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Hace más de 20 años, indígenas del sur de Brasil llegaron hasta Brasilia a protestar por la demarcación de su territorio. Se congregaron en la capital política, donde montaron un campamento. El encuentro siguió repitiéndose todos los años desde entonces, hasta convertirse en la que hoy se conoce como la mayor movilización de las comunidades del país, el Campamento de Tierra Libre (ATL). “Siempre ha sido un espacio para hacernos oír”, comenta Alana Manchineri (32 años), gerente de Comunicaciones de la Coordinadora Conjunta de Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (Coiab), una de las siete asociaciones que conforman la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB). “Pero esta, la edición 21, es especial”, advierte. En ocho meses, el país también será el anfitrión de la Conferencia de Cambio Climático de Naciones Unidas (COP30), donde los indígenas esperan poder cumplir un papel importante. En entrevista virtual con América Futura, Manchineri explica cómo la lucha por la demarcación de sus tierras que los convocó por primera vez sigue siendo el deseo madre detrás de ese espacio.
Pregunta. ¿Cuál es el enfoque del campamento de este año?
Respuesta. Hemos recibido a más de 8.000 indígenas, cuando el año pasado fueron unas 6.000 personas, lo que habla de su fortaleza. En este momento se está discutiendo una enmienda a la Constitución de Brasil, conocida como PEC 48, que buscar introducir el concepto de “marco temporal” y que se establece que solo se pueden reconocer como tierras indígenas aquellas que estaban bajo posesión de nuestros pueblos en 1988. Ese es el enfoque grande desde la APIB, con un lema que dice “en defensa de la constitución y la vida”. Mientras, desde Coiab, estamos impulsando discusiones sobre el clima y en torno a la COP30.
P. Esta es la reunión del movimiento indígena de Brasil más grande antes de la COP30. ¿Qué propuestas están trabajando?
R. Una que llevamos elaborando desde el año pasado y que busca tener incidencia internacional es la del fin de los combustibles fósiles, sobre todo ante el interés del Gobierno de Brasil por ampliar esta extracción en la Amazonia. El país presentó una Contribución Nacionalmente Determinada [el documento con el compromiso climático que se adquiere ante la ONU] muy tímida respecto al rol de los indígenas, así que haremos una propuesta escrita para que tenga un anexo al respecto. Uno que hable del riesgo de la minería, de la importancia de las salvaguardas ambientales y de las tierras indígenas. Otro tema importante es el financiamiento climático directo a las comunidades indígenas. Vamos a tener una mesa exponiendo los fondos que usan esta lógica y que ya existen.
P. En esta ocasión también vienen indígenas de Canadá y de las islas del Pacífico.
R. Sí. La cuestión de género, cómo las mujeres enfrentan el cambio climático, es muy importante para nosotros, así que desde Canadá han venido organizaciones de mujeres indígenas que trabajan con la transición energética justa. A nivel internacional, también nos importa hacer un balance ético global sobre el clima, así que no solo están acá indígenas de los nueve países que tienen parte de la cuenca Amazónica, sino también de las islas del Pacífico y de Australia. Juntos queremos organizarnos estratégicamente para la COP30.
P, El presidente de la COP30, André Corrêa do Lago, ha publicado su primera carta esbozando las prioridades de la conferencia. ¿Cuál es su impresión?
R. Él ha tenido diálogos con el movimiento indígena, ha hablado de la demarcación de tierras y propone un círculo de liderazgo indígena. Y aunque creo que esas conversaciones son importantes, lo que queremos realmente no es solo ser escuchados, sino que lo que proponemos se traduzca en medidas efectivas. Que, por ejemplo, se incluya en los textos de los acuerdos de la COP30 que la demarcación de tierras es una política climática. Se habla de que esta volverá a ser una COP en un país democrático [las últimas dos fueron en Azerbaiyán y en los Emiratos Árabes Unidos], y para probar que sea democrática necesitamos que los indígenas no solo estemos en las fotografías, en los banners, sino que, cuando veamos los textos finales, estemos presentes.
P. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva va por la mitad de su mandato. ¿Cuál es su balance sobre su administración y lo que se ha realizado bajo el Ministerio de Pueblos Indígenas?
R. Desde el punto de vista estratégico para el movimiento indígena, que un Gobierno abra el diálogo es muy importante, pero las acciones han sido cortas para lo que se espera de un Gobierno progresista. La promesa de que en los primeros 100 días se iban a demarcar las tierras indígenas no fue ejecutada y la creación del Ministerio, pero sin presupuesto, es un poco frustrante. Faltan muchos avances en políticas de salud y educación, sobre todo para las mujeres indígenas.
P. En los 21 años que lleva el campamento, ¿cuál ha sido la mayor ganancia?
R. La misma fortaleza que ha ganado el movimiento indígena, entender cómo hacer diplomacia. Durante los cuatro años del Gobierno de Jair Bolsonaro resistimos. También lo hicimos durante la pandemia del covid-19. Los Gobiernos pasan año tras año, pero el campamento, nosotros, seguimos aquí, fortaleciéndonos.
P. ¿Y lo que más les ha costado?
R. La demarcación del territorio indígena. Coiab fue fundada en 1989, tras la Constitución Federal, con ese objetivo. Y aquí estamos, 36 años después, exigiendo lo mismo.