a los 81, planea una gira de despedida de dos años y trabaja en la Asociación de Intérpretes por los derechos de los músicos

a los 81, planea una gira de despedida de dos años y trabaja en la Asociación de Intérpretes por los derechos de los músicos


Dos voces muy distintas resuenan en la cabeza de Zamba Quipildor. A una la escucha fuerte, determinante, entonando bagualas sin pudor por alzarse de madrugada cuando el sol aún no asoma. Es como el gallo que anuncia el alba, el comienzo del día de trabajo en el campo. La otra, en cambio, apenas se escucha, es dulce afinada y tímida, intenta que sus melodías pasen casi inadvertidas entre el resonar de las pisadas y los ruidos de vajilla.

Se acerca y se aleja, de la cocina al patio, llevando y trayendo empanadas recién horneadas. Son las voces de Hermógenes Quipildor y Benjamina del Milagro Moreno, el papá y la mamá de Zamba Quipildor, las que musicalizaron su infancia en las plantaciones de tabaco y en su hogar: las que trazaron su destino.

Zamba Quilpidor tiene 81 años y sigue trabajando sin descanso, arriba y abajo del escenario. En el escritorio de su oficina en AADI (Asociación Argentina de Intérpretes) tiene varios documentos que dan cuenta de su tarea incansable: cartas, entrevistas, discos, noticias sobre la actualidad del sector que comenta y comparte.

Detrás de él, los retratos de Domingo Cura, Leopoldo Federico y Horacio Malvicino son testigos de la labor que Quilpidor realiza en la institución desde hace 18 años.

“Yo acepté con ganas esta tarea porque me gusta trabajar mucho, pero reconozco que a veces descuidé mi carrera artística por esto, diría que en un 50%. Seguí cantando, pero me aboqué de lleno a ver el desarrollo, el trabajo, el sacrificio de los 47.000 socios intérpretes que represento”, revela.

-Trabajás desde muy chico, ahora mucho tiempo en la oficina, pero comenzaste en la tierra. ¿Qué recordás de esas aventuras con tu padre?

-Yo tenía cinco años cuando mi viejo me llevaba al potrero a deshierbar el almácigo del tabaco, del ají, del pimentón. Él era muy riguroso con el trabajo y con que trabajáramos. Para mí era muy lindo ir, era como un juego. Ahí uno aprendía del mensaje de los mayores. Hasta hacíamos campeonatos para completar los cajones para el tabaco. Se picaba la tierra, se llenaban cajones grandes y te llevabas un premio. En esas jornadas, él me escuchó cantar.

Siempre trabajando. Zamba Quipildor, en su oficina de AADI, la Asociación Argentina de Intérpretes, donde sigue enfocado en los derechos de los músicos. Foto: Martín Bonetto

-¿Y vos también a él, cierto? ¿Qué cantaba?

-Mi papá cantaba bagualas y mi madre, Benjamina del Milagro, con una voz dulcísima, cantaba bajito cuando venía hacia el patio con las empanadas. Papá no, era muy distinto. A las cuatro o cinco de la mañana, ya con ese trabajo tan duro, tan fuerte, que le pegaba el sol en la espalda se venía del pueblo cantando bagualas en el silencio de la noche. A mí él me dejó una escuela, una enseñanza. Siempre dije que quería ser igual que él.

El cantor de los cinco colegios

Así, el niño Gregorio Nacianceno Quipildor se convirtió en el cantor popular de los cinco colegios de Coronel Moldes, Salta, donde creció.

Ya de jovencito, viviendo en La Viña, su derrotero en la música siguió con la formación de su primer conjunto, “Los viñateros”.

Zamba siempre quiso “ser alguien con el canto”. Eso lo llevó a tener disciplina y a trabajar para cumplir su deseo. Mientras trabajaba en una carnicería salteña durante el día, cantaba en las peñas de noche.

“Un día estaba en la Peña Gaucho de Güemes y me dice el mozo que un señor quería hablar conmigo. Me citó al otro día en el hotel donde paraba y me dijo que cuando fuera a Buenos Aires contara con él”, cuenta Quipildor. La semilla ya estaba instalada.

Zamba Quipildor se vino de Salta con un disco, en 1972. A los pocos meses, ya estaba de gira por Alemania. Foto: Martín BOnettoZamba Quipildor se vino de Salta con un disco, en 1972. A los pocos meses, ya estaba de gira por Alemania. Foto: Martín BOnetto

Así, tras pasar por distintos escenarios y cuando estaba a punto de insertarse en Los Nombradores por iniciativa del poeta y compositor Ariel Petrocelli, su destino dio un giro y viajó a Buenos Aires.

Llegó con su primer disco bajo el brazo Zamba Quipildor: voz y sentir de Salta (1970) y “armadito” para quedarse un tiempo en la ciudad. Fue a ver al doctor Carlos Mandri, este alto ejecutivo de una empresa de autos que se había ofrecido a ayudarlo, y el abogado decidió mandar a fabricar 10.000 discos y se encargó de repartirlos por dónde pudo, incluso por varios países del exterior a los que viajaba por compromisos laborales

Así, Zamba tuvo la oportunidad en 1972 de realizar su primera gira por el exterior y recorrió gran parte de Alemania contratado por Mandri. Fue la primera salida al mundo de muchas y Zamba estaba empezando a cumplir su mayor deseo: “Yo pensaba que ese trabajo era todo lo que soñaba, y por suerte siempre hice todo apoyado por mi familia”.

-¿Tus padres llegaron a ver tu reconocimiento?

-Un poco, sí. Recuerdo ir a cantar a un club grande de boxeo de Salta en una programación en la que también estaban Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Los Fronterizos y Los Chalchaleros. Miré hacia la platea y vi a mi viejo. Fue una emoción incalculable. Mi padre estaba ahí sacando pecho, agrandado. Y justo canté Es Quipildor el que canta, un tema dedicado a él y a mi mamá. Hasta ahora cada vez que me viene ese recuerdo siento esa emoción viéndolo a él. Y lo siento al ver a mis hijos, nietos y esposa que han sido realmente un puntal.

Una misa, como una oportunidad enorme

Zamba Quipildor, una de las voces más conocidas del folclore argentino. Zamba Quipildor, una de las voces más conocidas del folclore argentino.

Las giras seguían, ahora, por Rusia con el espectáculo “Melodía de verano”, que compartía con otros grandes referentes de la canción. Hasta que llegó otro golpe del destino que, de nuevo, torcería su rumbo y lo ubicaría como referente de la difusión de la música de raíz en el mundo.

Era el año 1974 cuando Zamba estaba por subir al escenario del Festival de Cosquín. “Se me acercó un hombre grande, alto, que me dijo: “¿Usted es Zamba Quipildor? Me voy a quedar a escucharlo”. Era Ariel Ramírez. Se quedó durante toda la actuación y cuando terminé de cantar me preguntó si me gustaría interpretar La Misa Criolla”, cuenta el cantor.

A la semana siguiente se presentó en la residencia de Ramírez en Belgrano. Zamba recuerda que en el subsuelo estaba el piano donde tuvo su prueba de fuego. “Me empezó a pasar nota por nota de la Misa, desde el más bajo hasta el más alto de los registros. Fue agotador y muy desafiante. Cuando terminó todo eso, dijo:´Solucionado el tema´. Y me ofreció acompañarlo”.

La primera escala de esa aventura poderosa fue en Sorrento, Italia. Y desde allí, al mundo. Fueron casi 80 países llevando La Misa criolla a distintos teatros líricos de la mano de Ariel Ramírez, una obra fundamental de nuestra cultura.

-¿Cómo recordás a Ariel Ramírez como compañero y cómo evaluás la trascendencia de su aporte al cancionero popular?

-La Argentina tiene una deuda grande con el maestro. Él en su música, con la Navidad Nuestra, con la Misa Criolla, con Misa por la Paz y la Justicia, en cada uno de los fragmentos de su obra incluía los ritmos de Salta, de Jujuy, de La Rioja, del Sur. Ha sido una persona con la que realmente está en deuda el Estado, no el pueblo, porque fue muy agradecido de la obra de Ariel. Fue un hombre al que yo respeté muchísimo. Fue mi gran amigo, compañero. Estuvimos viajando casi 27 años con la Misa. Era un tipo luchador y muy amigo de los amigos.

Zamba Quipildor, en una de las presentaciones de "La misa criolla", de Ariel Ramírez.Zamba Quipildor, en una de las presentaciones de “La misa criolla”, de Ariel Ramírez.

-Algo de ese legado también está en tus interpretaciones donde te involucrás en distintos sonidos del mapa regional del país. ¿Qué otros maestros te acompañaron en ese recorrido?

-Extraño como artistas, como personas, a Los Chalchaleros, a Los de Salta, a Los cantores del Alba, a Jorge Cafrune, a Eduardo Falú, a los poetas como Hamlet Lima Quintana, Jaime Dávalos que han hecho mucho por la cultura. Ellos fueron maestros y compañeros

-¿Y recordás mujeres importantes en tu formación?

-Sí, fueron fundamentales Suma Paz, Julia Elena Dávalos, muchas mujeres que han hecho historia. Y después vino Mercedes (Sosa), claro.

-Y todo el empuje de esa generación, esas ganas de crear, de trascender en la cultura, ¿hoy lo ves en algún artista, en algún movimiento?

-A mis 55 años con el canto, con la música, analizo todo lo que veo y escucho. Creo que hoy El Chaqueño (Palavecino) es el que sigue cantando folclore. A mí me emociona mucho, porque sé que alguien sigue el camino de los grandes como el Chango Nieto, por ejemplo, o Argentino Luna.

La memoria de los pueblos

Zamba Quipildor, con la música a sus espaldas. En realidad, su compañera a lo largo de la vida. Foto: Martín BonettoZamba Quipildor, con la música a sus espaldas. En realidad, su compañera a lo largo de la vida. Foto: Martín Bonetto

-Siempre contás que tu apellido tiene que ver con el preservar la memoria de los pueblos. ¿Cargás la responsabilidad de honrarlo?

-Por supuesto. Es parte del trabajo que uno tiene en el escenario. Porque en la época de los Incas existían los Chasquis que eran quienes llevaban un nudito en una cuerda donde transportaban las noticias. Se trasladaban de un lado a otro llevando información y eso uno lo hereda. Todo tiene que ver con el registro, con el recuerdo y con la difusión también de esa cultura del pueblo.

Hace unos años Zamba se llevó el susto de su vida. Lo que comenzó como una infección urinaria se complicó y lo mantuvo casi tres meses internado y transitando una larga recuperación. Tan grave fue su cuadro que desde el hospital llamaron a su familia para que se despidieran. El episodio lo obligó a mermar los viajes institucionales y lo enfocó otra vez en su música.

-Y ahora te querés despedir de los escenarios. ¿Cómo te imaginás ese adiós?

-Yo creo que va a ser un encuentro muy bonito. Ya lo hice en diciembre en la plaza grande de Concepción del Uruguay ante casi 25 mil personas. Fue el inicio de mi despedida y fue algo hermoso y emocionante.

-¿Cómo te imaginás el día después de bajarte del escenario?

Creo que me estoy concientizando y que después de que termine eso vendrá el encuentro de familia, de amigos, de guitarreadas, cosas que hoy por hoy no realizo porque hay una responsabilidad y un respeto por la gente. Necesito cuidarme. No va a ser traumática la despedida. Va a ser devolver todo ese cariño, ese afecto, ese respeto que siempre tuvieron conmigo.

-¿Va a ser algo así como una fiesta itinerante por varios lugares?

-Yo creo que sí. Quiero despedirme bien. A mis 81 años todavía puedo hacerlo. Si ya no pudiera cantar, estaría faltando el respeto a la gente. Va a ser una despedida que me va a llevar un tiempo, un par de años diría, porque fue tan grande lo recibido que necesito devolverlo, en cada rincón, en cada escenario donde pueda acercarme con mi música. Va a ser una gran fiesta, con mi familia siempre al lado.

Zamba Quipildor imagina su despedida como una gira itinerante por todo el país. Foto: Martín BonettoZamba Quipildor imagina su despedida como una gira itinerante por todo el país. Foto: Martín Bonetto

Un pedido de diálogo al Gobierno

Cuando se realizó el encuentro, el Gobierno aún no había confirmado los cambios en la gestión de cobros de derechos de autor que días después implementó a través del Decreto 138/25 publicado en el Boletín Oficial.

Sin embargo, la intención de avanzar sobre estas posibles modificaciones era cada vez más fuerte y Zamba las seguía de cerca.

Como responsable de AADI lleva escritas varias cartas a las autoridades nacionales para ser recibido y poder encontrarles una solución conjunta a las problemáticas del sector.

“Acá somos varios músicos que llevamos una carga importante para defender nuestras instituciones. Nuestra cultura se conoce en todo el país y en todo el mundo por nuestros intérpretes. El compromiso del presidente y sus funcionarios es luchar por nuestra música nacional”, afirma y argumenta: “Los mismos saloneros y hoteleros que quieren evitar pagar a los intérpretes por pasar su música son los que reciben cientos de visitantes cada año con los festivales que se realizan y que mueven un montón de gente. Son los mismos músicos los que generan un movimiento cultural impresionante que da trabajo a todos. Espero que el Gobierno reflexione y responda a nuestros pedido de diálogo”.