“Ante los abusos, especialmente los cometidos por miembros de la Iglesia, no basta pedir perdón”. Son las palabras del papa Francisco en el video con su intención de oración realizada en marzo de 2023. Luego de su controvertida visita a Chile en 2018, el Sumo Pontífice mostró una actitud más confrontativa e impiadosa para aquellos miembros de la Iglesia que fueron denunciados por abuso que se continuó hasta sus últimos días al frente del Vaticano.
“Pedir perdón es necesario, pero no basta”, reconocía el Obispo de Roma. “Pedir perdón es bueno para las víctimas —prosigue—, pero son ellas las que tienen que estar ‘en el centro’ de todo. Su dolor, sus daños psicológicos pueden empezar a sanar si encuentran respuestas; acciones concretas para reparar los horrores que han sufrido y prevenir que no se repitan”, expresó con esa mezcla de vergüenza y sensatez, pero sabiendo que reconocer es el primer escalón para intentar combatir esa nube negra que persigue a la Iglesia.
“Es la Iglesia la que debe ofrecer espacios seguros para escuchar a las víctimas, acompañarlas psicológicamente y protegerlas”, señaló el papa Francisco. En ese sentido y durante un diálogo con un joven que fue víctima de abuso, el Sumo Pontífice expresó su dolor por esos hechos y de modo detallado les dio a conocer todo lo que se está haciendo para combatirlos, porque, al menos en la Iglesia, “estos casos de abusos con menores no prescriben. Y si por los años prescriben, yo levanto la prescripción automáticamente. No quiero que esto prescriba nunca”, concluyó.
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Cambios
El 12 de abril de 2014 el Papa recibió en el Vaticano a una delegación de la Oficina Internacional Católica de la Infancia (BICE, por su sigla en francés), una ONG católica que desde hace más de 60 años trabaja en todo el mundo al servicio de los niños. Durante el pronunciamiento volvió a mencionar su intención de afrontar el tema: “La Iglesia es consciente de este daño; es un daño personal y moral de ellos, hombres de Iglesia”, aseveró Francisco y aseguró: “No vamos a dar un paso atrás en lo que se refiere al tratamiento de estos problemas y a las sanciones que se deben poner, al contrario”. “Creo que debemos ser muy fuertes. Con los chicos no se juega”, subrayó el Pontífice.
Al año siguiente el papa Francisco instó a los obispos a garantizar la seguridad de los menores en las parroquias. Durante su discurso enfatizó que deben ser “casas seguras” para las familias, y les recordó que “no hay absolutamente lugar en el ministerio para quienes abusan de los menores”.
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De película
En la historia de la Iglesia hubo sacerdotes que, camuflados y amparados por la religión, saciaron sus apetitos sexuales con víctimas que llegaban dañadas y con la esperanza de poder confiar en esa autoridad que se escondía detrás de la túnica blanca.
En el caso de la película Spotlight, basada en una investigación real realizada por el Boston Globe en 2002, donde expusieron que una inmensa cantidad de curas abusadores que la Iglesia terminaba ocultando a través del cambio de radicación del cura y una compensación económica para (algunas de) las víctimas. La investigación del Boston Globe donde evidenció reiterados casos de encubrimiento eclesiástico ante casos de abuso. Esta investigación sacó a la luz un informe de casos de abuso entre 1950 y 2018 tuvo 20 mil menores y 7 mil miembros del clero involucrados.
Caso Karadima de Chile
Luego de trascender las denuncias del cardenal Theodore McCarrick por casos de abusos en los que se lo involucró durante la década del 70, el papa Francisco en 2019 decidió expulsarlo. La reacción no fue impulsiva, tenía un antecedente inmediato: el caso Fernando Karadima en Chile.
Durante la visita del papa Francisco al país trasandino surgió una ola de denuncias contra distintos miembros del clero —entre ellos Fernando Karadima—. La primera reacción del papa Francisco, durante una visita oficial en 2018, fue exigir “evidencias” a las víctimas y calificar de “calumnias” todas las imputaciones.
Sin embargo, después de que enviados vaticanos visitaran el país ese mismo año en diferentes oportunidades, Bergoglio reconoció una “cultura del abuso y encubrimiento” en Chile. A pesar de ello, Karadima falleció a los 90 años sin haber cumplido una condena efectiva y, tan solo siendo expulsado en 2018 de la institución.
Fue tal el daño que ocasionó el sacerdote Karadima que el periodista Juan Carlos Cruz, el médico James Hamilton y el doctor en Filosofía José Andrés Murillo, que dirige la Fundación para la Confianza y lucha contra el abuso sexual infantil, publicaron el lunes siguiente de su fallecimiento: “Ha muerto Fernando Karadima, exsacerdote católico que abusó sexual y espiritualmente de muchas personas, entre ellas, nosotros”.
Tras la expulsión de Karadima, se supo que más de doscientos miembros de la Iglesia chilena fueron objeto de investigaciones por 150 casos de agresiones sexuales. Más de 240 víctimas fueron identificadas, 123 de ellas menores. En una controvertida visita a Chile en 2018, el papa Francisco fue acusado de no querer tomar medidas, apoyando a un obispo acusado de haber ocultado los crímenes atribuidos a Karadima. El Pontífice entonó un mea culpa y en Roma aceptó la dimisión de siete obispos chilenos.
En noviembre de 2020, tras la divulgación la víspera del informe sobre el excardenal Theodore McCarrick, el papa Francisco volvió a manifestar su solidaridad con las víctimas de abusos sexuales cometidos por religiosos y reiteró el compromiso de la Iglesia para erradicar la pedofilia.
Reforma del Código Canónico
Durante el mes de junio de 2021 el Sumo Pontífice endureció las leyes contra los abusos sexuales en una histórica reforma del Código Canónico. La pederastia pasó a ser considerada un delito contra la dignidad humana. También se criminalizaron los abusos sobre adultos. Tras años de escándalos en numerosos países, el papa Francisco endureció las leyes contra los abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica en una histórica reforma del Código Canónico.
Días mas tarde, el propio Francisco nombró secretario pro tempore de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores al P. Andrew Small, antiguo director nacional de las Obras Misionales Pontificias en Estados Unidos.
En casa de herrero
El caso de la Argentina es particular. Teniendo al excardenal Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice las denuncias deberían contar con una celeridad ejemplar. Desde la condena a Julio César Grassi hubo 128 miembros de la Iglesia católica denunciados por abuso sexual, de los cuales 31 fueron condenados por la Justicia, 28 expulsados del Estado Clerical —máxima sanción de la Iglesia—, once condenados por la Justicia que también fueron expulsados del sacerdocio y seis monjas denunciadas.
A pesar de estos números y las condenas, Justo José Ilarraz (condenado a 25 años de prisión), Julio César Grassi (condenado a 15 años de prisión con sentencia en la Corte Suprema) y Horacio Corbacho (condenado a 45 años de prisión en la causa por abusos en el Instituto Próvolo de Mendoza) continúan siendo “sacerdotes” para la Iglesia católica.
El caso Grassi
El 23 de octubre de 2002, otra vez los medios fueron los artífices de desenmascarar lo que el poder político y eclesiástico ocultó. En esa oportunidad, Telenoche Investiga de Canal 13, puso al aire tres adolescentes que denunciaron a Julio César Grassi. Los jóvenes habían sido víctimas del sacerdote dentro de su fundación “Felices los niños”, un predio de 65 hectáreas en Hurlingham, que depende del obispado de Morón, provincia de Buenos Aires.
“Que se lo haya condenado es muy importante, hay pocos antecedentes en el mundo donde personas tan poderosas cumplan la condena. El cumplimiento de una condena efectiva fue muy reparador para las víctimas”, dijo Juan Pablo Gallego, abogado de la querella.
Enrique Stola, el psiquiatra que atendió a dos adolescentes víctimas del cura, sostuvo que el caso “fue un antes y un después no sólo en las denuncias contra la Iglesia, sino también en los abusos que ocurren a nivel intrafamiliar. Se empezó a hablar en toda la sociedad del abuso sexual de las infancias”.

El cura César Grassi llegó a tener 17 hogares distribuidos en todo país por los que transitaron más de 6 mil niñas y niños. El mediático cura se paseaba por los canales haciendo alarde de su moralidad y de la protección de esos chicos, lo que lo llevó a encabezar campañas de donaciones en estudios televisivos como los de Mirtha Legrand y Susana Giménez.
Luego de varios años de juicio, en junio de 2009 el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°1 de Morón condenó a 15 años de prisión a Grassi por dos hechos de abuso sexual y corrupción agravada de menores. Mientras que lo absolvió del resto de las otras acusaciones.
El 20 de septiembre de 2010, el TOC N°1 le concedió la libertad a Grassi hasta que la sentencia quedase firme. Recién en 2013 la Suprema Corte bonaerense ratificó la condena y ordenó su detención. El cura fue llevado a la Unidad Penitenciaria Número 41 de la cárcel de Campana, en la provincia de Buenos Aires. Cabe destacar que, a pesar de la condena judicial, desde la Iglesia jamás le sacaron el cargo de cura.
El 21 de marzo de 2017, la Corte Suprema de Justicia de Nación desestimó por unanimidad diversos recursos presentados por la defensa y dejó firme la sentencia.