Alfredo Cáliz, fotógrafo: “Con Marruecos hay, primero, prejuicios seculares y, luego, un gran malentendido histórico” | Planeta Futuro

Alfredo Cáliz, fotógrafo: “Con Marruecos hay, primero, prejuicios seculares y, luego, un gran malentendido histórico” | Planeta Futuro


Todo comienza con una leyenda familiar. El abuelo Juan de Dios llevó a la espalda a Franco en el Desembarco de Alhucemas (8 de septiembre de 1925). Un joven granadino, de 19 años, que, empujado por la propaganda y el fervor patriótico se alistó en la recién creada Legión española, carga sobre sus hombros al, entonces, coronel que más tarde liderará el golpe de Estado de 1936 y se perpetuará en una dictadura de 40 años al otro lado del Mediterráneo. Una historia que sirve de hilo al fotógrafo Alfredo Cáliz (Madrid, 57 años) para bucear en las relaciones entre España y Marruecos, la memoria histórica o los traumas familiares y de los países en su nuevo libro Fotografía del desastre (Àfriques Edicions, 2025). Una obra que es difícil clasificar dentro de un género literario concreto y que está transida por la búsqueda del perdón.

Pregunta. ¿Los países, al igual que las personas, tienen memoria?

Respuesta. Los países se construyen en relación, o en contra, de otros países. De la oposición, de los contrastes, surge la definición de lo que somos. O sea, la identidad, que parece la cosa más fija del mundo, no surge del suelo, se construye frente al otro.

P. La pregunta era si los países tienen memoria.

R. Yo creo que sí, aunque la memoria es frágil, por eso confiaría más en la historia. Y, aunque a veces me cueste ver las dos palabras juntas, memoria histórica, de alguna manera tenemos que llamar a esa forma de restablecimiento de justicia para con las partes cuando hay un trauma.

Una parte de nuestra historia que nos ha sido hurtada, silenciada. Es el paso de lo árabe por la península. Creo que tiene que ver con un pecado de islamofobia

P. ¿Los países también tienen traumas, entonces?

R. Claro, de alguna forma los países acumulan los traumas que no resuelven. Creo que el más reciente de España es la Guerra Civil, que sigue con un montón de flecos colgando. Son cosas que están sin resolver, no se pueden esconder debajo de la alfombra, porque luego salen.

P. ¿Su libro habla de esto?

R. En este libro se aborda, también, una parte de nuestra historia que nos ha sido hurtada, silenciada. Es el paso de lo árabe por la península. Creo que tiene que ver con un pecado de islamofobia. Y no acabaremos de completarnos, ni de romper con el trauma, hasta que no integremos esa parte nuestra que hasta ahora hemos perdido. Creo que la construcción de esta España traumatizada tiene que ver con la construcción de una España que olvida una de sus partes.

P. ¿Eso se concreta en la relación entre España y Marruecos?

R. Claro, ahí está el trauma, porque, un país como el nuestro está construido a base de negación. Nosotros hemos proyectado en Marruecos nuestra imagen negativa. Hemos negado esa relación, que es de mucho intercambio, muy fructífera. Quizás por ese rasgo, ese ser islamófobos, hemos construido una identidad en relación a no ser como ellos. Con Marruecos hay, primero, prejuicios seculares y, luego, un gran malentendido histórico.

P. En su libro afirma que en el Rif, en el antiguo Protectorado español, hay una relación de amor y odio con España.

R. Los rifeños siempre han estado divididos, y lo siguen estando. Tienen muchas cabilas que nunca han estado del todo unidas, algunas a favor de la presencia española, otras no. Abd el-Krim, del que yo hablo mucho en mi libro porque es una figura histórica importantísima para entender el Rif, España y Marruecos, fue el primero que consiguió unificar a las cabilas en un esfuerzo contra la ocupación española y proclamar la República del Rif, justo después del Desastre de Annual (julio de 1921). Y la idea de la República sigue muy viva en el norte de Marruecos, porque, realmente, con quien siente el Rif una profunda desafección es con el Majzén, el Estado, marroquí.

P. ¿Es esa leyenda familiar sobre su abuelo y el desembarco de Alhucemas lo que le llevó a Marruecos, un país que protagoniza su primer libro de fotografías Inshalláh?

R. Yo fui a Marruecos en 1992 para trabajar como ayudante de fotógrafo en una película que se llamaba Orquesta Club Virginia. Tenía 19 años. Estaba comenzando a hacer fotos y fue mi primer contacto con el país. Hice pocas fotos personales, pero eran las típicas de cualquier turista. Y como dice Gonzalo Fernández-Parrilla en su libro Al sur de Tánger: “Uno no está en Marruecos hasta que no deja de hacer lo que se supone que tiene que hacer”. Así que volví más tarde y fue cuando me metí de lleno. Me perdí muchas veces por las medinas, me metí en las casas de las personas y, a raíz de eso, conecté emocionalmente de forma muy fácil con Marruecos. De ahí salen 10 años de viajes que culminan con la publicación de mi libro Inshalláh.

P. Y luego, comenzaron sus viajes por África subsahariana.

R. La primera vez que yo viajé al sur del Sáhara fue en el año 2000. Tuve la sensación de epifanía de que yo era blanco y ellos negros, así de claro desde el principio. Lo primero que hice fue fotografiar a un fotógrafo negro. Y he hecho muchas más de estos personajes para darles visibilidad, para invitar a pensar a la gente que ellos son los que tienen que contar sus historias.

P. ¿Cuál fue su primer país?

R. Cabo Verde. Eran viajes que me encargaba la P. ¿Cuál fue su primer país?

R. Cabo Verde. Eran viajes que me encargaba la revista Marie Claire a Uganda, Senegal, Malí, Nigeria… A mí me tocaba cubrir África, los temas sociales, y yo estaba feliz porque comenzaba a viajar por esos países, vinculado con el periodismo, proyectos de ONG, de microcréditos a mujeres, temas como la mutilación genital femenina o el sida. Y, a partir de 2003, comencé a colaborar con EL PAÍS. Fui a Sierra Leona con Juan José Millas y luego surgieron muchas más oportunidades de reportajes con periodistas como Lola Huete, Rafa Ruiz, Tomás Bárbulo. Más tarde con Planeta Futuro se abrieron mucho más las posibilidades de trabajar en África, de hacer periodismo.

P. Recuerdo que Planeta Futuro se inauguró con un artículo de José Naranjo y tuyo sobre las rutas de la inmigración: Comienza el camino.

R. Fue el primer reportaje para Planeta Futuro y digamos que fue la época en la que yo disfruté más de viajar con Pepe Naranjo. Los dos teníamos las mismas ganas de hacer cosas largas y por cuatro perras hacíamos los viajes, nos ilusionaba profundamente. En aquel reportaje en concreto fueron casi tres semanas. Luego nos íbamos a Senegal y hacíamos un reportaje sobre talibés durante 12 días, lo que fuese, una mina de oro en Ghana. Quizás, sea un fotógrafo de otra época, en la que se pretendía estar más tiempo en los lugares. Pero eso ahora se hace de otra manera, la irrupción de las redes ha cambiado notablemente el paisaje del periodismo. Todo es más rápido, más inmediato y sobre todo se ha incorporado un montón de periodistas y fotógrafos africanos con mucha capacidad y un fuerte deseo de contar su propia historia. Y eso es bueno, muy bueno. Desde el principio, yo al menos, lo vengo necesitando, romper con ese mundo dividido entre los que miran y los que son mirados. División que tantas veces ha coincidido con el color de la piel.

Un país como el nuestro está construido a base de negación. Nosotros hemos proyectado en Marruecos nuestra imagen negativa. Hemos negado esa relación

P. ¿Por qué se hizo fotógrafo?

R. Porque quería ir lejos. Utilicé la fotografía para salir de casa y, como el barrio me daba miedo, tuve que irme al mundo.

P. Querías irse lejos porque en tu casa había problemas. Tu libro parte del Desastre de Annual, pero, quizás, la verdadera fotografía del desastre no sea esa, sino la de la relación con tu padre. Parece que en el libro quieres ajustar cuentas contigo mismo y con él.

R. Sí, las dos cosas. Conmigo mismo y con mi padre, que se fue de casa. Y, también, quitarme, de alguna forma, esa sombra que describo en el libro que era mi padre, que no me permitía disfrutar del reconocimiento que me daban los demás, porque él nunca me lo había dado. Entonces, el perdonar limpia eso.

P. Otra línea que recorre su libro es el perdón.

R. Claro, es que el perdón, evidentemente, es un tema nuclear del libro. Probablemente, yo estaba empezando a perdonar a mi padre.Y perdonar a alguien no es otra cosa que aligerar. Y yo creo que para ello hay un ejercicio que hacer y que yo he tratado de hacer en este libro.

P. Volviendo al principio de nuestra conversación, ¿los países también perdonan?

R. Claro, tienen que perdonar. Hablamos al principio de que tienen memoria, traumas… y por eso, también, deben perdonar. Es que el perdón es fundamental. Perdonar es casi como olvidar. Y olvidar es bueno.

P. ¿Y cómo perdona un país?

R. Pues yo creo que con higiene en las instituciones, siendo capaz de reconocer sus errores y con mucha educación, que no adoctrinamiento.

P. ¿Y España y Marruecos, se podrán perdonar?

R. Sí, yo creo que sí. Marruecos y España se están buscando desde hace muchos años.