El obispo castrense, Santiago Olivera, se sumó al coro de quienes reclaman que el Gobierno beneficie a los represores presos. En una carta pública, Olivera –que fue el escogido por la Casa Rosada para dar el mensaje oficial por las Pascuas– pidió que el Presidente salde la “deuda pendiente”. El pedido de Olivera se suma a la recriminación que días atrás Cecilia Pando le hizo a Victoria Villarruel por no haber podido frenar los juicios de lesa humanidad.
“Tengo la esperanza de que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, nuestro presidente, con su inteligencia, firmeza y convicción, vaya viendo la posibilidad también de ir resolviendo esta deuda pendiente con nuestro pueblo, con nuestra gente y con nuestra historia”, escribió Olivera en una carta de lectores que publicó en La Nación y que fue compartida en redes sociales por activistas pro-impunidad.
Olivera se hacía eco de un editorial que publicó el sábado pasado ese medio en el cual se decía que los juicios contra los represores eran ilegales, que se los condena por el “relato” de sobrevivientes –a quienes llamaron “secuaces”– y que debió haber existido una amnistía.
Ese mismo día, Cecilia Pando dio una entrevista en la AM 570 en la que dijo que tenían esperanzas de que la actual vice lograra frenar el proceso de verdad y justicia, pero que “los juicios lamentablemente continúan». Y le achacó que, por sus constantes riñas con el Presidente, ya no podrían lograr el cometido.
Olivera tiene vínculo tanto con Villarruel como con Javier Milei. Es también cercano a Pando y gestionó un viaje de jueces de Comodoro Py al Vaticano. Entre los invitados, como reveló Página/12, habían estado María Eugenia Capuchetti, Mariano Borinsky y Daniel Petrone.
El 17 de marzo pasado, Olivera estuvo en el programa Sí hay plata –que se emite por Radio Simphony de San Isidro y en el que participa Pando, la activista pro-impunidad que preside la Asociación de Familiares y Amigos de Presos Políticos de Argentina (AFyAPPA).
Pando le preguntó a Olivera por sus cartas de lectores en el diario La Nación. “Tiene que ser contada toda la historia –arrancó el cura– y no (ser) vista (de manera) parcial. Desde que soy obispo castrense me di cuenta y me sigo dando cuenta de que hubo una gran injusticia porque hay una mirada de demonizar a los militares en general”.
Hasta allí todo lo que decía era música para los oídos de Pando, pero lo que siguió le pareció aún mejor. “Siempre digo que hay militares que no se portaron bien y con esos hay que hacer justicia, pero no hacer venganza, que es lo que me parece (que pasa) con muchos de ellos al conocerlos o visitarlos. Creo que hay gente muy valiosa y muy buena, que la historia hay que mirarla en su tiempo y no sacarla de contexto”, añadió como si torturar a una persona o robarle su hijo pudiera relativizarse según las décadas.
“Hay muchísima gente que murió sin condena y, por lo tanto, inocente”, continuó mientras reclamaba que la justicia no se olvide de la misericordia. “Se los condenaba y se dicen terminologías terribles –genocidas, asesinos– cuando era gente muy joven que obedecía, y así están formados los militares”.
Desde junio de 2017, Olivera ocupa el obispado castrense. El cargo estaba vacante desde que Antonio Baseotto había propuesto colgar una piedra al cuello de Ginés González García –ministro de Salud de Néstor Kirchner– y tirarlo al mar en una reversión de los vuelos de la muerte.
En 2019, Olivera participó de un curso internacional para capellanes militares en Roma, desde donde se manifestó fuertemente contra los juicios por crímenes contra la humanidad. Allí dijo que se llevan adelante acciones por las violaciones a los derechos humanos cometiendo nuevas violaciones a esos mismos derechos. “A los militares se los llama ‘genocidas’ o ‘represores’ mientras que a los terroristas y subversivos ‘jóvenes idealistas’”, afirmó en línea con el título del libro que publicó Villarruel.