el viaje emocional de una periodista en el Vaticano

el viaje emocional de una periodista en el Vaticano

En un café tranquilo de Madrid, Cecilia Agüero habla de su última novela con la serenidad de quien ya ha hecho las paces con la historia que escribió. Nuestros días eternos, publicada por VeRa en marzo de 2025, se adentra en una Roma de contrastes, donde la fe convive con el peso de los secretos. La protagonista, Marlena, es periodista y viaja a la ciudad por trabajo, pero también en busca de respuestas personales, enfrentándose finalmente a su propio pasado.

A través de una narración envolvente, la autora construye una historia sobre el duelo y el poder de las instituciones religiosas en la vida de las personas. Sentada junto a su taza de café, repasa con Clarín el proceso de escritura, las decisiones que marcaron la novela y cómo el escenario romano se convirtió en un personaje más de la historia.

–¿Por qué elegiste el Vaticano y la temática del abuso para tu novela?

–Elegí Roma y la iglesia porque buscaba un tema contemporáneo pero que no se sintiera demasiado actual. No me siento cómoda escribiendo sobre el presente cercano, así que los primeros años del 2000 me parecían una excelente opción, con la distancia suficiente para tratarlo desde una perspectiva histórica. Esta novela nació como parte del Certamen Literario de Novela Romántica VeRa, en 2020, y mi reto era ajustarme a las bases del concurso, que pedían una novela romántica contemporánea. Aunque no me era familiar escribir en este género, me lancé a la aventura, y fue un proceso fluido, sobre todo en un momento de felicidad personal.

–¿Cómo se relaciona Roma con la trama de la novela?

–La ciudad se convirtió en una excusa perfecta para contar la historia. Cuando me mudé a Italia, decidí usar mi experiencia allí como telón de fondo. La muerte del Papa, ocurrida durante ese tiempo, marcó el ritmo de la novela y fue fundamental para el viaje emocional de la protagonista. Además, Roma en primavera, con sus atardeceres y su atmósfera nostálgica, encajaba perfectamente con los temas de crecimiento personal y sanación que quería explorar, tan característicos del siglo XXI y de una sociedad cada vez más enfocada en la búsqueda individual de sentido.

–¿Cuál fue el proceso de investigación para la novela?

–Al ser historiadora, la investigación es una parte crucial del proceso. Leí sobre Roma, sobre el contexto de los 2000, y profundicé en temas delicados, como los abusos dentro de la iglesia, basándome en fuentes como SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests). Fue un proceso intenso, aunque emocionalmente desgastante, pero también muy enriquecedor. También me interesaba capturar cómo era la vida en esa época, cuando no existían los teléfonos inteligentes, pero sí dispositivos como los Blackberry, que marcan una diferencia sutil pero importante en la narrativa. Aunque tengo una opinión formada sobre las instituciones religiosas, traté de no dejarla influir explícitamente en la novela. Mi objetivo era que la trama fuera más allá de mi perspectiva personal, dándole lo que necesitaba. A través de Marlena, exploré cómo, aunque la jerarquía religiosa puede estar corrupta, las personas pueden encontrar consuelo en su fe. Marlena, que nunca fue muy religiosa, experimenta alivio al sentir la presencia de Dios, buscando refugio en la religión tras superar los momentos difíciles en Roma.

–En cuanto a los personajes, ¿cómo creaste a Marlena y su proceso de sanación?

–Marlena es una mujer que atraviesa un proceso de duelo y sanación, y su viaje a Roma es clave para encontrar la paz interior. No es religiosa, pero en su viaje se enfrenta a las contradicciones de las instituciones religiosas y al consuelo personal que aún puede encontrar en la fe. A través de su historia, quería mostrar que la sanación no depende de la iglesia ni de la aprobación de los demás, sino de la capacidad de cada uno para sanar desde dentro.

–¿Cómo lograste despojarte de tu postura personal al escribir la novela?

–Es muy difícil, ya que constantemente me preguntaba: “¿Esto es lo que opino yo o lo que necesita este personaje?”. La literatura no funciona si los personajes piensan igual que el escritor. Me parecía más interesante explorar cómo ven el mundo de manera diferente a mí, ponerme en sus zapatos y entender sus perspectivas.

–En los tres años desde que finalizaste el libro hasta que se publicó, ¿sentiste la tentación de cambiar algo?

–Sí, cuando me dieron el visto bueno para la publicación, realicé algunos ajustes, pero elegí no cambiar la historia. Modifiqué detalles pequeños, como una escena donde un personaje intentaba estacionar en el Parque Villa Borghese, algo imposible debido al caos de la zona, que entendí tras visitar Roma.

–La protagonista enfrenta un duelo y una búsqueda personal que la lleva al Vaticano. ¿Qué querías explorar sobre el poder de las instituciones religiosas?

–Aunque no soy fan de la iglesia, respeto la religión. Quería mostrar la hipocresía de las instituciones religiosas, que son más políticas que espirituales, y explorar cómo puede coexistir el consuelo que ofrecen a las personas con la manipulación y el encubrimiento de abusos. Este tema no es el foco principal de la novela, pero quise abordarlo de manera que invitara a la reflexión. En la historia, el cardenal involucrado se muestra indiferente, lo que refleja la falta de empatía de las altas esferas. Me interesaba el contraste entre ese poder y la vulnerabilidad de los personajes, y cómo la protagonista utiliza los eventos externos, como la muerte del Papa, para emprender un viaje personal de sanación. En un contexto de caos e incertidumbre global, Marlena encuentra su propia certeza: es capaz de cerrar un ciclo y comenzar de nuevo. La conmoción mundial se convierte en el vehículo de su transformación personal.

–¿Cómo trabajaste el cambio de Beni, de un hombre malhumorado a uno más amable?

–Beni necesitaba un viaje interior, pero sin opacar a la protagonista. Como en toda novela romántica, el personaje masculino debe atraer, pero quería mostrarlo como un hombre enojado consigo mismo y su entorno, y cómo, a pesar de parecer irredimible, pasa por un proceso de transformación. Al principio, es agresivo y difícil de redimir, pero poco a poco, gracias a su interacción con Marlena, empieza a sanar y a reconocer su vulnerabilidad, algo que en ese contexto social de 2005 no era fácil para los hombres. En aquella época, la masculinidad aún estaba marcada por la dificultad de expresar emociones, y Beni es un reflejo de eso. Él se ve en Marlena, solo que ella sí expresa su dolor, mientras que él lo reprime. A lo largo de la historia, descubre que guardárselo no lo hace más fuerte, sino todo lo contrario. En ese proceso, los personajes se acompañan y crecen juntos.

–¿Hubo algún momento inesperado en la historia o el romance entre Beni y Marlena fue una idea inicial?

–Mis novelas siempre toman rumbos inesperados. Cuando comencé a escribir, tenía claro el lugar y el tiempo, pero no sabía cómo se desarrollaría todo. No soy de seguir una estructura rígida, me dejo llevar por lo que la historia me pide. En este caso, aunque al principio pensé en un enfoque más policial, la trama fue evolucionando por sí sola.

–¿Qué fue lo que más te gustó escribir de la novela?

–Sin duda, el final. Quería darle un toque frenético y trascendental. Lo que más disfruté fue plasmar la sanación de Marlena, que no dependía de la aceptación de la iglesia o el arrepentimiento de los culpables, sino de su propio proceso personal. Cuando llegó el momento de enfrentarse a los responsables, entendió que no podía controlarlo, pero eso fue liberador. La escena con el niño fue clave para mí, ya que simboliza su redención personal. Desde el principio supe que el momento en que ella hiciera clic vendría a través del único niño de la novela. Él le muestra que, a pesar de la historia horrible con su hermano, podía seguir viviendo, que era posible superar el pasado. Esa escena de diálogo fue la que más disfruté escribir, porque ahí está el verdadero hecho trascendental.

–¿El niño fue una idea que tuviste desde el principio?

–Sí, siempre supe que debía ser un niño quien ayudara a Marlena a sanar. Dado que abordaba temas relacionados con la iglesia, quería que ese niño fuera el vehículo de su redención, simbolizando que se puede superar el dolor y ayudar a otros, incluso a través del sufrimiento propio.

Cecilia Agüero básico

  • Es escritora e historiadora argentina, nacida en Buenos Aires en 1994.
  • Su carrera comenzó con novelas juveniles y, posteriormente, se adentró en la narrativa adulta con obras como Tu luz en mis manos (2022), Donde habita la tormenta (2023) y La canción de las hermanas (2022), que se desarrolla en el contexto de la peste negra en Inglaterra.
  • En la actualidad, reside en Madrid, donde continúa con sus estudios de posgrado y desarrolla nuevos proyectos literarios.
  • Nuestros días eternos, su primera novela bajo el sello VeRa, fue finalista del Certamen Literario Lidia María Riba y se publicó en marzo de 2025.

Nuestros días eternos, de Cecilia Agüero (VeRa).