El título suena muy fuerte: Decir adiós remite inexorablemente a una despedida y algo de eso hay, “pero no es lo que parece”, aclara la autora de 77 años. Decir adiós es el reciente libro que la periodista y política argentina Norma Morandini que fue presentado ayer en la librería Dain Usina Cultural.
Junto a la autora también estuvieron Guadalupe Noble (hija de Roberto Noble, fundador del diario Clarin), la escritora Victoria Branca (también hija del empresario Fernando Branca, desaparecido en la dictadura) y el periodista Héctor Guyot, quienes pronunciaron palabras sobre Morandini y su flamante obra.
Publicado por Libros Del Zorzal, Decir adiós es un ensayo que aborda la muerte en casos muy resonantes ocurridos en durante la democracia sin olvidarse de la última dictadura militar, los soldados que cayeron en la guerra de Malvinas, los muertos por el atentado contra la AMIA, los chicos de Cromañón y los muertos por covid durante la pandemia.
Acaso, son muertos que no tuvieron su liturgia, su merecido homenaje o despedida, pero Morandini se atreve a contar como ninguna y también a cerrar una etapa de su vida, ya que dos de sus hermanos (Néstor y Cristina) integraron la lista de desaparecidos en la dictadura (1976-1983), estuvieron secuestrados en la ESMA y luego fueron arrojados al río, en alguno de los vuelos de la muerte.
En diálogo con Clarín, Morandini habló sobre su libro y sobre el valor de la despedida con honores, de la muerte, el duelo y el dolor, antes de la presentación oficial en Dain.
–¿Por qué Decir adiós?
–Tengo que ser totalmente honesta: como sé de los temas que yo trabajo, decir muertos y sepultos es muy fuerte. Entonces, elegí poner Decir adiós sinceramente como una metáfora para que no fuera. Ya me ha pasado con el libro De la culpa al perdón que fui malentendida, como si yo perdonara a los represores. Siempre digo que el crimen no tiene perdón. Entonces, para no tener malos entendidos. Mi hijo fue el primero que me dijo: “¿Y ese título?”. Le dije: “No te preocupes que no me estoy despidiendo”.
–¿En qué sentido decís adiós con este libro?
–En realidad es una despedida de lo que yo llevo trabajando en todos estos años en democracia, que es el pasado trágico: mis dos hermanos desaparecidos (Néstor y Cristina Morandini) y mi madre de pañuelo blanco. Mi vida se confunde con la vida del país. Primero, acompañé a mi madre pero después el periodismo me protegió y me dio un instrumento de cronista: cubrí el juicio a las Juntas Militares, diez años después tuve necesidad de reflexionar lo que había escuchado. La pandemia me agarró en España y ahí aproveché para meterme en los temas más íntimos. El libro está ahí, en silencio, desde el otro lado: mis hermanos estuvieron en la ESMA, fueron arrojados en los vuelos de la muerte. Todo eso que cuento lleva tiempo; la memoria lleva tiempo y hacer memoria es para entender. Escribo para entender. Después me di cuenta que la palabra “adiós” no es sólo solo despedida sino también es encomendarse a Dios cuando antes la gente decía “Vaya con Dios”. La religión ha despojado de ese carácter sagrado.
–Sin embargo, este libro te terminó de cerrar en pandemia, ya que los temas de la dictadura ya los tenías en tu cabeza.
–Sí. Pero lo que a mí me ha impresionado es cómo tenemos muertos en democracia. Cada década democrática ha ido poniendo los muertos que pudieron evitarse. Hablar de los desaparecidos fue lo más fácil para decirlo pero siempre me pregunto: ¿qué tiene herida el alma de nuestro país? Ahí tenés los que quedaron desparramados en Malvinas, tenemos a los chicos de Cromañón y a los muertos de la AMIA que estamos recordando en este tiempo. También había un chico que trabajaba en esta librería, el hijo de Diana Cohen Agrest. En la época de Menem ocurrieron muertes dudosas. Después tenemos el covid. Lo he tomado desde la perspectiva de la ausencia de rituales.
–¿Por qué la ausencia de rituales es uno de los ejes?
–En todos los lugares donde he estado, hasta en el metro en París, el metro paró porque había muerto una persona por el estallido de una bomba en Londres. En todos lados hay liturgia. Por eso tomo como medida la ausencia de rituales. No hablo de ninguno en particular, sino de todos nuestros muertos. Mi pregunta en el libro es una pregunta provocativa: ¿Queremos seguir matándonos a perpetuidad? Y la otra es: ¿Qué vamos a hacer con nuestros muertos?
–Decir adiós es un libro que aborda la muerte que pudo haberse evitado y evoca a los muertos que no tuvieron la despedida que se merecen.
–Así es, pero insisto: no es una despedida personal, es cerrar cuentas con mi pasado trágico. Tal vez sea una ingenuidad pero en la medida que no tangamos una liturgia se relaciona a todos nuestros muertos: los de la guerrilla como los desaparecidos, los soldados de Malvinas como los muertos por covid. Todos ellos nos pertenecen como tragedia histórica. Todas las muertes de las que hablo en el libro se podían haber evitado.

–¿Qué género te ofrecía las herramientas para este libro?
–Es un ensayo, como la mayoría de mis libros que he publicado. El periodismo me dio la herramienta de ser cronista y el Juicio a las Juntas eran los hechos, no podía reflexionar sobre los hechos, por eso tuve que tomarme diez años para hacerlo. Pero, después, el hecho de haber aceptado ir a la política, tengo convicción democrática. La única forma de sanar el pasado de desencuentros es que realmente construyamos democracia porque pensar de derechas no es delito y pensar de izquierda tampoco es delito. Más que una grieta, lo que tenemos ahora es una zanja.
–¿Qué esperás que siembre este libro?
–Ojalá sea poder decir adiós a ese pasado trágico para que nos dispongamos efectivamente. Cuando hay duelo hay consuelo y porque hay consuelo podés hacer pedagogía democrática. Tenemos muertos a los que nadie ha visto morir, tenemos muertos a los que no se ha hecho liturgia de final, Que En Paz Descanse (QEPD). Por eso, he escrito este libro: hablar de esto ahuyenta.
–¿Qué te deja a vos, en tanto autora, publicar este libro?
–A mí me hace bien porque me hace entender. Veo a la gente más cercana que me mira como diciendo: “pobre, no se desprende”, y es al revés. Haber podido escribir todos estos años es también decir adiós a esa historia. Es cerrar cuentas con mi pasado generacional.
–¿Cómo ves a la muerte de estos casos que mencionas en tu libro y qué significa el duelo para los familiares que lo padecieron?
–Ése es el tema. A mí me impresiona que, entre nosotros, los muertos conservan la ideología cuando en realidad toda vida que termina es un acontecimiento sagrado para la vida. A veces me pregunto si la dificultad que tenemos en despedir a nuestros muertos despojados de ideología no está revelando nuestra incapacidad de vivir. La vida es contradictoria, es compleja, hay que construirla y a mí me ha cambiado mucho la vida. Pertenezco a una generación que peleábamos contra. Ahora, trabajo a favor de las cosas de las que creo: nos falta ese mirarnos como compatriotas. Después pensá como se te dé la gana. Eso me impresiona mucho.
–Parece contradictorio que haya tantos muertos en democracia.
–Con tanta muerte en nuestra historia democrática se sigue hablando de los desaparecidos. Me acuerdo cuando ocurrió lo de Cromañon, a fin de año. En mi casa pedí que no se tiraran cohetes ni nada. Los más jóvenes me miraron sorprendidos. No hubo una autoridad que nos convocara a hacer silencio por todas esas familias. En cambio, en España estuve confinada por el covid: asistí a una gran ceremonia, era tan conmovedora que cuando me vi llorando por muertos que no conocía decía ¿por qué en mi país no podemos, finalmente, ante la muerte, postrarnos, ser respetuosos, tener un consuelo? ¿Por qué no hemos hecho el duelo para poder vivir mejor?

Norma Morandini básico
- Nació en 1948, en Córdoba. Estudió Medicina, Psicología y Ciencias de la Información. Tras su exilio en España, regresó al país como corresponsal de la prestigiosa revista española Cambio 16. También, realizó una cobertura especial sobre el Juicio a las Juntas (1985) para el diario O’Globo de Brasil.
- En el ámbito político incursionó como diputada y senadora de la Nación por el partido Frente Cívico de Córdoba, integrante del frente Juntos por el Cambio. También, fue directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado de la Nación (2015-2019).
- Sus libros de ensayo sobresalen por su reflexión en torno al pasado trágico. Ellos son: Catamarca (Planeta, 1991), La gran pantalla (Sudamericana, 2000), De la culpa al perdón (Sudamericana, 2012), Silencios (Silencios, 2022) y Decir adiós (Libros Del Zorzal, 2025).
- Recibió numerosos premios, destacándose la Pluma de Honor a la Academia de Periodismo (2011). También es columnista de los diarios Clarín y La Nación, entre otros medios.
Decir adiós, de Norma Morandini (Libros del Zorzal).