la final del Apertura todavía espera por Huracán

la final del Apertura todavía espera por Huracán

A la hora de la siesta en Santiago del Estero, lo único que tiene movimiento es el estadio Unico Madre de Ciudades. Ni los dos grados bajo cero de la madrugada que dejaron buena parte de la mañana con abrigo fueron suficientes para ese corte después del mediodía en que la ciudad se vuelve desierta. Todavía no llegaron hinchas desde Buenos Aires y los que ya hicieron pie, no se dejan ver.

En el estadio, en cambio, ya marcaron las líneas con cal, cepillaron los acrílicos de los bancos de suplentes y hasta a cada butaca de las plateas le llegó el plumero. La final está en marcha aunque en el reino de la chacarera todavía no se note.

El plantel de Platense fue el primero de los finalistas en llegar a Santiago. Lo hizo el viernes por la tarde, se instaló en el hotel y hoy tendrá un entrenamiento a puertas cerradas. Huracán no practicará aquí: recién el sábado dejará Buenos Aires y llegará para jugar el partido al día siguiente.

Será el sábado entonces el día en que los hinchas interrumpirán la siesta. Solamente los hinchas del Globo pondrán más de 100 micros en fila, sin contar las combis y autos particulares que emprenderán el mismo camino. Además, hay seis aviones charteados. La misma cantidad que gestionó el Calamar, que además tendrá 70 micros con su gente.

Ni los micros con hinchas de Platense, ni los de Huracán, tendrán paradas en la ruta: cada uno concentra en un punto para salir en caravana y no pararán hasta llegar a Santiago, donde estacionarán en un predio, cada uno según sus accesos al estadio para evitar el cruce de simpatizantes.

De momento, el estadio es la única certeza del partido del domingo. La final es un hecho, pero en la ciudad no se respira ese clima. Incluso hubo más expectativa por el choque en los Sarmiento -el local, de La Banda y la visita, de Chaco- por el Federal A en la noche del sábado, que por la final de la Liga Profesional.

Las cosas no pasaban en tierra firme. En el vuelo de la delegación del Calamar ocurrió algo mágico, algo que a muchos les arrancó eso de “elijo creer”. Después de dar las instrucciones para actuar en un caso de emergencia, la azafata no soltó el micrófono y salió al pasillo. “Soy socia de Platense y, menos cuando un vuelo no me lo permite, voy a la cancha siempre. Soy fanática y espero que entiendan lo que sentimos los hinchas con este equipo”, dijo y las tres hileras de asientos por lado se convirtieron en una tribuna.

La llegada de Platense no pudo ser más reservada: sin hinchas propios ni ajenos, porque a los santiagueños no los sedujo tanto como para hacerse presentes en el hotel que ocupa el Calamar en medio de la Ruta 9, en las afueras de la ciudad. En extrema soledad, al plantel lo esperaba la Policía con un vallado ridículo, que tenía del otro lado un puñado de periodistas. Los futbolistas, abstraidos, no miraron ni a las cámaras. La concentración al parecer es absoluta.

Quien le puso voz al ánimo de Platense fue el presidente Sebastián Ordoñez quien, en principio, no podrá estar mañana dentro del estadio por un derecho de admisión que trabaja contrarreloj para destrabar esa prohibición de concurrencia que no le permitió, entre otros, ver el último partido en cancha de River.

“Tengo que estar, tengo que estar. Podemos discutir un montón de cosas: pero tengo que estar en el vestuario con los jugadores después del partido, con la familia, con los amigos. Tengo esperanzas de que así va a ser… Sino, no sé dónde lo voy a mirar”, dijo Ordoñez, que no pierde la esperanza.

Lo que se juega Platense el domingo, es nada menos que lo que todos los hinchas sueñan -y soñaron- toda la vida. ¿En qué piensa el presidente de un club que nunca salió campeón? Eso quiso saber Clarín después de escuchar de su boca como funciona la institución que comanda, en la que no hay estructuras intermedias y él junto a la comisión directiva debe ocuparse de todos los aspectos.

“Pienso en la Copa. En la estrella”, dijo Ordoñez sin dudarlo y sus ojos se llenaron de lágrimas. Inmediatamente después lloró y se despidió con la mirada.