Núñez Feijóo y ‘La familia de la tele’, vulgaridad y provocación | Televisión

Núñez Feijóo y ‘La familia de la tele’, vulgaridad y provocación | Televisión

Sobre el ya tradicional dilema de si la ficción supera a la realidad, o viceversa, está claro que es la realidad la que triunfa: ninguna serie, y hubo varias, sobre grandes apagones superó el que hubo el lunes en la península Ibérica, sobre todo porque lo ocurrido en España y Portugal se desarrolló en tiempo real, mientras que el cine tiene la capacidad de utilizar el tiempo a su antojo. De una escena a otra pueden pasar años pero recorrer en un coche un par de kilómetros en una gran ciudad pudo durar 90 minutos, el equivalente a un largometraje. Del cine y la vida, y de otras muchas cosas, dejó constancia Woody Allen en su La rosa púrpura del Cairo.

Y si Allen ha demostrado su capacidad de análisis e inventiva para diseccionar los sentimientos y el entorno social en el que se mueven sus personajes, hay individuos en la vida real que demuestran su torpeza analítica y la vulgaridad de sus comentarios. Es el caso, por ejemplo, de Nuñez Feijóo que no veía “razonable que el Ejecutivo no haya informado a la ciudadanía en las primeras horas del apagón” cuando el Presidente del Gobierno ya había declarado públicamente “que los especialistas aún no han podido determinar sus causas”. Es lo que tiene ir a piñón fijo: suceda lo que suceda la culpa es del Gobierno, una táctica tan elemental como vulgar fue que el ya citado presidente del Partido Popular añadiera en sus declaraciones que “hay que movilizar todos los recursos para atender a las personas que hayan tenido o tengan problemas”. Ya tenemos un candidato a Premio Nobel.

Claro que no todo fueron malas noticias en la caída a cero del sistema eléctrico. Se aplazó el desfile inaugural de La familia de la tele, programa de La 1 de TVE. Añadir a su programación las opiniones de las afamadas Belén Esteban, que alcanzó una gran popularidad por desgañitarse para que Andreíta se comiera el pollo, o de la no menos afamada María Patiño, no deja de ser una provocación al buen gusto, y si se añade la ocurrencia de que llegarían a la sede de la cadena en carroza con un millar de personas convocadas como público y 200 bailarines, está claro que los artesanos de las fallas, en comparación con los mencionados familiares, son tan selectos como los componentes del círculo de Bloomsbury.