la agente sostuvo que lo llevó tal como se lo habían dado. “Yo también me asombré. Cuando Kaplan saca el teléfono del sobre estaba encendido. Tenía la pantalla con la marca Samsung y un mensaje de error”, dijo el exfuncionario. Kaplan recapituló que llamó a otro secretario, Leandro Noguera, quien le dijo que igual avanzaran con el peritaje. Tanto él como Seren explicaron que intentaron salir de esa leyenda de alerta. El aparato no iniciaba en forma correcta. Conectado al UFED terminó reseteado de fábrica. Remarcaron que no habían recibido información sobre qué había hecho la PFA con el celular en el juzgado.
Durante las declaraciones y el careo que se hizo después con Santillán, Kaplan, Seren y Neustadt sentados en un semicírculo uno al lado de otro frente a los jueces, pasó algo llamativo: todas las partes (incluso las defensas y hasta los jueces) estaban en sintonía y no disimularon sus dudas frente a las expresiones de la custodia. Le marcaron sus contradicciones y le hicieron preguntas incisivas, pero por ahora nadie pidió que se le impute falso testimonio, algo que el tribunal podría evaluar más adelante.
El careo
Santillán y Kaplan quedaron sentados casi cara a cara. Se hablaron de mala manera. “El sobre me lo diste vos y estaba abierto”, le dijo el perito. “Vos me avisaste que estaba abierto (…) vos manipulaste eso sin testigos”, devolvió la cabo. “Ella me entregó el sobre abierto y le pregunté ‘¿te lo dieron así? ‘Si’ me contestó”, insistió el especialista mirando a los jueces. “Todo esto se resolvía se convocaban testigos y si pedían las cámaras”, se quejó la policía. “¿Para qué llevaría testigos si el sobre estaba abierto y vos diste fe? Además ahí nunca hubo cámaras”, redobló Kaplan.
Seren intercedió y le dijo con firmeza a Santillán: “En ningún momento firmaste en disconformidad o manifestaste un impedimento al firmar el acta. Cuando hacés entrega del sobre y vemos todos que esta abierto no dijiste ‘esto no me lo entregaron así’, dijiste ‘así me lo entregaron’. No se que fantaseada inventás. Si el acta no refleja el hecho no sé por qué la firmás”. Neustadt repasó “la imagen” con la que él se quedó, que era la de Santillán entregando el sobre en mano, abierto, roto y con el celular encendido. “Yo también tengo esa imagen”, dijo Seren. “Y, serán de la misma fuerza”, regañó la custodia de Capuchetti. “No soy de ninguna fuerza”, le contestó Neustadt. La querella evalúa pedir alguna medida de prueba adicional. En la causa sobre el daño al celular los peritos fueron sobreseídos y Servini quiso archivarla, pero la querella apeló.
Lo que quedó claro en la audiencia es que las anomalías y desprolijidades en una causa de máxima importancia sobre el intento de asesinato a quien era vicepresidenta y había sido dos veces presidenta fueron más de las que se conocían.