Buenos Aires despide a Francisco con una misa multitudinaria y una procesión por la ciudad

Buenos Aires despide a Francisco con una misa multitudinaria y una procesión por la ciudad


Los cantos de la liturgia católica se confundían con los tambores y los redoblantes de las organizaciones populares. El recato religioso convivía con el atrevimiento del festival. La alegría bailaba a un paso de la tristeza compartida; cerca del sacramento humeaban choripanes. Con sus contrastes sociales y culturales reunidos en la histórica Plaza de Mayo, los argentinos le dieron este sábado el último adiós al papa Francisco. Pocas horas después de que se realizara el funeral del pontífice en el Vaticano, miles de personas confluyeron frente a la Catedral Metropolitana de Buenos Aires para escuchar la misa celebrada en homenaje a Jorge Bergoglio y para marchar, luego, por distintos puntos de la ciudad simbólicamente vinculados con el Papa fallecido el lunes pasado.

Desde la mañana, banderas y pancartas de agrupaciones sociales, religiosas, políticas y sindicales cubrieron con sus colores la plaza, el corazón de Buenos Aires. Muchas reproducían frases pronunciadas por Francisco o proponían consignas inspiradas en su prédica. “Una iglesia pobre para los pobres”, pedía un cartel. “Nadie se salva solo”. “Abracemos a los pibes y pibas que caen”. “Sueñen en grande”. Y unas palabras que, cada vez que fueron pronunciadas, cosecharon aplausos: “Una iglesia para todos, todos, todos”.

La misa comenzó cerca de las 10, bajo un radiante sol de otoño. “Lloramos porque se murió el padre de todos”, dijo el arzobispo Jorge García Cuerva, desde el altar instalado en las escalinatas de la Catedral donde vivió y ofició Bergoglio hasta 2013, cuando fue llamado a Roma. “Francisco se ocupó de los más frágiles, tuvo predilección por los últimos, por los marginados, por los enfermos, por los descartables de la sociedad”, dijo. También destacó que el Papa “desenmascaró proféticamente a varios demonios que hacen sufrir mucho a la humanidad”, entre los que citó a la guerra, la exclusión social, “la cultura del descarte y la indiferencia”, “la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos, de latigazos verbales”, lo que Francisco llamó “el terrorismo de las redes”.

La peregrinación partió desde la Catedral Metropolitana.

Cientos de sacerdotes y religiosos, autoridades y funcionarios de todo el país, junto a más de 70 delegaciones diplomáticas, escuchaban al arzobispo en primera fila, en una suerte de palco preferencial. Detrás, sobre la calle y sobre la plaza, se desplegaban los fieles que habían llegado por su cuenta y quienes se habían movilizado organizados. La gente ocupaba aproximadamente la mitad de la plaza y el vasto operativo montado en los alrededores, con pantallas, baños químicos y puestos de hidratación, parecía decir que se había esperado una mayor concurrencia.

Los rostros, los cuerpos, las ropas presentes comunicaban el origen social diverso de los manifestantes, así como las notorias diferencias de edad: había desde niños hasta ancianos. “El Papa siempre nos tuvo presentes a los pobres, por eso no lo vamos a olvidar”, comentó Carlos, un vendedor ambulante de 44 años, llegado desde la localidad de Moreno con su termo y su mate entre manos, como tantos otros. “A los jóvenes nos pidió que hagamos lío y lo vamos a hacer”, sonrió, cómplice, Martín, joven integrante de una de las numerosas organizaciones de scouts que participaron de la movilización. Ya era el mediodía, la misa había concluido y, mientras se realizaba una multitudinaria ronda en torno a la plaza, las pantallas y los parlantes reproducían imágenes y palabras de Francisco.

Un muñeco del papa Francisco en las afueras de la Catedral de Buenos Aires.

El ritmo de la jornada estuvo a cargo de las organizaciones populares, la mayoría arribadas desde los suburbios de Buenos Aires. Sus bombos y redoblantes casi no pararon de sonar ni sus integrantes de bailar. Ellos serían también, junto a las comunidades parroquiales, los principales protagonistas de la caravana que partió desde la Plaza de Mayo pasadas las 13. La llamada “peregrinación por los lugares del dolor” fue organizada por el Equipo de sacerdores de Barrios populares y de villas y por la Familia Grande del Hogar de Cristo, una federación de entidades que trabajan en la prevención y la atención de adicciones y que recibió fuerte apoyo del Papa argentino.

El recorrido unió seis lugares de valor simbólico asociados a la figura de Francisco, tanto a sus pasos por la ciudad como a su enseñanza de “mirar desde la periferia”, según explicó el sacerdote José Pepe Di Paola. Portando imágenes de Francisco, la ruidosa procesión se desplegó a lo largo de cientos de metros y paseó su alegre homenaje por la Casa Mamá Antula, la Plaza Constitución, por hospitales, una cárcel, un hogar para adictos y necesitados, para terminar en la Parroquia Virgen de Caacupé, ubicada en una de las zonas más pobres de la ciudad, la villa 21-24, adonde Bergoglio solía presentarse para visitar a sus habitantes. A su paso, la marcha hizo oír sus vivas a Francisco a través de la ciudad donde él nació y vivió la mayoría de sus 88 años. La caravana la cerraba un grupo con un cartel que pedía: “Que nadie quede tirado”.