sin película de Los Simuladores por ahora, harán una obra que bien podría ser un capítulo de la serie

sin película de Los Simuladores por ahora, harán una obra que bien podría ser un capítulo de la serie


El fútbol, los hijos, el teatro. La amistad que los une desde hace más de 30 años está atravesada por temas que los convocan a la charla sin pausa. Y sin prisa. Diego Peretti (62) y Federico D’Elía (58) compartieron escenario por primera vez en El enemigo de la clase, en 1994, y desde entonces el lazo que los une es indisoluble. El tiempo se detiene apenas se encuentran. Sonrisas, abrazos y palabras. Anécdotas, recuerdos y por momentos, cierta nostalgia.

Diego Peretti y Federico D’Elía están próximos a estrenar El jefe del jefe, en el Paseo La Plaza, con dirección de Javier Daulte, y será la tercera vez que coincidan sobre las tablas -la anterior fue Poliladron-. Pero tienen un recorrido en común en la televisión. El éxito arrollador que fue Los simuladores (que protagonizaron junto a Alejandro Fiore y Martín Seefeld, en Telefe, 2002-2004) vive en la memoria de los televidentes de entonces y de los centennials que los siguen por plataformas digitales. Allí, capítulo tras capítulo, ese grupo de cuatro personas resuelve problemas de sus clientes a través de simulacros.

El jefe del jefe, que se estrenará el 17 de abril, es una obra de teatro. Pero podría ser un capítulo de Los simuladores. “Hay mucha simulación”, reconoce Diego. “Es eso”, acota Federico. “Se contrata a alguien para que cumpla un rol”, agrega.

Gabriel (Federico D’Elía) es el dueño de una empresa en venta; pero cuando la fundó, inventó un presidente ficticio para quitarse de encima el peso de tomar decisiones antipáticas ante sus empleados. Cuando unos compradores extranjeros insisten en negociar cara a cara con el jefe, para no perderse el negocio, se le ocurre contratar a Cristian (Diego Peretti), un actor desocupado, para que simule ser el presidente de la empresa, quien se dispone a asumir su personaje como si se tratase de una actuación consagratoria; permitiéndose ciertas licencias sobre el preciso guion que le fuera encomendado.

Hacía bastante tiempo que Federico no hacía teatro, por una decisión personal: compartir más tiempo con su familia, estar en su casa, cenar con sus hijos. Pero cuando le propusieron protagonizar una obra con su amigo, no dudó en aceptar. “Me sedujo mucho el proyecto. Diego es familia”, resume. A Diego lo atrapó la obra “por su humor simple y a la vez intrincado, absurdo y disparatado”. Y devuelve la gentileza: “Estoy muy contento de trabajar con Fede. Creo que vamos a armar una buena dupla arriba del escenario”.

Los simuladores -serie escrita y dirigida por Damián Szifron– marcó un antes y un después en sus vidas. Y en la historia de la televisión. Cuatro actores se metieron en las casas de muchas familias, que esperaban capítulo a capítulo las misiones que estos socios llevaban a cabo. Desde hace tiempo, se viene anunciando la película, pero todavía no se concretó. “Nos dijeron que Paramount no puede producir en este momento”, explican. Así que el filme de Los simuladores tendrá que esperar.

Miradas cómplices entre Diego Peretti y Federico D’Elía. La relación entre ellos y los otros dos “simuladores” (Martín Seefeld y Alejandro Fiore) permanece intacta. Foto: Emmanuel Fernández

Para Peretti, la selección

Insisten una y otra vez que las charlas sobre fútbol los unen. Son amigos. Desde que se conocieron, nunca más dejaron de serlo. “Y mirá que este es chúcaro, es de los que se esconden”, dice Federico. Pero Diego sólo manifiesta el afecto que siente por su compañero y por su padre, el actor Jorge D’Elía.

Federico: Diego podría haber sido un jugador de selección.

Diego: Yo creo que sí. Obviamente, decidí otro camino a los 15 años. Hubiera sido un buen jugador. Jugué en la prenovena de River Plate, en la calle y en el Campeonato Evita. Y después, mi viejo quiso que sólo jugara en la calle.

Peretti vivía en San Juan y Lima. Cuando era chico, la 9 de Julio no llegaba hasta ahí, la autopista no estaba. Estaba todo en obra. “Y eran grandes porciones de asfalto llenas de tierra. Y ahí jugaba la barra de San Telmo, la de Constitución…”, recuerda. “Se armaban unos partidos… Con pelota de goma”, cuenta. Siguió jugando al fútbol, hasta los 25. “Ahora, no es fútbol lo que hago, pero corro…”, dice. En el 2018 fue panelista de un programa durante el mundial.

D’Elía practicó muchos deportes. “Y cuando me vine a Buenos Aires -es de La Plata-, hice acrobacia y di clases de acrobacia. Tengo una educación deportiva muy grande”, dice Federico. Básquet, vóley, fútbol… Pasó por todos. Se probó en Estudiantes, como arquero, pero lo rebotaron por “bajito”.

Diego es de River y cuando lo invitan, va a ver los partidos. Fede es de Estudiantes de La Plata. Antes iba a la cancha; ya no.

A pesar de que ambos tienen muy clara su vocación actoral, Peretti fue, antes que artista, médico. Su especialidad es la psiquiatría y le sigue despertando interés, por lo menos desde la lectura. Y aunque ya no ejerce -ni tiene vigente la matrícula-, Fede fue su paciente -30 años atrás- cuando durante una obra sufrió un accidente y Diego le dio una inyección. Pero “sin querer”, dejó la profesión de médico.

Para Federico D'Elía, Diego Peretti podría haber sido jugador de la Selección de fútbol. Él acuerda, pero prefirió primero la medicina y luego la actuación. Foto: Emmanuel FernándezPara Federico D’Elía, Diego Peretti podría haber sido jugador de la Selección de fútbol. Él acuerda, pero prefirió primero la medicina y luego la actuación. Foto: Emmanuel Fernández

Pasé a la actuación y dejé de pagar la matrícula médica, sin querer. Un día quise viajar con mi novia al exterior y el Veraz me lo impidió. Y no entendía por qué, si yo pagaba los impuestos. Y era que no había pagado la matrícula y el Veraz me inhabilitaba. Y ahí di de baja la matrícula; pedí licencia y derivé a los pacientes que tenía”, repasa. Fue residente del Hospital Castex y jefe de residentes del Argerich. También estuvo en un programa de prevención en salud mental, en Florencia Varela. Cuando arrancó Poliladron, todavía seguía ejerciendo la medicina.

La tecnología y la plata en mano

El jefe del jefe propone una empresa de tecnología que vende productos que nadie sabe bien cómo funcionan. Sus protagonistas, en la vida real, se reconocen poco tecnológicos. “Es un problema. Lo vivo con mucha angustia. Mi aspiracional es ser tecnológico. Yo veo que los adolescentes sacan un pasaje a Tailandia para pasado mañana con el celular. Y yo tengo que ir al aeropuerto, con la plata en la mano, a la ventanilla, para comprarlo. Se compran a distancia las cosas que quieren. Y yo tengo otro chip”, confiesa Diego. “Me ayuda mi novia, la Tana. Y mi hija”. Aprender en ese rubro le parece que le está vedado.

Según su amigo, no es porque no puede, sino porque no le interesa. “Desde hace dos años estoy aprendiendo inglés con Duolingo, pero no avanzo demasiado. Y me doy cuenta de que es porque no me interesan los idiomas”, reconoce Fede. Con la tecnología siente que se da más maña que Diego. “No me quiero quedar afuera”, dice.

Claro que el que se quema con leche, ve una vaca y llora. Y Diego fue víctima de una estafa, cuando quiso pagar un servicio de internet desde el celular. “Terminé corriendo por Luis María Campos, buscando un cajero automático y siguiendo las instrucciones que me daban por teléfono. Dos años atrás, me sacaron dos millones de pesos. El banco me reconoció un millón y me lo devolvieron. Cuando a la chica del banco le pregunté por el otro millón, se hizo un silencio… como diciendo ‘sos muy boludo’. No me lo dijo, pero fue como ‘un millón te lo damos, el otro lo perdiste por boludo…’”, dice con humor.

Y hay otra. Acaba de filmar una película en Ushuaia. Peretti, estando allí, recibe en su celular mensajes de gente conocida, que lo desconciertan. “Lo siento”. “Si necesitás algo, avisame”. Resulta que hay una fake news que asegura que fue detenido por una declaración que hizo, por poner en peligro el sistema monetario argentino. Pide que se aclare que no es cierto; ya que la noticia circuló y preocupó a sus familiares.

Federico D'Elía dice que se da maña con la tecnología. En las redes, participa de X, pero dice estar aprendiendo a no meterse tanto, ya que a veces se pelea por el fútbol. Foto: Emmanuel FernándezFederico D’Elía dice que se da maña con la tecnología. En las redes, participa de X, pero dice estar aprendiendo a no meterse tanto, ya que a veces se pelea por el fútbol. Foto: Emmanuel Fernández

Diego extraña las carteleras de cine y teatro que salían publicadas en los diarios. “Yo leo el diario en papel y es una ceremonia para mí”, afirma Peretti, que ahora mantiene bastante activo su instagram, que usa para difusión. En cambio a D’Elía le gusta más usar X. “Pero estoy aprendiendo a no meterme tanto, porque a veces me peleo con alguien que no sé quién es, por ejemplo, de fútbol. Y ese no es el mundo”, reflexiona.

La amistad en tiempos de simulación

Compartieron escenarios, pusieron un bar -junto a los otros “simuladores”-, hicieron Los simuladores, y así fueron pasando los años. “Estábamos mucho tiempo juntos”, repasa Fede. “Ibamos juntos al gimnasio, vinieron los hijos… Y aunque cada uno fue haciendo su vida, su familia y sus trabajos, seguimos queriéndonos mucho. Pero fuimos muy pegotes en una época”, dice Fede e incluye no sólo a Diego, sino también a Fiore y a Seefeld.

“Se dio una casualidad muy grande, que es que Teo, uno de los hijos de Fede -tiene tres hijos-, y mi hija, Mora, se encontraron en la vida y no por nosotros. Y son amigos. Se conocieron estudiando teatro”, cuenta Peretti.

“Cuando lo supimos, nos alegramos mucho”, dice Fede. El único registro de que se conocían de antes, son las fotos en las que Teo D’Elía (24) y Mora Peretti (22), siendo bebés, compartieron encuentros. Son hijos de actores y sus padres saben que cuentan con un plus. Se suben a los escenarios y recorren camarines casi desde que nacieron. Y transitan la profesión con una naturalidad que tal vez, otros no. Y aunque Fede es hijo de un actor, e hizo un camino parecido al de su hijo, siente que las nuevas generaciones se desenvuelven con más seguridad. Lo que se hereda no se hurta. La historia continúa y no es simulación.

Cómo es “El jefe del jefe”

En el teatro. "El jefe del jefe" se estrena el 17 de abril, en el Paseo La Plaza, con Diego Peretti y Federico D'Elía en los roles protagónicos. Foto: Emmanuel FernándezEn el teatro. “El jefe del jefe” se estrena el 17 de abril, en el Paseo La Plaza, con Diego Peretti y Federico D’Elía en los roles protagónicos. Foto: Emmanuel Fernández

El jefe no existe. O más bien, existe, pero no se revela como tal ante sus empleados. Entonces contrata a un actor para que asuma ese rol que él no quiere reconocer ante los demás.

Se trata de una comedia de Lars von Trier, basada en la película danesa The Boss of it All (2006), con adaptación teatral original de Jacj McNamara. Con dirección de Javier Daulte, bajo la versión de Ricardo Hornos y Pablo Kompel, y producción general de Kompel, Hornos y Adrián Suar.

“La película tiene el mismo espíritu de la obra, pero por supuesto hay una adaptación. Tiene el vacío del absurdo. No saber de qué va el mundo y seguir avanzando a pesar de eso”, reflexiona Diego. “Es una película bastante marginal”, dice el actor; ambos vieron el filme cuando supieron que harían la obra. Pero no antes.

Diego Peretti y Federico D’Elía son los protagonistas. El elenco se completa con Juan Isola, Ariadna Asturzzi, Andrea Lovera y Cristian Jensen. El estreno está previsto para el 17 de abril en el Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1660. Las funciones serán de miércoles a domingo.