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En un contexto internacional marcado por la polarización y la fragmentación geopolítica, América Latina y el Caribe, junto a los Estados del Golfo, dieron una señal de colaboración muy prometedora con potencial para reforzar su posicionamiento en el mapa económico global. Durante la pasada Cumbre de Financiación al Desarrollo de Naciones Unidas celebrada en Sevilla, anunciaron la creación de un Comité de Inversiones entre CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-, el Grupo de Coordinación Árabe (ACG) y el Fondo para el Desarrollo InternacionaL de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), abriendo así oportunidades sobresalientes para el progreso sostenible, la transición energética y la transformación digital de la región. Esta alianza no solo responde a las necesidades económicas compartidas, sino que tiene implicaciones geopolíticas profundas.
La relación entre América Latina y los Estados del Golfo ha estado tradicionalmente centrada en el intercambio de materias primas. Sin embargo, la transformación en la dinámica global y la necesidad de diversificar las fuentes de crecimiento han impulsado a ambos bloques a buscar sinergias más profundas y estratégicas. América Latina es una potencia agrícola y energética, con vastas reservas de recursos naturales y un papel clave en la seguridad alimentaria y la transición energética mundial. Los Estados del Golfo, por su parte, han avanzado en la diversificación de sus economías mediante ambiciosas estrategias nacionales, priorizando la sostenibilidad, la digitalización y las energías renovables – como la saudí Vision 2030, la emiratí We Are UAE 2031, la catarí Vision 2030 y la Kuwait Vision 2035-. La capacidad de complementarse es evidente, y aprovecharlo permitiría sentar las bases de una colaboración que trascienda el comercio tradicional y se adentre en sectores estratégicos como la infraestructura, la tecnología, las energías limpias y la seguridad alimentaria.
De hecho, así lo mostró la reciente investigación Sectores estratégicos: agricultura, energía, logística y tecnología. América Latina se está consolidando como un proveedor confiable de alimentos para los países del Golfo, que dependen de las importaciones debido a sus condiciones climáticas adversas. Solo en 2022, las compras árabes de productos agropecuarios latinoamericanos alcanzaron los 9.500 millones de dólares, lideradas por Brasil y Argentina, que concentran el 80% de este comercio con exportaciones de carne, soja y cereales. Los países del Golfo, por su parte, exportan fertilizantes esenciales para la productividad agrícola latinoamericana, generando una relación simbiótica en sus cadenas de valor.
Es cierto que el comercio de petróleo y gas sigue siendo fundamental, pero la transición energética está transformando las prioridades. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, a través de sus fondos soberanos, han comenzado a invertir en proyectos de energías renovables en América Latina, destacando iniciativas- aún incipientes- de producción de hidrógeno verde en Brasil y de inversión en infraestructuras energéticas. Además, el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (PIF) planea invertir 15.000 millones de dólares en el sector de energías limpias de Brasil, mientras que empresas como Qatar Petroleum y Saudi Aramco han realizado financiaciones sustanciales en la región.
La eficiencia logística es clave para liberar el potencial de esta asociación. Inversiones en puertos, centros de almacenamiento y sistemas de transporte por parte de los fondos soberanos del Golfo han mejorado la conectividad y reducido los tiempos de tránsito en la región, y se configuran como un ejemplo mundial. Por ello, los recursos de empresas como la emiratí DP World – más de 5.500 millones de dólares en proyectos logísticos y portuarios en Brasil, Perú, Ecuador y República Dominicana -, son buenísimas noticias para que la Latinoamérica y el Caribe comience a superar sus tradicionales retos de integración.
Por último, la economía digital emerge como un área de interés compartido. Empresas del Golfo como G42, de Abu Dabi, están demostrando el potencial transformador de la inteligencia artificial en sectores clave como la salud y la logística. El intercambio de tecnología y talento puede acelerar la transición de América Latina hacia economías más diversificadas y resistentes, si estos desarrollos tecnológicos se implementan en las áreas industriales donde la región tiene campeones globales como en agro, finanzas, energía y movilidad. En particular, el establecimiento en América Latina y el Caribe de un Green Valley de centros de datos verdes para el desarrollo de las aplicaciones industriales de la IA es un área que esta alianza puede abordar.
Catalizador de una nueva etapa
La creación del Comité de Inversiones abre una oportunidad única para canalizar recursos financieros y tecnológicos y estructurar estratégicamente proyectos de alto impacto en América Latina y el Caribe. Esto fue resultado de una mesa de trabajo celebrada en el marco de la IV Conferencia de Financiación al Desarrollo en Sevilla, donde líderes regionales y representantes de fondos árabes coincidieron en la urgencia de fortalecer la cooperación Sur-Sur frente a los desafíos globales.
El Comité nace con el objetivo de identificar y priorizar proyectos estratégicos en infraestructura, transición energética, seguridad alimentaria y digitalización, así como facilitar el intercambio de tecnología y conocimiento, acelerando la transferencia de capacidades y la formación de talento local. Para ello, el diseño de instrumentos financieros innovadores adaptados a las necesidades de la región será clave. Desde bonos verdes para financiar proyectos sostenibles y de transición energética, pasando por bonos mixtos público-privados que movilicen capital privado y público hacia sectores estratégicos, hasta canjes de deuda por naturaleza y otras fórmulas que reduzcan el costo del financiamiento y fortalezcan las capacidades locales.
En particular, un área que vemos poco explorada es la de los bonos de desarrollo digital, los cuales, emulando el éxito de bonos sociales y medioambientales, podrían apalancar incentivos e inversiones públicas con recursos de las grandes empresas tecnológicas para cerrar las brechas en conectividad, ciberseguridad, inteligencia artificial o greentech.
El momento geopolítico es ahora. La colaboración entre América Latina y los Estados del Golfo no solo tiene un impacto económico directo, sino que también fortalece la posición geopolítica de ambas regiones, en un momento en el que las negociaciones bilaterales o, directamente, la ley del más fuerte parece primar. Al liderar sectores como las energías renovables y la digitalización, pueden posicionarse como actores relevantes en el sistema internacional. Además, la cooperación Sur-Sur impulsada por el comité refuerza la resiliencia económica y financiera de ambos bloques, permitiéndoles reducir su dependencia de las grandes potencias y consolidar su autonomía estratégica.
En un mundo cada vez más interconectado y desafiante, la alianza entre América Latina y los Estados del Golfo tiene el potencial de convertir a ambas regiones en fuentes de soluciones globales, crecimiento económico, resiliencia y liderazgo global. El momento de actuar es ahora.