Susana Conti (74) no sabía usar el WhatsApp. Ella era chapada a la antigua, de llamar por teléfono. “Cuidate mucho. Te amo. Después te llamo“, le dijo a su hija Ayelén en Trelew. Se subió al micro de Vía Tac, entusiasmada porque iba a conocer a Thadeo, su último bisnieto. Tenía que bajarse en el cruce de Florencio Varela, adonde la esperaba su hija Alejandra, pero nunca llegaría, porque el ómnibus volcó cerca de General La Madrid. Fue una de las cinco personas que murieron.
Susana, que renegaba de su primer nombre, Felipa, había nacido en Lanús. A los 18 se casó y tuvo cinco hijos. Enviudó y años más tarde conoció a quien sería su segundo marido. Con él llegaron dos hijos más. En diciembre de 2001 se fueron a vivir a la provincia de Chubut. En septiembre de 2018 volvió a quedarse sola, cuando su compañero falleció por un cáncer.
A Ayelén Huenchul (31) la llamaron por teléfono a las 9.30 del domingo 6 de abril para avisarle que el colectivo había sufrido “un accidente”. Su hermana Alejandra Baldassari (53) viajó con lo puesto, desde Quilmes hasta La Madrid, con su esposo y otro hermano.
Apenas Ayelén le contó, se acercó hasta la terminal del Cruce Varela, pero allí no sabían nada y solo les dieron un número de teléfono de Vía Bariloche para comunicarse. En los canales de noticias ya informaban que había cuatro víctimas fatales.
En medio del trayecto, a las dos de la tarde del domingo, su hermano más chico, Facundo Huenchul (28), le comunicó lo peor: “Mamá está muerta”.
Al llegar a Vialidad, vieron el micro. En la puerta de entrada, entre el montón de pertenencias de los pasajeros, Alejandra reconoció el morral de Susana. En un primer momento, un policía no dejó que lo agarrara, pero ella marcó el número de teléfono de su madre y empezó a sonar ahí mismo.
En el celular, la víctima tenía 34 llamadas perdidas de sus hijos. “Estábamos con la esperanza de que tenía un brazo roto, una pierna quebrada, un golpe”, le contó a Clarín Alejandra, que es la abuela del bebé de cuatro meses que Susana no pudo conocer.

La jubilada tenía 16 nietos y 16 bisnietos. Los iba a visitar dos o tres veces por año. Caprichosa, esta vez no quiso viajar en avión y se llevó el reto de todos sus hijos. Prefirió tomarse el micro, que tardaba 29 horas y media desde Caleta Olivia hasta La Plata, con numerosas paradas, entre ellas en Retiro.
El vehículo quedó tumbado sobre un lateral izquierdo, en la banquina, convertida en un lodazal por las últimas lluvias. “Una chica que estaba ahí me contó la ayudó a salir, la sacó de la zanja, con dos muchachos más. Le preguntaron cómo estaba: ‘Me duele el pecho‘, les contestó. Pero cuando llegó la ambulancia, ya no respiraba. Fue la primera que falleció”, añadió Alejandra.
También murieron Nora Anagua López (61), de nacionalidad boliviana, quien vivía en la Ciudad de Buenos Aires; Kateryne Delgado Oropeza (25), venezolana, de Las Grutas (Río Negro); Mabel Schulz (53), de Caleta Olivia (Santa Cruz) y Lucas Kevin Sosa (31), de San Justo (La Matanza).

El lugar de la tragedia, peligroso pero señalizado
El lugar donde ocurrió la tragedia es en el cruce de las rutas provinciales 76 y 51. Es una zona peligrosa, aunque está señalizada y el asfalto está en buen estado. El chofer, Daniel Alejandro Pereyra (35), había asumido la conducción en Bahía Blanca, donde los pasajeros se quejaron de que no los dejaron bajar al baño.
“No era el colectivo que habían pagado, que era coche cama. Este era de un piso, no tenía baño, se quejaban que el aire estaba muy caliente, que lo subían, que lo bajaban. Además, los choferes venían peleando entre ellos, el más chico quería manejar y el otro no lo dejaba”, aseguró Alejandra.

Su hermana Ayelén, la última de la familia que vio a su mamá con vida, señaló que “cuando el micro llegó a la terminal de Trelew nos comentaron que el original, de doble piso, coche cama, se había roto en el trayecto de Caleta Olivia a Comodoro Rivadavia”.
“Cuando los subieron a ese colectivo, les dijeron que en Trelew iban a cambiar de unidad, pero al llegar les avisaron que no había, que posiblemente el cambio iba a ser en San Antonio Oeste o en Bahía Blanca, pero no tenían nada confirmado”, acotó.

Por eso, sostuvo, los pasajeros “no se negaron a subir porque les dijeron convencidísimos que iba a haber un cambio“.
“En San Antonio no les cambiaron la unidad, encima los trataron mal, en Bahía no los dejaron ni bajar al baño. Los choferes se peleaban entre ellos, el que volcó no dejaba que el compañero tocara el volante”, insistió y advirtió que la empresa se comportó con “una negligencia absoluta”.
Según pudo saber Clarín, en su indagatoria Pereyra contó que lleva siete años trabajando como chofer de colectivos y dijo que cuando vio el cruce de rutas ya era tarde. Clavó los frenos, dobló y el micro volcó sobre la zanja. Su compañero relató que estaba descansando y que no vio lo que pasó.

Las pericias accidentológicas determinarán cuál fue la causa de la tragedia. También será clave el análisis del tacógrafo, un dispositivo que registra automáticamente los tiempos de conducción, la velocidad, la distancia recorrida y los descansos de los conductores.
El caso es investigado por la UFI 7 del Departamento Judicial Azul, con sede en Olavarría, a cargo del fiscal Christian Urlezaga.
El caso fue caratulado como “homicidio culposo por conducción imprudente, negiglente o antirreglamentaria de un vehículo con motor, agravado por la pluralidad de víctimas fatales y lesiones culposas“.

También trabaja su colega Juan Antonio Malianni, de la Ayudantía Fiscal de General La Madrid.
Pereyra seguía alojado en los calabozos de la Estación de Policía Comunal de La Madrid, esperando el traslado a unidad penal, aunque su abogado defensor ya solicitó que lo liberen, debido a que es un delito excarcelable.
Susana había trabajado desde los 14 años. Dejó la escuela y se puso a trabajar en un almacén en el barrio, en Lanús. Luego hizo de todo. Fue empleada en una farmacia, empleada de limpieza, niñera. Ahora disfrutaba de su jubilación, de su familia.

En este viaje quería estar en el cumpleaños de Alejandra y conocer personalmente a Thadeo, a quien le habían mostrado a través del celular.
Dentro de la tragedia, destacó la mujer, hubo gestos para valorar: “Nos atendieron muy bien, tanto la Policía, Vialidad, el Registro de las Personas, para retirar la partida de defunción de mi mamá, la gente que escuchaba lo que nos había pasado, que nos ofrecía su casa para bañarnos, para tomar algo caliente. Solo la empresa se portó muy mal. Ni las condolencias nos dieron”.