“… Naturalmente, en ese tiempo falta algo que fue grave y que lo es, y que ni él ni su amigo de los primeros años, Gabriel García Márquez, han aclarado jamás. Ni él ni sus allegados, de una parte ni de la otra, han explicado hasta el fondo aquel enfrentamiento de violencia ya legendario que los dividió para siempre desde aquella noche en un cine mexicano.
Ni ellos ni sus más cercanos han descendido a los detalles, lo que al final se ha convertido en una señal de enorme respeto mutuo, porque en ningún caso se citaron culpables, inductores u otras circunstancias: ambos han dejado que el suspense digiera (y ha sido imposible) aquel conflicto, pero ninguno puede decir que sabe más que ellos de lo que de veras pasó. Pasó y pasó, la historia se va a comer todas las posibilidades, y aquí no voy a apostar por ninguna.
Nunca, ante nadie, tampoco ante este periodista devenido editor, Mario reveló qué pasó para que su amistad terminara en reyerta, ni Gabo se pronunció sobre ello jamás, hasta su muerte, que selló por su parte (y por la de su familia) la cuestión. De hecho, en ocasiones señeras de sus relaciones rotas, uno y otro dejaron caer, de una manera u otra, sus respetos literarios, y a mí me tocó, como a muchos otros, imagino, escuchar el interés que en épocas de algunas de las enfermedades del colombiano mostraron los Vargas Llosa por sus antiguos amigos.
Mario no escatimó elogios, cuando hubo que hacerlos, al Nobel, y es conocido que este le hizo llegar, seguramente a través de Carmen Balcells, su elogio, por ejemplo, del más impresionante de los penúltimos legados de su antiguo amigo peruano, La fiesta del Chivo.
En una de esas ocasiones, yo mismo estaba con Patricia y con Mario en un viaje inglés en que alguien nos dijo, desde la agencia Balcells, que Gabo estaba en Los Ángeles para ser operado, y que esta debía ser una operación muy delicada… Mario y Patricia hablaron mutuamente de cómo debían comunicarle a la familia de Gabo la preocupación que les inspiraba su estado de salud.
Hubo, al final de la vida cognitiva de Gabo, un nuevo intento de acercamiento, esta vez propiciado por un amigo común de ambos, Héctor Abad Faciolince (…). Mario y Patricia estaban en Cartagena de Indias donde, creía Héctor, que los dos Nobel, los dos gallos de la literatura latinoamericana, se podían encontrar frente a frente… Ya la salud de Gabo se había quebrantado hasta los extremos que son de sobra conocidos: él no reconocía ni a su familia. Héctor le planteó, de todos modos, esa posibilidad de encuentro a Mario a través de Daniel Samper, el escritor colombiano en cuya casa estábamos comiendo… Mario dijo rápidamente que ese encuentro no debía llevarse a efecto porque Gabo ya no sabría, eso era así, a qué persona estaría saludando en esa tan hipotética como difícil ocasión.
Era imposible el encuentro, no lo hubo, no lo habría.
He vivido años lamentándolo, y he pasado decenios también comprendiendo las dos partes del silencio, la de Mario, y la de su familia, y la de los Gabos. Pero hasta ese viaje a Atenas [en que releí Historia de un deicidio, el libro que Vargas Llosa escribió sobre Cien años de soledad] no sentí de veras cuál es la razón por la que yo mismo creo que esa reconciliación no era imprescindible, porque a toda esa retahíla de malentendidos los dos dejaron bastante testimonio de un respeto que está por encima de nuestras ansiedades por saber de veras qué pasó…
Ese testimonio, es, lo llevo diciendo, Historia de un deicidio, el libro que he venido releyendo (¿releyendo? Hacía un siglo que lo había leído, igual tiempo que estuvo marcado como inencontrable por el propio autor) hasta llegar a la capital griega. Debo decir ahora que todo lo que ha pasado se acerca al veredicto de la historia y nada más, y no a la habladuría, que desconozco en la historia de la literatura un abrazo más leal que el que supone ese libro en el queGabo es el héroe y su peana la propone su viejo amigo.
Ahora que ya está en las estanterías de nuevo, porque Vargas Llosa, que a raíz de aquella pelea lo retiró de la circulación, le levantó la veda… Historia de un deicidio ahora ya no forma parte de un secreto, sino que está abierto a quien quiera comprobar la esencia de aquella relación literaria que había sido amistosa… “.
El libro al que alude este extracto será presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires, presentado por Claudia Piñeiro.