El efecto de Trump y los errores del correísmo dan el triunfo a Noboa en Ecuador

El efecto de Trump y los errores del correísmo dan el triunfo a Noboa en Ecuador


Los ecuatorianos amanecieron el lunes sumidos en el desconcierto. El presidente, el conservador Daniel Noboa, empatado hasta el último día de campaña con la izquierdista Luisa González, había logrado el día anterior la reelección en segunda vuelta con una ventaja de 12 puntos, equivalentes a casi 1,2 millones de votos. Aún envuelta en el estupor, González, la candidata del expresidente Rafael Correa, enfrentó el descalabro con una denuncia de “fraude electoral grotesco” que no defendió con pruebas ni fue avalado por los observadores internacionales. Incluso desde su propio partido, Revolución Ciudadana, dirigentes de primera línea, entre ellos gobernadores y alcaldes de peso que el domingo acompañaron a la candidata sobre el escenario de la derrota, se apresuraron a reconocer el triunfo de Noboa (por el 55,6% de votos frente al 44,3%). Lo abultado del resultado tiene orígenes múltiples, tan variados como errores autoinfligidos por parte del correísmo, la apuesta por “lo nuevo” y, sobre todo, un inesperado “efecto Trump”.

Ecuador está dolarizado. La guerra arancelaria que tiene al mundo patas para arriba “aquí se vive como un problema propio, porque el ecuatoriano piensa con su dólar en el bolsillo”, dice Caroline Ávila, analista política y académica. En este mundo convulso, Noboa supo ofrecerse como una mejor solución. El 29 de marzo pasado, en plena campaña electoral, el presidente visitó a Donald Trump en su residencia de Mar-a-Lago sin que viniese a cuento. Dijo que no era una visita oficial y que el mandatario estadounidense le había pedido no dar “demasiado detalles”. Los portavoces del presidente ecuatoriano, entre ellos su madre, que es diputada, dejaron trascender que habían hablado de cooperación en seguridad. Allí estaba Noboa, mostrando a sus votantes que tenía llegada directa con la Casa Blanca, y que podría hacer uso de ella en caso de necesidad.

Trump reforzó el vínculo este lunes, con un mensaje de felicitación en el que llamó a Noboa “un gran líder para el maravilloso pueblo de Ecuador”. Del otro lado, el votante se encontró con un correísmo parado en la lucha contra el imperialismo estadounidense. “Luisa [González] no mostró nada. Ante el silencio de la izquierda, la única opción fue una derecha vacía y sin resultados, pero que al menos tenía su foto con Trump. Correa ni siquiera tiene visado y Revolución Ciudadana nunca dijo cómo pensaba resolver su relación con Estados Unidos”, dice Ávila. El republicano ya ha dado ejemplos de que trata mejor a sus amigos, y Noboa lo es.

González sufrió además los efectos de numerosos errores de campaña no forzados. Desde Bélgica, donde está exiliado para evitar una condena por corrupción que considera infundada, Correa “criticó la dolarización y defendió [al presidente venezolano] Nicolás Maduro”, advierte César Febres-Cordero, analista político y editorialista. Ambos son temas muy sensibles en Ecuador y obligaron a la candidata a ponerse a la defensiva. “Entre la primera y la segunda vuelta, Luisa González tuvo un cambio de estilo súbito, con muchos ataques contra la migración venezolana, en un esfuerzo por que el tema de Venezuela no fuese tan tóxico. Y luego la acusaron sin fundamentos de querer desdolarizar”, dice Febres-Cordero.

Noboa supo hacer uso de estos errores. Fue exitoso también en revivir el gran fantasma que persigue al correísmo, el de la corrupción, con la difusión de una serie de audios comprometedores del entorno de la candidata. Durante los últimos días de campaña, aceleró a fondo, aprovechándose de su doble papel de presidente y candidato. “Militó su posición de gobernante”, dice Sebastián Hurtado, presidente de la consultora de riesgo político Profitas. “Entregó bonificaciones en efectivo a cientos de miles de personas, con la excusa de que compensaba daños por derrames de petróleo o inundaciones. Y el caso extremo fue el show armado alrededor de la visita de Trump”, explica.

Estaba allí también el problema de la violencia, el tema que más preocupa en Ecuador. En menos de cuatro años, el país andino pasó de ser una burbuja de paz a encabezar las estadísticas regionales de muertes por homicidio. Noboa llegó al Gobierno hace poco más de un año para completar el mandato fallido del presidente Guillermo Lasso, y en unos pocos días ya había declarado que el país estaba en guerra contra las mafias. Dos días antes de las elecciones del domingo, decretó el estado de excepción y el toque de queda nocturno en siete de las 24 provincias del país y en Quito. Era el presidente de “la mano dura”, aunque sus resultados fueran escasos. El pasado enero fue el mes más violento en la historia de Ecuador, con casi 900 asesinatos. “Fue un error del correísmo no tener un plan claro de seguridad. La mano dura de Noboa no fue exitosa, pero eso no significa que la población la rechace”, advierte Ávila.

Pese a todas estas señales, los analistas no vieron venir el tsunami de votos a favor de Noboa. El resultado se explica por el estancamiento de González en las provincias de la costa, bastiones del correísmo, y una importante pérdida de votos donde Noboa había sido más fuerte en la primera vuelta. Sebastián Hurtado dice que el problema de fondo fue no ver que “Ecuador ya no es el mismo de hace un año”, cuando Noboa le ganó, también, a González en elecciones adelantadas. “Hay un cambio de ánimo político más profundo que todavía no tenemos claro. Noboa estuvo un año en el poder y todavía se lo mira como un líder que recoge la esperanza de cambio y una nueva cara de la política”, afirma.

Para Febres-Cordero, Noboa resultó además “una opción por la calma, en el peor de los casos la de un malo conocido”. “La lógica te dice que un gobernante se desgasta, sobre todo si no hay resultados”, agrega Ávila, “por esto su triunfo no ha sido por lo positivo, sino por los temores de un contexto geopolítico amenazante”. Está claro que el capital político del presidente es escaso, sustentado más en errores ajenos que aciertos propios. Sobre ese escenario, Noboa tendrá ahora el desafío de construir gobernabilidad durante los próximos cuatro años.