Alfredo Le Pera, quien durante cuatro años formaría una sociedad con Carlos Gardel para producir las mejores canciones de la carrera del Zorzal, había nacido en San Pablo, Brasil, el 7 de junio de 1900. Sin embargo, se crió en Buenos Aires, en el barrio de San Cristóbal.
Desde adolescente se inclinó hacia la escritura y la dramaturgia y sus conocimientos rudimentarios de piano le permitieron dedicarse a componer canciones sin dificultad.
Su familia quería que estudiase Medicina y lo hizo durante algunos años hasta que decidió dedicarse al periodismo, escribiendo en El Plata, El Mundo, Última Hora, La Acción y El Telégrafo.
También se destacó como autor teatral con las obras La sorpresa del año, Los modernos mandamientos, Gran circo político y Melodías de arrabal, entre otras.
Era amigo de Alberto Vaccarezza, el autor de sainetes, con quien se encontraba en los cafés de una calle Corrientes aún angosta, en la timba y en las secretarías teatrales.
Cuando estaba noviando con Vicenta Rodolico, su compañera en la Facultad de Medicina, se enamoró de la bailarina Aída Martínez y tras una serie de escándalos que incluyeron la persecución en medio de una función teatral por parte de la novia despechada y su madre, Alfredo decidió romper definitivamente la relación y legalizar su vínculo con Aída.
Pero su amada enfermó gravemente y decidió, a fines de 1927, llevarla a Suiza para que la vieran los mejores especialistas de entonces. Allí la operaron pero a los seis meses murió. Su muerte calaría hondo en el corazón de Le Pera que la recordaría en algunas de sus canciones y en el argumento de El día que me quieras.
En 1929 había viajado a París y al volver a Buenos Aires comenzó a trabajar en la traducción y confección de títulos para películas mudas.
A fines de 1930, por su amistad con Enrique Santos Discépolo, Le Pera viajó a Chile con la compañía de revistas de Mario Benard que integraba Tania. En Santiago compuso junto a Discepolín el hermoso tango Carrillón de la Merced.
Era el debut de Le Pera como letrista de tango. De regreso a Buenos Aires, se consagró definitivamente como autor de letras de tango.
A fines de 1931 volvió a viajar a París, esta vez por su oficio de traductor de películas y con el encargo de comprar algunos filmes para el mercado argentino. Allí se fascina con el ambiente cinematográfico europeo y con las obras de Alfred Hitchcock.
Siguiendo los pasos de una bailarina inglesa de la que se había enamorado, llega a Londres en 1932, donde logra entrevistar al maestro del suspenso, y queda fascinado por la movida teatral londinense, en particular con la obra La coartada de diez minutos, de Anthony Armstrong, de la que hace la traducción. (1)
Allí comenzó a trabajar para Artistas Unidos, traduciendo al español las leyendas de las películas mudas. En París, en el bar Gavarni de la rue Chantal, Edmundo Guibourg habría presentado a Gardel y Le Pera.
“Le dije a Carlos: ‘Yo te voy a presentar un muchacho que podrá servirte de mucho… Algo ha hecho…’. Cuando le nombré a Alfredo Le Pera, me contestó: ‘Yo lo conozco de los cafés de Buenos Aires’.” (2)
La bondad de Carlitos ocultaba que Le Pera había hecho una nota muy dura contra él en un diario porteño y se habían cruzado fuerte por el tema.
1. Ruben Pesce, Alfredo Lepera, en Historia del Tango Volumen 18, Corregidor, Buenos Aires, 2014, pág. 3446.
2. El último bohemio: conversaciones con Edmundo Guibourg: entrevistas de Mona Moncalvillo. Editorial Celtia. 1983. Pág. 119.