¿Se puede programar bien sólo con pedirlo en voz alta?

¿Se puede programar bien sólo con pedirlo en voz alta?

Durante la última década el pedido de incluir la enseñanza de programación en todos los niveles educativos (¡inclusive en Jardín de Infantes!) se oyó con fuerza en todo el mundo, incluida la Argentina.

La razón era clara: saber escribir código parecía la llave de acceso a empleos muy bien remunerados y a un futuro laboral lleno de oportunidades. Sin embargo, el avance vertiginoso de la inteligencia artificial también alteró esa profecía y hoy la programación, tal como la conocíamos, está en crisis y su futuro terminó en el ojo de la tormenta.

Y es que hasta hace poco ingresar al mundo de la tecnología implicaba dominar lenguajes complejos, que requerían no sólo estudiar carreras técnicas, sino mantenerse todo el tiempo actualizado y participando de espacios como los bootcamps o hackatones.

La irrupción de las herramientas de inteligencia artificial generativa como GitHub Copilot, Claude Code o ChatGPT en los últimos tres años cambió rotundamente este panorama y puso en tela de juicio el valor de esta disciplina.

Hoy es posible construir aplicaciones o automatizar tareas sin necesidad de escribir una sola línea de código. Se trata de un fenómeno llamado “vibe coding”, en donde programar se convierte en algo más parecido a describir una intención o dar instrucciones sueltas que a redactar código tradicional.

Es tan fácil como tipear: “Quiero una página web que se vea linda, que tenga un fondo con color pastel, y que muestre la temperatura y el clima actual de mi ciudad. Usá una API gratuita para obtener los datos”.

Hoy se pueden crear sitios, apps y herramientas simplemnete diciéndoles a los chatbots: ‘Arreglá esto’.

Esta revolución quedó reflejada de manera perfecta en un posteo de X de Andrej Karpathy, quien da clases en la Universidad de Stanford mientras trabaja en OpenAI: “El lenguaje de programación más poderoso en la actualidad es el inglés”.

Según explicó, hoy se pueden crear sitios, herramientas y apps simplemente pidiéndoles a los chatbos: “Arreglá esto”, “Hacé lo otro” o “Conectá estos dos problemas y solucionalos”.

Se trata de un nuevo paradigma que tiene un costado atractivo y otro inquietante. Por un lado, promete democratizar el acceso a la programación, haciendo que personas sin formación técnica puedan construir proyectos tecnológicos y solucionen problemas concretos.

Por otro, diluye la necesidad de entender en profundidad qué sucede detrás del código y nos expone a errores que quizá se revelen en el peor momento.

¿Será entonces que, después de años de prédica por la importancia de la enseñanza de programación hoy haya quedado obsoleta? ¡Claro que no!

Aprender a programar no es solo saber escribir códigos o conocer lenguajes específicos, sino entrenar la lógica, el razonamiento sistemático y la capacidad de construir y auditar sistemas complejos, entre otras habilidades que nos servirán más allá de la última tecnología de moda.

Además, aunque las IA puedan programar, no entienden los problemas que resuelven y están lejos de ser perfectas.

En un mundo que tendrá cada vez más apps y programas hechos por legos, los expertos capaces de revisar, mantener, corregir y mejorar ese código serán más valiosos que nunca.