¿A qué edad te enteraste de que la chiclosa Funkytown en el estribillo dice “Won’t you take me to” y no “salchicha y ketchup”?
En 1979, pegadizo, insidioso y con una letra nebulosamente irreal, Funkytown vendió millones y clausuró la moda de la música disco. Fue el broche de oro para la era de Stayin’ Alive y Bee Gees. Funkytown estuvo cuatro semanas consecutivas en el Nº 1 del Billboard Hot 100.
El simple más vendido luego sucumbió a la ignominia de los one-hit wonders.
Los movimientos de baile robóticos del viejo videoclip eran todo una novedad. La línea de bajo, un cúter. Trozos de guitarra a lo Prince. Y tecnología. Hoy ya no se parte de la idea de que el ser humano domina a la técnica, sino más bien lo contrario: la tecnología controla ese objeto pasivo llamado individuo.
Pero esto ocurrió cuando terminaba la década del ’70 y se intercambiaban los roles. La música disco había logrado que Freddie Mercury entrara en las discotecas y Queen sonara en Studio 54 con Another One Bites the Dust. Nada de Rapsodia Bohemia y esas faenas operísticas. Por esos días, el barítono en calzas hubiera quedado muy Nadia Comaneci. Mejor Freddie, disfrazate de motoquero -cuero, mostacho- y que en el peor de los casos te confundan con uno de Village People.
Nadie pudo resistirse. Ni el punk, ni los new wavers ni los aficionados al rock tradicional. Funkytown era la bomba atómica de la música disco. El tema dejaba una vara alta para lo que se viniera. Hizo cumbre en 28 países, vendió más de 50 millones de copias y fue la canción que inauguró la sección “One-Hit Wonders” en el Salón de la Fama del Rock and Roll.
La banda fantasma
Todo obra de una banda fantasma, o de “laboratorio” llamada Lipps Inc., grupo prefabricado en Minneapolis. La voz era de una chica muy bonita, ganadora de algún concurso de belleza local. Se llama Cynthia Johnson. Actualmente tiene 69 años. Su nombre no nos dice nada de nada, y eso tiene que ver con el talento cruel del compositor y productor. Dicho de otro modo, la señorita Johnson tuvo un reinado invisible.
Acá entra en escena Steven Greenberg, en ese entonces parecido al Woody Allen de Manhattan, hijo de un magnate, productor discográfico y DJ de fiestas privadas y casamientos. Como algunos de sus colegas, Greenberg también pensó que podría hacer su propia música y lo que le salió es una maravilla que, entre otros cosas, le valió una casa con laguna artificial y animales salvajes.
Video
La verdadera cantante de “Funkytown”, 36 años después
Lipps, Inc. era una pequeña sociedad anónima con algo de empresa offshore, propiedad del tal Greenberg. La firma contaba con una empleada calificada llamada Cynthia Johnson, una voz de gospel descubierta a los 12 años en una iglesia.
La chica, además saxofonista, tocaba en una banda de funk de Minneapolis y trabajaba en el departamento de Policía. En 1979 Greenberg se comunicó con ella para que cantara un demo con cuatro canciones. Ahí estaba Funkytown.
El álbum Mouth To Mouth, de Lipps, Inc. se convirtió en un triunfo imparable gracias al simple de Funkytown. Steven Greenberg era el Spielberg de la música comercial. Todo esto ocurría en la misma ciudad donde Prince ya había sacado dos discos, pero todavía la miraba por TV. Imposible no moverse con Funkytown, su sintetizador Roland Jupiter-4 y esa línea de bajo criminal. Era el Despacito de ese año.
Steven Greenberg idolatraba a Kraftwerk, pero hasta cierto punto. La crítica dijo que la canción era un “funky rígido”.
El video promocional provocó uno de los equívocos menos convencionales de la música popular: la imagen del tema del momento mostraba a una mujer rubia, caucásica mal, ojos bien azules, una chica que podría ser sueca y competidora de ABBA.
Sin verla, mientras cantábamos la traducción en un inglés aproximado, imaginábamos una especie de Diana Ross, de Donna Summer. Tonos afroamericanos detrás de un hit. El video, sin embargo, nos devolvía a esa cuasi albina vestida con el outfit de Xuxa. ¡¿Who’s That Girl?!, nos preguntábamos antes de saber sobre la existencia de Madonna.
Encima la tapa del LP es con mujeres blancas. Todo extraño. Sin embargo lo que ahora nos choca es la verdad: no era la británica Debbie Jenner, convertida en imagen de Lipps, Inc., quien cantaba.
Se habló de “traición”, de “racismo”, de “crueldad”. Recién en 2015 la protagonista verdadera, medio arqueando las cejas, mordisqueando su labio inferior y todo eso del lenguaje del cuerpo, encendió las alarmas en un video perdido en YouTube. Ahí se la ve a Cynthia Johnson, esplendida y de cuerpo entero, cantando el exitazo del siglo pasado.
Nuestro sistema límbico nos había acostumbrado a la rubia prusiana. Exactos diez años atrás, la blancura militante de Greenberg cedió y se pudo ver a la cantante original. Se pudo también saber que Debbie Jenner sólo hacía playback.
La oscura realidad se revelaba ante nuestros ojos con una entrevista hecha, curiosamente, por un influencer argentino. Ella saluda vía Zoom dedicándonos una sonrisa beatífica. La charla es de 2021. “Sí, yo fui la cantante original” y habla del “orgullo” de formar parte de la “historia”.
¿Telón de fondo racista para una canción que quedó en el inconsciente colectivo? Alguien denunció: “Después de años y años se devela la verdad de lo que se sospechaba: la cantante era negra”.
“Usaron a Cinthy y la dejaron en las sombras”, se escribió. “Se sintió como una bofetada en la cara”, dijo ella. “Estrategia de marketing”, fue el argumentó. “Pusieron a una chica de raza blanca porque quedaba mejor para el mercado europeo“.
Cynthia no fue públicamente beneficiada por el éxito. Debbie Jenner se quedó con el crédito de “imagen principal”.
Últimamente la canción se usó en Shrek 2 y en Black Mirror. Nadie se olvidó de Funkytown.
Lipps, Inc. grabó tres álbumes más después de Mouth To Mouth. Ningún tema posterior a Funkytown funcionó. Cynthia Johnson hizo publicidades y sigue vinculada a la música.
La rubia Jenner, famosa por hacer la mímica del hit, se dedica casi exclusivamente a dar clases de Pilates.