Milagro Sala cumplió 3500 días presa: «Vamos a recuperar todo, sobre todo las ganas de vivir» | Una caravana por su libertad unió CABA con La Plata

Milagro Sala cumplió 3500 días presa: «Vamos a recuperar todo, sobre todo las ganas de vivir» | Una caravana por su libertad unió CABA con La Plata

La Casa de las Madres está ubicada al 1400 de Hipólito Yrigoyen. La cartelería la señala como un centro de la memoria, el amor y la resistencia. Este sábado por la mañana es un punto de confluencia para hombres y mujeres que van a denunciar que el Poder Judicial encarcela a dirigentes populares. Antes de partir, se amuchan y posan para una foto colectiva. “Lo importante es que se la vea”, dice una señora en voz alta. Aferra con su mano derecha una pancarta con el rostro de Milagro Sala. La dirigente social cumple 3500 días presa. Y una caravana de militantes unirá la zona del Congreso con La Plata para llevarle su apoyo. Harán una parada en San José al 1111 para saludar a Cristina Fernández de Kirchner, que cumple, por estas horas, dos meses en prisión domiciliaria después de que la Corte Suprema apurara la confirmación de su condena en el caso Vialidad.

—¿Ustedes van en auto? —pregunta un hombre.

Camina entre quienes se reunieron frente a la sede de la Asociación Madres de Plaza de Mayo con unas hojas que denuncian que Milagro Sala lleva casi diez años detenida. Extiende el cartel a quienes contestan afirmativamente.

Poco después de las 10.15, la caravana se pone en marcha. Los autos doblan por San José y se encaminan hacia donde reside CFK. En esa esquina, cuatro mujeres hacen el aguante bajo el balcón. Charlan y toman mate. A pocos metros, hay un móvil de la Policía de la Ciudad. Frente al edificio de la expresidenta hay agentes de civil que conforman su custodia. 

El edificio está lleno de mensajes de apoyo a CFK. “Gracias Cristina por los años felices”, dice una de las leyendas escritas a mano. “Te esperamos porque sabemos que vamos a volver”, dice otra.

El ventanal del segundo piso está abierto. Los integrantes de la comitiva que partió desde la Casa de las Madres se paran frente a la verdulería de la esquina y empiezan a llamar a la expresidenta.

—¡Cristina! —vocean un grupo de mujeres.
—¡Buen día, morocha! —grita un señor.
—¡Buen día, mi capitana! —saluda un pibe joven.
—¡Libertad, libertad, a las presas por luchar! —corean todos.

Con la modorra de un sábado por la mañana, pasan autos despacito por la zona y hacen sonar sus bocinas. Los militantes cantan. Tienen previsto partir a las 11 para La Plata, pero tratan de postergar la salida con la esperanza de que Cristina se asome a saludarlos.

Gumersinda Giménez también abrigaba esa esperanza. Ella es la mamá de Judith Giménez, una chica de 16 años asesinada de un tiro en la nuca por un gendarme que la acosaba. “Mi hija fue víctima de un femicidio”, explica con precisión su mamá.

El crimen ocurrió en 2007 en la zona de Retiro. Al poco tiempo, a Gumersinda la invitaron a Jujuy. “Conocí a Milagro en la marcha por la Noche del Apagón. La vi y le dije: ‘Yo me voy a hacer tupaquera’”. Y cumplió. “Nos tocó una lucha difícil, pero no nos van a vencer”, dice.

Gumer, como la llaman, y el resto de los militantes —organizados y sueltos— siguen viaje por la autopista que une la Ciudad de Buenos Aires con la capital provincial. La próxima parada es ante la Casa de la Gobernación. Una hilera de militantes de la Túpac Amaru hace flamear sus banderas en la Plaza San Martín de La Plata.

Alicia, Mariano y Antonia se suman a la manifestación. Integran un grupo que se llama “Vecinxs contra el neoliberalismo”, que se creó en 2015 cuando Mauricio Macri llegó a la presidencia. Militan en la zona de City Bell, Gonnet, Villa Elisa. “Desde 2016 estamos en la campaña por la libertad de Milagro”, cuentan.

El 16 de enero de 2016, cuando la dirigente de la Túpac fue detenida en la provincia de Jujuy —gobernada por Gerardo Morales—, Alicia, Mariano y Antonia salieron a cortar las calles en La Plata para protestar contra una detención arbitraria.

Hace dos años, la Justicia autorizó que Milagro Sala se mudara a la ciudad de las diagonales para tratar su salud. Vive en un barrio obrero, de casitas bajas y veredas altas. Su vivienda se distingue por los colores.

Sergio Sánchez, integrante del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM) de La Plata, espera a unos metros antes de que llegue la caravana. Llegó como otras veces para solidarizarse con ella. “Es increíble que su situación no tenga la repercusión que merece”, se lamenta.

—¿Cómo están, compañeros? —se asoma Milagro Sala para recibir a quienes marchan por su libertad. Les pide que se acomoden para poder verlos a todos. Unas mujeres portan unas pancartas que reclaman el indulto y otras que dicen “hoy es Milagro; mañana podés ser vos”.

Laura lleva una remera con la inscripción “libertad a todxs lxs presxs políticxs”. Hace flamear una bandera de la Tupac y canta tan fuerte como le da su voz. “Flaca, flaca de mi vida, dame la alegría de seguir con vos”, entona Laura junto a sus compañeras.

Milagro Sala le habla a la militancia que se acercó a acompañarla.

—Me emociono de verlos a ustedes. A veces me pongo a pensar si no se irán a cansar. Me llena el corazón que cada uno de ustedes está en la villa, en el barrio dando un plato de comida. Vamos a recuperar todo, sobre todo las ganas de vivir. El argentinazo no se hizo con los dirigentes a la cabeza sino con el pueblo a la cabeza.

La escuchan. Hay quienes se emocionan. Otros asienten. Pero, sobre todo, prestan atención.

“Tenemos que reorganizarnos”

Página/12 ingresa con Milagro Sala a la casa de la calle 8 entre 74 y 75. Ella está enfundada en un camperón marrón para hacerle frente al frío y al día nublado.

—¿Qué significa para usted estos 3500 días de detención?
—Mucho. Me significa mucho porque ya no tengo a mi hijo ni a mi marido. No tengo a muchos compañeros que murieron por el Covid, la pandemia que el Estado no supo manejar. Tengo mucha tristeza por no poder salir a luchar afuera para defender a los compañeros que no tienen trabajo hoy, a los jubilados que son golpeados y gaseados. Veo la cantidad de jóvenes que se drogan y no los puedo ayudar. Hoy se está quitando el trabajo a todos los sectores de la Argentina y están expropiando las tierras de los pueblos originarios.

—¿Tiene expectativas con el Poder Judicial?
—No, nada de expectativa. Sé que tengo que esperar a ver cuándo se encaprichan para darme la libertad.

—¿Cómo vivió la detención de CFK?
—Era un hecho que si Cristina se candidateaba o amenazaba con candidatearse, le iba a pasar esto. La unidad de todos los sectores podría haber impedido que la detuvieran. La derecha está muy organizada. Entre ellos hacen públicamente que se pelean, pero después comen un asado y se reorganizan. Vinieron con el libreto listo. Muchos funcionarios ya habían estado con Macri y ahora volvieron. Están entregando el país y lo doloroso es que la deuda no la pagan ellos; la paga el pueblo.

—¿Qué rol le cabe a la dirigencia en este contexto, sobre todo en un año electoral?
—La dirigencia tendría que ir al frente, estar con los que realmente necesitan, con los que hoy están muy mal con la situación económica. Tienen que estar con los jubilados, los desocupados, con quienes se van a dormir y no saben si tendrán trabajo.

—¿Le parece que este modelo que impulsa Javier Milei se puede sostener?
—Es imposible. Tenemos que reorganizarnos para terminar con este modelo. Nos quitaron todos los derechos: el derecho a huelga, el derecho a manifestarte. Es como si hubiésemos retrocedido más de 50 años, y tenemos que recuperar todo lo que nos sacaron y nos quieren seguir sacando.

—Semanas atrás se cumplieron 49 años de las Noches del Apagón, ¿cómo le impacta que Carlos Pedro Tadeo Blaquier haya salido impune?
—Lamentablemente se fue sin estar en la cárcel, sin pagar por la desaparición de muchos compañeros. Nosotros como organización social estuvimos al frente del reclamo. La justicia no avanzó. Es la justicia que tenemos en nuestro país.