En un extremo de esta historia hay una mujer de 28 años, educada en un tradicional colegio de la colectividad judía de Buenos Aires, madre de dos hijos, vecina de Recoleta. En el otro hay un brujo, que vive en San Pedro del Paraná, Paraguay, y al que los delincuentes le hacen ofrendas para lograr protección.
Una línea insospechada une estas dos figuras en uno de los crímenes más atípicos y herméticos de los últimos años: el de Magalí Levy, atada, golpeada y asfixiada con una bolsa en la cabeza en su casa de la calle Sánchez de Bustamante al 1200 el pasado 7 de marzo.
Con dos detenidos y tres prófugos (entre ellas dos mujeres), el homicidio de Levy parece esclarecido. Y si la cuestión resulta ser como está quedando asentado en la causa judicial, la historia detrás de su muerte mezcla una estafa por celular, un narco de la violenta banda de “Los Sampedranos” de la villa 31 de Retiro, un brujo paraguayo al que le sacrificaron un buey en busca de protección y una caja fuerte que no guardaba el tesoro que los asesinos esperaban.
Todo empezó una semana antes del asesinato con un truco de WhatsApp. Una amiga de Magalí que estaba buscando empleada domestica recibió un mensaje a su celular de alguien que decía conectarse de parte de una conocida. Como suele ocurrir en diferentes estafas, la persona extraña le dio cualquier nombre como referencia y fue su víctima la que terminó – sin darse cuenta- aportando la información correcta.
Una vez logrado esto, lo demás fluyó.
Como la amiga de Magalí ya había conseguido empleada y sabía que ella estaba buscando aun, se la “recomendó” para que ayudara con las tareas de la casa. La amiga -de manera totalmente inocente- le pasó el teléfono (trucho) de una mujer que siempre les dio un nombre falso: Emilse Alegre.
Para ese entonces, gran parte del plan de la banda ya estaba en marcha. Levy recibió el teléfono de la empleada doméstica una semana antes de su crimen y la mujer entró a su casa por primera vez el miércoles 5 de marzo.
“Parece que a ella no le gustó mucho, pero como la otra posible empleada que iba a probar no se presentó la contactó otra vez para que volviera el viernes 7”, explicaron a Clarín fuentes del caso.
Es en este momento que aparece una caja de seguridad en la que la empleada doméstica (cuyo verdadero nombre era Diana González) creyó haber visto una fortuna y que, en realidad, tenía 6.000 dólares, dinero que los asesinos terminaron repartiendo en cinco partes, además de llevarse ropa y otros objetos de valor.

A Levy la ataron, la golpearon y la asfixiaron con una bolsa de basura en la cabeza y cinta de embalar en la boca. Esa mañana había llevado a sus hijos al colegio y cuando no apareció a recogerlos contactaron a su marido, que fue el que la encontró muerta en su casa.
Los investigadores suponen que la torturaron para que les abriera la caja fuerte. Por alguna razón esto no pasó y la mataron. Arrancaron la caja (del tipo que hay en los hoteles) y la abrieron luego en otro lugar con una amoladora.
Según las cámaras de seguridad de la zona, los que entraron al edificio ese día fueron Iván Giménez González (20), el supuesto autor material, detenido en Paraguay el pasado 3 de abril, y Diana González, que quedó grabada usando el uniforme de empleada doméstica.

Como cerebros del golpe tienen pedido de captura internacional Elcira Giménez González (26), hermana de Iván, y su esposo Sixto Amarilla (30). En el caso hay un segundo detenido, Osmar Algarín Brítez (25), quien se entregó a las autoridades y habría ayudado a la pareja a desarmar un aguantadero que tenían en un apart de la avenida Corrientes.
Los Sampedranos y el brujo
Tras el crimen, y dos tandas, todos los involucrados huyeron a Paraguay vía Posadas (Misiones). Se refugiaron en la zona de San Pedro del Paraná y estuvieron al menos dos días en la casa de un brujo.
Con datos aportados por la SIDE de Argentina, policías del Departamento Antisecuestro y Antiextorsión de Paraguay, a cargo del comisario principal Nimio Abel Cardoso Espíndola, llegaron hasta la zona donde descubrieron que el brujo bendecía cada asalto y también ofrecía protección luego de cometidos los robos. En este caso, según contaron los vecinos, sacrificaron un buey.

El lugar elegido para mantenerse ocultos fue Fleitas Cué, una zona copada por las bandas que producen marihuana y que es de difícil acceso para la Policía. Allí Sixto Amarilla se estaba construyendo una casa, que fue allanada. A su vez, en el domicilio de la madre, los hermanos Giménez González se encontraron enterrados 4.000 dólares y parte de la ropa robada a Levy.
Para llegar a esta banda -que se calcula concretó muchos robos similares con anterioridad- fue fundamental el trabajo sobre los teléfonos celulares. Ese análisis lo hizo la SIDE y fue difícil porque todos eran de línea prepaga y los rotaban permanentemente.
A eso hay que sumarle que una de las mujeres había usurpado una identidad y la Policía de la Ciudad estuvo a punto de detener a la verdadera Emilse Alegre y su novio, que no tenían nada que ver.
Pero cometieron un error al cambiar un chip y así se llegó primero a Elcira Giménez González y luego al resto. Con esas identidades se volvieron a revisar las cámaras de la zona y así se descubrió un detalle tremendo: poco antes de ir a lo de Magalí Levy, Elcira y Diana fueron a un supermercado cercano.
Tres cosas: la cinta para amordazar a su víctima, sogas para atarla y velas rojas y negras, como ofrenda al brujo al que se habían encomendado.