El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, visitó este lunes la Casa Blanca en pleno enfrentamiento entre los jueces y la Administración de Donald Trump por la suerte de Kilmar Armando Abrego García, un residente en el condado de Prince George, Maryland, cerca de Washington, deportado por error a El Salvador. Las autoridades estadounidenses lo expulsaron en el vuelo con el que el Gobierno envió a más de 250 migrantes, supuestamente delincuentes, para que el país centroamericano los procesara y encarcelara sin garantías judiciales en la macrocárcel conocida como Centro de confinamiento del terrorismo (Cecot), una de las prisiones más temibles del continente.
El Supremo ordenó el jueves pasado a la Administración de Trump que “facilite” el regreso de Abrego García, pero sus funcionarios se han negado repetidamente a cumplir con esa orden. En una comparecencia junto al presidente de Estados Unidos, Bukele dijo este lunes que tampoco piensa hacer nada por devolverlo.
Cuando los periodistas preguntaron en el Despacho Oval al presidente de Estados Unidos por la suerte de ese hombre, Trump cedió la palabra a la fiscal general, Pam Bondi, que dijo: “Estaba ilegalmente en nuestro país. En dos ocasiones, dos jueces lo consideraron parte de [la pandilla salvadoreña] MS-13. Es cosa de El Salvador. Si quieren devolverlo, lo facilitaremos; es decir, mandaremos un avión”. Stephen Miller, arquitecto de la dura política migratoria de Estados Unidos, añadió: “Es un ciudadano de El Salvador. Sería muy arrogante decir a El Salvador cómo tiene que gestionar los asuntos de sus ciudadanos”. Miller recordó también que la MS-13 fue incluida en la lista de grupos terroristas por Trump.
Lo cual dio pie a que a la pregunta de si Bukele facilitaría la vuelta de Abrego García este respondiera con otra pregunta: “¿Cómo voy a meter de contrabando un terrorista en Estados Unidos? Por supuesto, no voy a hacerlo”. El mandatario salvadoreño se abrió además a recibir a más deportados desde Estados Unidos. Y Trump dijo que no descartaba que entre esos deportados haya pronto ciudadanos estadounidenses.
Abrego García es un trabajador de la construcción de 29 años, que llevaba 14 en el país, está casado con una estadounidense y tiene a su cargo tres hijos. En 2019, fue acusado de pertenecer a la mara salvatrucha, pero luego se demostró que no tenía que ver con la organización criminal. En una decisión unánime, el Supremo no dio por buenas las excusas de que Estados Unidos, que admitió “un error administrativo” en la deportación, no tenía modo de traerlo de regreso. Por recibir y encarcelar a Abrego García y al resto de deportados por el Gobierno de Trump en virtud de la Ley de Enemigos Extranjeros, una norma de 1789 resucitada por la actual Administración para deportar en tiempos de guerra a miembros supuestamente relacionados con la banda criminal Tren de Aragua, El Salvador recibe una compensación de seis millones de dólares.
Esa ley se ha usado en tres ocasiones: en la guerra de 1812 contra los ingleses y en la primera y la segunda guerras mundiales. En esta última ocasión, sirvió para enviar a los estadounidenses de origen japonés a campos de prisioneros en uno de los episodios más infames de la historia del país en el siglo XX.
El presidente de El Salvador llegó al ala oeste a eso de las 11,30, hora local (las 16,30 en la España peninsular). Fue recibido con honores. Trump salió a saludarlo a la puerta y le dio un apretón de manos. Después, ambos pasaron al Despacho Oval, donde mantuvieron una reunión bilateral, y pudo comprobarse que Bukele no solo es el primer líder latinoamericano en ser recibido por Trump; también es el segundo que llega al Despacho Oval sin corbata. Vestía un traje azul y algo que parecía una camiseta negra, pero ningún reportero le preguntó, como sí le pasó al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, por qué estaba “profanando” tan solemne lugar con una vestimenta informal. Después, ambos tenían prevista una comida organizada en honor del visitante.
Una vez en el Despacho Oval, Trump alabó a Bukele, un “hombre muy joven” y “una pasada de presidente”. “Quiero agradecerte el gran trabajo que estás haciendo”, le dijo a su interlocutor. Esté contestó: “Estamos muy dispuestos a ayudar. Tenéis un gran problema, un problema de terrorismo”. Bukele presumió de haber conseguido que San Salvador “deje de ser la capital del asesinato, como la llamaban los medios” y que El Salvador “se considere el país más seguro del Hemisferio Occidental”, que es como en Washington se refieren al continente americano. “Dicen que hemos encarcelado a miles de personas, pero en realidad hemos liberado millones”, añadió el líder centroamericano. “¡Qué buena frase!, ¿te la puedo tomar prestada?”, pregunto Trump.
Después, ambos se enzarzaron en una conversación ante los medios en la que se elogiaron los avances en “el cierre de la frontera” y también, un tanto extemporáneamente, trataron el asunto de las atletas trans, que la Administración de Trump ha convertido en uno de sus caballos de batalla. Eso desembocó en un cruce en los que ambos presumieron de las mujeres que forman parte de sus respectivos gabinetes.
A la pregunta de cuántos migrantes (la periodista dijo exactamente “delincuentes extranjeros”) piensa deportar la Administración de Trump, el presidente estadounidense declaró: “Tantos como sea posible echar de nuestro país. Todos los que entraron con el incompetente de Joe Biden. Hay millones de personas que están en este país que son peligrosas”.
Poco antes de la llegada de Bukele, la oficina de prensa de la Casa Blanca envió un comunicado titulado “Sin refugio para inmigrantes ilegales delincuentes bajo la presidencia de Trump”, que anunciaba que ambos presidentes se citaban hoy para “mostrar su histórica colaboración para construir un mundo más seguro”. “Gracias a ambos líderes, decenas de asesinos violentos de inmigrantes ilegales, violadores, pandilleros y otros criminales perversos han sido rápidamente sacados de nuestras calles”, añade el texto, que a continuación enumera “una pequeña muestra de los criminales despiadados deportados a El Salvador”, cuatro venezolanos y dos salvadoreños que, según la Casa Blanca tienen vínculos con la banda criminal Tren de Aragua, con origen en Venezuela, o con la pandilla salvadoreña MS-13. El comunicado también incluía nombres de otros 16 hombres, presuntos delincuentes, deportados a otros países.