Irán expulsa a más de un millón de afganos en un clima de xenofobia espoleado por los ataques de Israel | Internacional

Irán expulsa a más de un millón de afganos en un clima de xenofobia espoleado por los ataques de Israel | Internacional

Los afganos son en Irán esos extranjeros no siempre bienvenidos, esos “otros” que llegan muchas veces con las manos vacías y a quienes se termina culpando de males como la pobreza o la delincuencia. Migrantes como los niños desharrapados y descalzos que venden chicles junto al Gran Bazar de Teherán; los obreros que doblan la espalda en las obras o en los campos agrícolas, o las refugiadas que huyeron del infierno que los talibanes han reservado para ellas. Esa comunidad migrante es desde hace años objeto de agresiones racistas y campañas de bulos, un clima de xenofobia espoleado por los 12 días de ataques de Israel contra Irán de junio, pero que venía de antes. Desde enero, Teherán ha forzado el retorno a Afganistán de al menos 1,2 millones de afganos, según Naciones Unidas. De ellos, una cifra cercana a la mitad solo entre el 24 de junio y el 9 de julio, en medio de acusaciones de supuesto espionaje para Israel.

No hay números exactos, pero se cree que la mayoría de esos afganos han sido expulsados y conducidos a la frontera, a veces en autobuses, por las autoridades iraníes, denuncia la ONU. Una de sus agencias, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), elevaba a finales de junio a más de 714.000 los migrantes retornados entre el 1 de enero y el 29 de ese mes. De esos migrantes, prácticamente todos, el 99%, carecía de documentos y el 70% había sido devuelto a la fuerza, casi siempre con lo puesto.

Otros han regresado a su tierra, en teoría por decisión propia, arrastrando tras de sí a muchos niños, según reflejan las fotografías de los pasos fronterizos con Afganistán, y cargados con las pertenencias de toda una vida que han podido transportar. Testimonios recogidos por la OIM y otras organizaciones humanitarias señalan, sin embargo, que ese retorno no es tan voluntario. Muchos de esos migrantes aludieron al “miedo a ser deportados”, las redadas policiales o las expulsiones de sus compatriotas como razones de su regreso.

Miles de estas personas se hacinan ahora en el lado afgano del paso fronterizo de Islam Qala, en la provincia occidental afgana de Herat, un lugar sin condiciones para atender a un flujo tan masivo de migrantes, ha advertido Naciones Unidas. No pocos de ellos no tienen a dónde ir. O bien llevaban décadas en Irán o incluso han nacido allí, aunque no por ello disponen de nacionalidad iraní, ha denunciado el Consejo Noruego para los Refugiados. Estos refugiados vuelven además a un país cuya población está sumida en la pobreza, prácticamente en su totalidad (90%), según las ONG. Afganistán difícilmente podrá satisfacer sus necesidades más básicas.

Los refugiados ―y sobre todo las refugiadas― deportados, afrontan además la posibilidad de sufrir represalias por parte de los talibanes. La activista por los derechos de las mujeres Mahboba Afzali, de 27 años, asegura a este diario, desde la ciudad en la que vive en Irán, que los fundamentalistas están “registrando biométricamente” a estos afganos expulsados y llevándose a los opositores “a un lugar desconocido”.

Esta mujer escapó a Irán con su familia hace meses, después de que los talibanes amenazaran con matarla, entre otras cosas, por haber fundado una escuela clandestina para niñas. Las afganas tienen prohibido estudiar a partir de los 12 años y tampoco pueden, con escasas excepciones, trabajar ni viajar solas. Afzali vive ahora con un miedo permanente por las redadas policiales y la posibilidad de que la deporten a Afganistán con su marido y su hija recién nacida.

“Yo solo pido a las organizaciones internacionales y a los países que apoyan a las mujeres que no permitan que caigamos en manos de los crueles talibanes”, implora esta joven, que describe el “trato violento e inhumano que la policía y algunos iraníes dispensan a los inmigrantes afganos”.

El director de la oficina de Extranjería del Ministerio del Interior de Irán, Nader Yarahmadi, confirmó este lunes que, desde el 1 de abril, “985.637 ciudadanos [afganos] no autorizados” habían abandonado el país, en declaraciones a la agencia semioficial ISNA.

Redadas y ataques

Las redadas a las que alude Afzali se intensificaron después del pasado 20 de marzo, cuando las autoridades iraníes amenazaron a los afganos sin permiso de residencia con detenerlos si no salían del país antes del 6 de julio. En realidad, las organizaciones humanitarias ya habían denunciado expulsiones masivas de afganos, incluso de algunos con visados en regla.

La amenaza de ese ultimátum se sumó luego a otro hecho que aceleró la campaña de deportación: los 12 días de ataques de Israel de junio. Un comunicado del pasado día 4 de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) denunciaba cómo el ritmo de expulsiones se había “incrementado significativamente después del 13 de junio”, cuando los aviones israelíes empezaron a bombardear instalaciones nucleares y objetivos civiles en Irán.

Solo entre el 24 de junio, cuando Estados Unidos impuso un alto el fuego entre el país persa e Israel, y el pasado día 9, más de medio millón de afganos se vieron forzados a regresar a su país desde territorio iraní, según la OIM.

Desde el inicio de la ofensiva israelí, las afirmaciones sin pruebas contra los afganos en las redes sociales, e incluso por parte de funcionarios iraníes, que los acusan de haber espiado o colaborado con Israel, se han difundido ampliamente. Los medios de comunicación oficiales han divulgado confesiones de afganos acusados de estar implicados en actos de espionaje y sabotaje, lo que ha ofrecido un pretexto para justificar las expulsiones.

Numerosos vídeos divulgados en las redes sociales iraníes reflejan agresiones policiales o de iraníes de a pie contra migrantes afganos: por ejemplo, ataques con palos y cuchillos o, en el caso de otra grabación, a varios adolescentes abofeteando a un coetáneo afgano en el metro de Teherán. El 5 de julio, el relator especial de la ONU para Afganistán, Richard Bennett, denunció en un tuit que cientos de personas de esa y otras minorías estaban siendo detenidas acusadas de espionaje.

Otros afganos han asegurado que sus empleadores iraníes no les pagan sus salarios y que negocios privados y establecimientos y públicos se niegan a atenderlos. Incluso en los hospitales.

Mahboba Afzali acaba de ser madre. Explica que cuando acudió a un hospital para dar a luz recibió un trato despectivo tanto por parte del médico como de la comadrona. Su parto, que inicialmente se planteaba sin complicaciones, subraya la activista, terminó con una hemorragia y tres días de ingreso, algo que atribuye a una atención deficiente “por ser afgana”.

Varias organizaciones de derechos humanos han sugerido que Teherán ha aprovechado los ataques de Israel para poner el foco en esa minoría extranjera vulnerable, cuyo número lleva años queriendo reducir, y opacar las críticas a su gestión del conflicto con Israel y por la grave situación económica del país. A mediados de 2024, Irán era el país del mundo con más población refugiada, alrededor de cuatro millones de personas, prácticamente todas afganas. A ellos se suma otro millón largo de ciudadanos de ese país que residen en territorio iraní por otros motivos.

En los últimos meses, mientras la xenofobia hacia los afganos alcanzaba cotas sin precedentes, el uso de la pena de muerte contra ellos también ha aumentado. Más de 40 migrantes de esa nacionalidad han sido ejecutados desde enero, especialmente por cargos de narcotráfico, según la organización de derechos humanos Hengaw.

Entre 2021, cuando los talibanes recobraron el poder, y 2024, solo unos 900 afganos retornaron a su país de forma voluntaria, según el Instituto de Políticas Migratorias. En 2024, Irán deportó a 750.000 afganos. También anunció un plan para llegar a dos millones de expulsados antes de marzo de este año.