Cuentan que el hecho ocurrió en Puerto Vilelas, Chaco. Con tantas historias absurdas dando vuelta en redes cuesta creerlo, pero reiterada por lugareños habrá que decir que cuatro kilos de mondongo habían desaparecido, se supone, de la heladera de un vecino. Los nombres no vienen al caso, solo debe citarse que el hombre, de 50 años, al comprobar que no solo la carne sino también algunos otros enseres de su casa habían desaparecido, llamó a la policia chaqueña, para acusar al que consideraba principal sospechoso del hurto: su hijo.
Recibida la denuncia, a la policia de Puerto Vilelas no le quedó otra opción que ocuparse del tema, y un sargento fue el que se dirigió a la casa del damnificado, para iniciar las actuaciones del caso, seguir la pista del mondongo perdido.
Señalan que reiterada por el daminificado la denuncia contra su hijo, el policía ubicó al presunto raptor del mondongo en un domicilio de la calle Malvinas, pero ahí entrarían en la escena otros dos sujetos que, sin ser parte de la trama inicial del robo de la carne, creyeron ver una oportunidad, delicitiva claro, de llevarse la moto del policía. Buscaron aprovechar, obviamente, que el uniformado lidiaba con el hijo del dueño del mondongo.
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No sabemos si eran vecinos o circunstanciales transeúntes, pero intentaron ‘volarse’ con la noble moto policial, y para el sargentino la situación se complicó: tenía de un lado al ladrón de mondongo, y en la vereda a los dos rateros que intentaban darle arranque a su moto para dejarlo no solo a pie, sino también en ridículo. Volver a la Seccional contando ‘me robaron la moto’ hubiera sido, diría alguien joven, para que “lo descansen”…
Uno de los sujetos intentó hacer arrancar la moto pero no pudo hacerlo. Sin embargo, ante esa adversa contingencia no se desanimaron y el otro sujeto empezó a empujar la moto con chaqueño entusiasmo: querían escapar por esas calles de Dios y de Vilelas.
Al ver que su rol pasaba, violentamente, de investigador a asaltado, el policía abandonó al ladrón familiar y corrió hacia la calle, en procura de salvar a su moto de la misma y triste suerte que el mondongo. Así el sargento comenzó a forcejear con uno de los ‘motochorros’, y con algunos magullones consiguió reducirlo, mientras el otro abandonaba la empresa y huía a la carrera. Ladrón que huye, diría Neurus, sirve para otro robo.
En minutos llegaron más policías, y la situación terminó con el sargento, el ladrón del mondongo y el frustado motochorro, todos en el Departamento de Medicina Legal de Puerto Vilelas, para ser revisados de las lesiones sufridas. En el caso del sargento, trascendió que tenía una mano lastimada y también una rodilla, pero al margen de esas lesiones, lo suyo, debe destacarse, fue impecable: salvó al mondongo y a su moto. La vida ya podía seguir en Vilelas su cansino y chaqueño ritmo habitual.
HB