São Paulo, un gran hermano de 25.000 cámaras y reconocimiento facial contra el crimen

São Paulo, un gran hermano de 25.000 cámaras y reconocimiento facial contra el crimen


El fugitivo probablemente se sentía protegido por el anonimato que ofrece una ciudad de 12 millones de habitantes como São Paulo (Brasil), más poblada que muchos países. Germano Euclides Paciência, de 48 anos, parecía uno más, un tipo anodino. Camiseta roja, pantalón corto azul y gorra blanca. Pero, tras esa fachada, se ocultaba un violador prófugo desde 2018 tras ser condenado a ocho años de cárcel. Su huida concluyó el viernes 7 de febrero. Enfilaba un paso elevado hacia un centro de salud municipal cuando una cámara escaneó los rostros de los transeúntes y, con un motor de inteligencia artificial, cotejó en un instante esas imágenes con una base de datos de fugitivos. ¡Bingo! Saltó la alerta en un edificio del centro de la São Paulo, en el corazón del vasto sistema de vídeovigilancia que ha convertido la ciudad más populosa del hemisferio sur en un colosal gran hermano.

Es una red gigantesca con unas 25.000 cámaras que graban día y noche, parte de ellas privadas, bautizada Smart Sampa (Sampa inteligente). Seis meses después de su implantación, el alcalde, Ricardo Nunes, está entusiasmado con los resultados. Hasta este viernes, 1.044 fugitivos detenidos (asesinos, violadores, ladrones de celulares, un miembro de la mafia china…) además de 2.289 delincuentes apresados in fraganti y 60 desaparecidos localizados. Y todo ello, destacaba Nunes en una reciente entrevista, “sin pegar un solo tiro” y “sin un solo error”.

Smart Sampa es la niña bonita de su segundo mandato. La principal apuesta de este aliado del expresidente Jair Bolsonaro para combatir el crimen y gestionar la seguridad pública, la preocupación prioritaria de los paulistanos.

El arresto del fugitivo Paciência ilustra cómo funciona el sistema. Una vez salta la alerta en la central, la policía confirma que la orden de prisión está vigente y avisa por radio a las patrullas más próximas al sospechoso. En este caso, tres agentes de la Guardia Municipal arriban al ambulatorio 16 minutos después de que llegue el prófugo y dé match. Los uniformados, uno de ellos con el arma desenfundada, pero casi oculta a la vista, cruzan una sala de espera ante la mirada de varias mujeres con bebés en el regazo, según las imágenes grabadas dentro del centro de salud. En menos de un minuto, salen con el sospechoso detenido, rodeado pero sin esposas.

El sistema lo gestiona un consorcio de empresas brasileñas que usa un software impulsado por inteligencia artificial llamado Find Face (encuentra la cara) de la empresa Ntechlab, con sede en Rusia. Cada detención queda reflejada en el prisionómetro, un panel electrónico colocado ante la sede de Smart Sampa, en el centro histórico de São Paulo.

El regidor explica, en la sala de operaciones de Smart Sampa, que se inspiró en las experiencias de ciudades como Londres, Buenos Aires o Miami, que redujeron drásticamente los delitos con un trío de medidas: aumentar los agentes, mejorar la renta y tecnología. Dice que, adoptadas las dos primeras, abordó la tercera: “Cuando yo tengo aquí el Comando Vermelho, los Amigos de los Amigos, el PCC…”, enumera poderosos grupos del crimen organizado, “y una situación en la que un número enorme de prófugos están andando impunemente por la ciudad, es imposible que la policía esté abordando a todo el mundo. La única manera de sacarlos de la circulación para proteger a la sociedad, y colocarlos donde la justicia decidió que estén, es mediante la tecnología”.

Un oficial opera las cámaras de vigilancia en el interior del centro de control.

Tras las reticencias iniciales, el equipo del alcalde recalca que, para evitar fallos, han adoptado un protocolo estricto por el que la alarma solo salta cuando la coincidencia (entre las facciones del transeúnte y las del fugitivo) supera el 92%.

Pasito a pasito, el reconocimiento facial se ha colado en la vida de millones de brasileños. Primero, asomó en las porterías de las torres de viviendas de las grandes ciudades en nombre de la innovación y el ahorro de costes. De un día para otro, sustituyó a porteros de toda la vida. Luego, apareció en el banco y, en nada, posar para una cámara y dejar el DNI es ya un trámite rutinario para entrar en muchos edificios.

En São Paulo, el ayuntamiento ya tiene monitoreados los centros de salud, los sociales y las áreas externas de las escuelas. Y ha comenzado a colocar cámaras en los autobuses urbanos, “así, si un viajero importuna a una mujer, lo detendremos”, apunta el regidor. Al despliegue se suman cada vez más las empresas privadas, que alimentan con sus cámaras al sistema municipal. Cuenta exultante el alcalde Nunes que la patronal de los supermercados, con 7.300 unidades en la ciudad, acaba de ofrecerse a colaborar. Y cada poco recibe a alcaldes que quieren conocer las tripas de este gran hermano.

Algunas de las cámaras instaladas en las calles de São Paulo.

Más de un tercio de los 212 millones de brasileños son potencialmente vigilados con sistemas de reconocimiento facial, en nombre de la seguridad pública, mediante 376 proyectos implantados por ciudades de todo Brasil, según el Centro de Estados de Segurança e Cidadania (CESeC). Incluso en ese contexto Smart Sampa supone un hito por la magnitud de la red.

Para el investigador del CESeC Pablo Nunes, “la idea del prisionómetro y esa espectacularización de la vigilancia vía tecnología de reconocimiento facial es muy nuevo. Plantea el interrogante de si este será un punto de inflexión en la narrativa de los próximos proyectos”.

Los estadios de fútbol y las grandes aglomeraciones del carnaval han sido bancos de pruebas para una tecnología que ha tenido algunos fallos sonoros. A Nunes (sin parentesco con el alcalde) le preocupan los errores que el reconocimiento facial comete con las personas negras y otros colectivos poco representados entre la materia prima con la que entrenan a los algoritmos. Menciona un estudio realizado en EEUU que reveló que, con hombres blancos, el reconocimiento facial yerra en menos del 1%; con mujeres negras, un 34%. Enfatiza el investigador que menos del 1% en el enorme universo de los monitoreados son muchos miles de personas erróneamente abordadas.

Vista de una cámara de seguridad desde el centro de control.

El alcalde Nunes responde con desdén a cualquier mención sobre los recelos de organizaciones de la sociedad civil: “Esas entidades no tienen ninguna legitimidad. El 98% de los 12 millones de vecinos aprueba Smart Sampa. Eso pesa mucho más que cualquier organización que junta a media docena de personas para poder criticar”. Añade que el sistema está fiscalizado por el Ministerio Público, que hay un consejo rector….

Las imágenes grabadas por las cámaras de Smart Sampa se conservan durante 30 días. El sistema también sirve para localizar personas desaparecidas y vehículos robados o cuyos dueños están en busca y captura, para auxiliar a las mujeres maltratadas con orden de alejamiento o movilizar a los bomberos cuando una tormenta tropical derriba árboles… Cuesta 10 millones de reales al mes (1,7 millones de dólares).

Una de las cámaras de seguridad instaladas en el centro de São Paulo.

São Paulo está lejos de las peores tasas de violencia en Brasil porque aquí no hay conflicto entre bandas criminales, es territorio dominado por el PCC. Pero el robo cotidiano de teléfonos celulares y varios casos sonados de asaltos en barrios tranquilos que acabaron en asesinato han disparado el miedo. Ese es uno de los motivos por los que la privacidad resulta secundaria para la mayoría.

Pero Rafael Zanatta, codirector de la ONG Data Privacy Brasil, vislumbra varios riesgos que quizá no sean evidentes ahora. Explica que Brasil ofrece materia prima de excelente calidad para entrenar a la inteligencia artificial porque tiene una población enorme con una diversidad étnica difícil de encontrar en otro país. Brasileños que parecen alemanes, nigerianos, coreanos, marroquíes o portugueses. “Y en una metrópolis como São Paulo, la cantidad de conductas que ocurren en el espacio público es enorme: el vendedor de perritos calientes, la madre que ha perdido al niño, un acosador sexual a la caza de mujeres, un exhibicionista, alguien que vende droga en una esquina o alguien que espera a otra persona. “Son muchas conductas humanas disponibles para ser catalogadas. Y ahí está el negocio, tecnología predictiva. Esas empresas están mirando al mercado de 2035”, afirma en referencia a compañías como Edge Goup, de Emiratos Árabes Unidos, que acaba de firmar un contrato con el Gobierno estatal de São Paulo para vídeovigilancia. Por ahora los sistemas estatal y municipal funcionan de manera independiente, pero Data Privacy Brasil advierte de que una hipotética integración podría abrir la puerta a que empresas privadas se lucraran gracias a esa valiosa materia prima obtenida en aras de la seguridad pública.

Policías observan con atención las cámaras desde el centro  Smart Sampa.

El discurso municipal es ‘quien no ha delinquido no debe preocuparse’. Para el concejal de seguridad de São Paulo, Orlando Morando, “la gente ya ha aprendido a convivir” con la vídeovigilancia. “Quien tiene miedo es el criminal, el ladrón”, afirma categórico. “Tengo la convicción de que el ciudadano de bien está feliz por estar siendo grabado y monitoreado”, dice. Morando propone una nueva versión del lema que acompaña a tantas cámaras en ascensores y shoppings: “Sonría, usted está siendo protegido”. El alcalde de São Paulo sueña con cuadriplicar las cámaras hasta 100.000 para cuando acabe su mandato, en 2028.