Podría decirse que Matías Recalt fue elegido por el éxito desde su primer trabajo interpretativo, ya que su personaje en Apache, la vida de Carlos Tevez en el 2019 dio inicio a varias ficciones más. Ese mismo año debutó en una sala independiente con Cabo Verde y Ciegos en el cine. Luego llegaría el teatro comercial con Después de nosotros con Julio Chávez y la premiación como revelación en los Goya por su papel en La sociedad de la nieve.
Desde el 26 de marzo se lo puede ver en Atrapados, basada en la novela Caught de Harlan Coben y que Netflix transformó en seis capítulos, filmados en Bariloche. Sus protagonistas son: Soledad Villamil, Juan Minujín y Alberto Ammann, con las participaciones especiales de Fernán Mirás y Mike Amigorena, entre los intérpretes que conforman este elenco. La protagonista es Ema Garay, encarnada por Soledad Villamil y su hijo es Bruno, interpretado por Matías Recalt. La dirección de esta nueva ficción fue compartida por Miguel Cohan y Hernán Goldfrid.
—Uno de los temas que sobrevuela esta ficción es la relación padres e hijos. ¿Cómo fue tu experiencia?
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—Por suerte y gracias a la vida tengo dos padres maravillosos, aunque mi papá ya falleció. Me criaron con valores y tuve mucha comunicación. Me enseñaron a comunicar los problemas y decir qué te molesta del otro. Cuando tenía doce años tuve una discusión con mi padre y estuvimos una semana sin hablarnos, hasta que él me invitó a comer y me propuso: “Te voy a decir lo que a mí me molestó y después te quiero escuchar a vos”. Esa situación me marcó para toda la vida. Hoy en día lo veo reflejado en mis relaciones y con mis amigos. Soy una persona que le interesa la comunicación y creo que es necesaria en lo vincular. Y lo mismo mi madre, siempre me pregunta cómo estoy. Ambos me dieron lugar a hablar, a expresarme y esto cuando sos niño es muy importante.
—Aparece la influencia que tienen en los jóvenes los videojuegos: ¿qué opinás?
—Veo que todas las generaciones estamos teniendo una relación tóxica con las redes sociales y el celular. Se ve en la gente grande, y en los jóvenes es obviamente más fuerte.Creo que estamos muy expuestos a que hoy en día todo el mundo puede a través de la pantalla decir cualquier cosa. Nací en 2001 y me crié un poco sin celular, sí teníamos teléfono en casa. Si uno se pone a pensar la relación que tenemos con las redes sociales, mirando videos en muy poco tiempo, siento que hay un exceso de información que al final nos termina desinformando. Lo veo como un problema.
—¿Qué fue lo que te atrapó de “Atrapados” y qué fue lo más complejo?
—El que fuera un thriller policial me pareció muy interesante y también el elenco, cuando lo leí me dije “esto no puede fallar”. Después que estén Miguel Cohan y Hernán Goldfrid, más una novela de Harlan Cohen, que es alguien que viene escribiendo hace un montón de tiempo. Todo me cerraba. Fue una buena decisión porque lo disfruté y aprendí muchísimo. Tuvo cierta complejidad y fui compartiendo con profesionales, como en este caso, Soledad Villamil, Juan Minujín, Alberto Ammann, Fernán Mirás. Aunque no estaba en las mismas escenas compartir el set fue súper interesante. Ni hablar de La sociedad de la nieve fue como un máster de actuación. Trato de ser cada vez más profesional. Me interesa tomarme este trabajo desde la entrega pura.
—Tu personaje Bruno es más joven que vos: ¿cómo lo compusiste?
—No está muy alejado, pero cuando terminás el colegio cambia un poco la cabeza. Es cuando uno empieza a entrar a la adultez y las prioridades se modifican. Trabajamos bastante con los directores para que quede claro y hacerlo lo más verosímil posible. Sobre todo buscamos lo más real, en el vínculo con mi madre (Soledad Villamil) y que fuese evidente esta necesidad de Bruno de que lo escuchen.
—¿Tu vida cambió a partir de tu personaje en “Apache”?
—Fue un proyecto que sí me cambió muchísimo, me maduró y también fue mi primera exposición fuerte. Después hice con Julio Chávez la obra Después de nosotros en el teatro comercial. Aunque mi primera experiencia teatral fue en Cabo Verde de Gonzalo Demaría en una sala independiente. Siento que cada proyecto me dejó algo. Soy un privilegiado ya que hasta ahora me vienen tocando todos personajes interesantes.
—¿Qué significó trabajar con Julio Chávez? ¿Qué recuerdo te dejó?
—Tenía dieciocho años y compartí un escenario comercial con un maestro como es Julio (Chávez). Aprendí muchísimo, además en el elenco también estaban Alejandra Flechner, María Rosa Fugazot y Mariano Musó, todos actores y actrices que vienen trabajando desde hace mucho tiempo. Para alguien que está empezando fue buenísimo. Ellos habían vivido un montón de épocas del teatro. Por ejemplo, María Rosa Fugazot contaba que compartió camarines con Alberto Olmedo. Trabajar con Julio me permitió aprender mucho de él como actor, además me daba consejos y veía cómo se preparaba antes de cada función, con una rigurosidad admirable. Llegaba muy temprano al teatro y hacía un montón de ejercicios vocales para entrar en calor. Vi actores comprometidos con lo que estaban haciendo todo el tiempo.
—¿Te modificó el haber ganado el Premio Goya como revelación?
—La verdad fue como una síntesis de un montón de cosas que me venían pasando, tanto personales como artísticas. Creo que ahí se cerró algo y se abrió. Fue una muestra del universo como que todo estaba bien, más la alegría de mi familia, mis amigos y de gente que no conozco diciéndome: “Che, la verdad que te vi, me emocioné y se me cayó una lágrima”.
—Los últimos estudios pos- pandemia afirman que los jóvenes quedaron marcados por el aislamiento: ¿lo sentís así?
—Creo que la pandemia fue un antes y un después, en general lo veo en la sociedad. Durante ella falleció mi papá, entonces se me mezcló un poco todo. El primer año, está mal decirlo, no la pasé tan mal. El segundo pasó lo de mi papá y estuve mucho en hospitales públicos, privados y veía todo el tiempo cómo entraba gente con Covid y se moría. Esa época fue bastante terrible. Socialmente pasó algo loco con la pandemia, que creo que nos vamos dando cuenta con el tiempo. Como los restos que dejó en los vínculos, en cómo la tecnología aprovechó para desparramarse. Ni hablar los más chicos. Por ejemplo, mi hermano estaba en el medio del secundario y le cortó esa etapa en la que uno empieza a salir, ir a las fiestas y empezás a ganar el contacto con otras personas.
—¿Nunca hiciste comedia?
—En las clases de teatro me divertía mucho hacer comedia y me encantaría, pero se da poco. Hasta ahora me ha tocado hacer drama, pero tengo muchas ganas de hacer otro género, sea en teatro o en cine. Es más, creo que empecé actuación un poco porque mis amigos me decían, “che, hacé teatro, que sos gracioso”.
—¿Cómo ves al cine nacional?
—Veo claramente que estamos en una situación complicadísima. Escasea el trabajo y no lo digo desde un discurso, sino porque lo veo, hablo con mis colegas, no solo actores y actrices, sino también con los técnicos. Al no estar funcionando el Incaa son muy pocos los intérpretes que tienen la posibilidad de trabajar. Estar estrenando algo que es 100% nacional como Atrapados sé que es un privilegio. No lo veo bien al presente, pero hay esperanza, obviamente, porque somos fuertes y también tenemos una industria buenísima. No hay que envidiar nada a nadie, entonces es una pena que se le saque mérito. Me encanta ser argentino y nuestra cultura. Tenemos historias para contar.