El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, fue el primer dirigente internacional que visitó la Casa Blanca después de que Donald Trump jurase el cargo de presidente el pasado 20 de enero. Y este lunes repitió como el primero con el que se reúne después de su órdago de aranceles salvajes que supone una declaración de guerra comercial al mundo. Ambos han comparecido ante los medios en el Despacho Oval. Netanyahu se comprometió a eliminar el déficit comercial con Estados Unidos, mientras que Trump anunció la existencia de conversaciones directas con Irán sobre su programa nuclear, que llevarán el sábado a una “reunión muy importante” a “casi el máximo nivel”.
Trump ya había anunciado hace un mes en una entrevista con la cadena Fox su intención de emprender negociaciones directas con Irán. Sin embargo, Teherán venía rechazándolas y abogando por contactos indirectos. ”Creo que todos están de acuerdo en que sería preferible llegar a un acuerdo que hacer lo obvio”, ha declarado en aparente referencia a un ataque militar a sus instalaciones. “Y lo obvio no es algo en lo que yo quiera involucrarme o, francamente, en lo que Israel quiera involucrarse si pueden evitarlo. Así que vamos a ver si podemos evitarlo”, afirmó Trump. Durante su primer mandato, el presidente retiró a Estados Unidos del anterior acuerdo, negociado por Barack Obama, condenándolo a muerte.
El presidente señaló que el nuevo pacto en negociación sería “diferente y mucho más fuerte” que el anterior y lanzó una especie de amenaza a Teherán para el caso de no alcanzar un acuerdo: “Si las conversaciones con Irán no tienen éxito, creo que Irán estará en gran peligro”, dijo, y podrían tener “un día muy malo”. A su lado, escuchaba Netanyahu, deseoso de arrastrar a Estados Unidos a una confrontación con Irán para la que lo necesita militarmente.
Pese a la cancelación de la rueda de prensa conjunta, Trump respondió a numerosas preguntas de los periodistas. A diferencia de la anterior visita, en enero, la imposición arancelaria oscureció los asuntos de Oriente Próximo. Tanto que ninguna fue dirigida a Netanyahu, que hasta ahora se había mostrado más escéptico sobre las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán. “Ambos estamos unidos en el objetivo de que no obtenga armas nucleares. Si se puede lograr por la vía diplomática, de forma plena, como se hizo en Libia, creo que sería positivo. Pero pase lo que pase, tenemos que asegurarnos de que Irán no tenga armas nucleares”, dijo el primer ministro israelí.
Trump no quiso desvelar detalles sobre la reunión del sábado, como dónde tendrá lugar. Solo que será a “alto nivel”. Tampoco aportó grandes novedades sobre sus planes para la región. La visita de Netanyahu del pasado 4 de febrero tuvo un resultado imprevisible que dejó al mundo atónito. El presidente señaló que Estados Unidos se haría con el control de la Franja de Gaza y vino a decir que la demolería para reconstruirla de forma que sea la “Riviera de Oriente Próximo”, en la que viviría “gente del mundo”, tras desplazar a sus habitantes, unos 2,3 millones de personas, de forma permanente a países cercanos.
La propuesta cogió por sorpresa entonces incluso a su propio equipo. Trump no precisó cómo pensaba ejecutar una idea que contraviene el derecho internacional y todas las resoluciones de la ONU sobre la materia. Además, no tiene en cuenta ni la voluntad de los gazatíes ni la oposición cerrada de Jordania y Egipto al plan. Este lunes, Trump volvió a hablar de Gaza como una ubicación privilegiada para el desarrollo inmobiliario de la que Israel no debería haber retirado sus colonos y soldados en 2005 y que Estados Unidos debería “controlar y poseer”, pero cedió la palabra a Netanyahu para hablar de su plan de vaciarla de población. Lo presentó como una “visión a largo plazo”. “Tener una fuerza como Estados Unidos allí, controlando y poseyendo Gaza sería una cosa buena”, dijo.
El presidente también dio cuenta de un nuevo acuerdo de alto el fuego en negociación en Gaza. “Me gustaría que la guerra terminara, y creo que terminará en un futuro no muy lejano. Ahora mismo, tenemos un problema con los rehenes. Estamos intentando liberarlos… Es un proceso largo. No debería ser tan largo”.
El primer ministro israelí ―que aspiraba a obtener un levantamiento del arancel del 17% que le acaba de imponer― tuvo que escuchar que “quizás” permanezcan para siempre, que Estados Unidos ya “ayuda mucho” a Israel. Netanyahu se apresuró a prometer que eliminará a toda prisa el déficit comercial con su gran aliado.
Poco después de llegar a Washington el domingo por la tarde, Netanyahu ya se reunió con altos cargos del Gabinete de Trump, como el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el representante de Comercio de Estados Unidos, Jameson Greer, para discutir los aranceles. En un movimiento preventivo que no surtió los efectos esperados, Israel anunció la semana pasada que eliminaría todos los aranceles sobre los productos procedentes de Estados Unidos, principalmente alimentos y productos agrícolas.
La declaración del Gobierno israelí no mencionaba los inminentes aranceles de Trump, que se anunciaron al día siguiente, pero decía que la medida de Israel reforzaría los lazos con su mayor socio comercial, Estados Unidos. Aun así, Israel no se libró de la quema. Trump impuso a las importaciones procedentes del país un 17% de los mal llamados “aranceles recíprocos”.
Netanyahu voló directamente a Estados Unidos desde Hungría, donde el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, venía de convertirse en el segundo líder mundial (después de Trump, en enero) y el primero de un país miembro del Tribunal Penal Internacional en recibir con honores a Netanyahu desde noviembre, cuando el órgano judicial ordenó su arresto por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad en Gaza. Hungría no solo incumplió su obligación legal de detenerlo, sino que también aprovechó para anunciar su salida del tribunal, que juzga a personas acusadas de genocidio, crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.
Esta orden de arresto es la que precisamente ha llevado a Netanyahu a modificar el trayecto de su vuelo a Washington, en función de qué países europeos probablemente lo arrestarían o no, en caso de aterrizaje de emergencia. Así, alargó 400 kilómetros la ruta para evitar Irlanda, Islandia y Países Bajos, optando por sobrevolar Croacia, Italia y Francia, que se han mostrado más ambiguos sobre si cumplirían con su obligación legal de hacerlo.