“Nosotros buscamos ir siempre con el velero por donde no haya olas y ustedes me piden ir hacia donde hay olas”. La chicana irónica de Ezequiel Sundblad, el capitán del Ypake II, pronto deriva en risas compartidas con Joaquín y Julián Azulay, los responsables de convencer a quien en 2018 los había llevado a las Malvinas en busca de olas para surfear. Pero, pequeño detalle, esta vez el diálogo se da en la previa de una aventura que los hermanos planificaron durante 6 años y que concretaron en 2023: llevar las tablas para surcar el agua en la mismísima Antártida. Bienvenidos a un viaje más de los Gauchos del Mar.
El deporte que los enamoró desde que su padre los subió a una tabla es la herramienta que moviliza a un arquitecto y a un licenciado en Administración de Empresas, egresados de la UBA que hace tiempo transformaron sus vidas en proyectos audiovisuales notables por su acercamiento a diversas culturas y su compromiso con el ambientalismo y el conservacionismo.
“A veces parece que muchos de los que surfeamos somos egoístas con el mar, porque decimos: ‘Tengo un problema, me meto al mar’. A mí surfear me hace muy bien, me da mucha felicidad. Es ocio, es deporte, es un lugar de meditación, Me genera amistades, viajar, conocer, explorar. ¿Qué le puedo devolver al mar que tanto me da? Ayudarlo un poco porque está solo, regalado a la mano del ser humano para que le haga cosas positivas o negativas. Estamos destrozando el fondo del mar”, filosofa y sacude Joaquín, de 38 años.
“El mar es el lugar para estar en paz y que me da una inmediata conexión y cercanía con la naturaleza. El mar es vida, te hace estar pendiente de las mareas, de las fases de la luna, de los vientos y sus características, de cómo se generan las tormentas. El mar te da una mirada global de la Tierra y es el que une a los continentes. Es nuestro lugar en común y por eso es responsabilidad de todos cuidarlo”, se suma Julián, de 39.
Video
El tráiler de la película de los Gauchos del Mar
Si en su primer film recorrieron la costa del Pacífico desde Los Ángeles hasta estas latitudes y en el segundo anduvieron por la Patagonia chilena y argentina hasta embarcarse hacia la Isla de los Estados, el tercero los mostró a pie durante 53 días por la fueguina Península Mitre. Con 160 mil firmas a un petitorio y su película, la zona se convirtió en Área Natural Protegida después de que el proyecto durmiera 30 años en la Legislatura de Tierra del Fuego. Luego llegó “La ola sin fronteras” en las Malvinas y “Territorio africano I y II”, una expedición antropológica de 22 meses por ese continente.
Ahora es tiempo de “Antártida-Dominio Uno”, la aventura que en marzo de 2023 los llevó a las islas Shetland del Sur y a la península antártica después de navegar por el Pasaje de Drake, uno de los escenarios acuáticos más peligrosos del mundo, con vientos de hasta 180 kilómetros por hora.
El viaje documentado y narrado por el mismísimo Ricardo Darín no es un capricho deportivo ni vacaciones arriesgadas. Es activismo puro para apoyar el proyecto conjunto presentado por Argentina y Chile en 2018 para que el Dominio 1 sea un Área Marina Protegida de 670.000 kilómetros cuadrados, una superficie aproximadamente igual a la que ocupan Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos juntas. Así se regularía la pesca del krill antártico, cuya depredación complica demasiado la base de la cadena alimenticia de la fauna marina. Sí, el extractivismo azota la Antártida.
Foto Gentileza Gauchos del Mar
“Entiendo, aunque no la comparto, que haya una mirada más capitalista y explotadora de recursos, pero se puede extraer y también conservar. Es cuestión de organizar los sectores. La pesca no se va a prohibir porque es una industria enorme y hay gente que invierte mucho dinero en sus empresas y genera empleo, pero hay que organizarla para que en ciertos espacios se pueda pescar y en otros no”, explica Joaquín.
Su hermano Julián refuerza esa mirada: “La idea es poder ayudar a que no se agoten sus recursos y darle tiempo y espacio para que pueda regenerar sus ecosistemas, que tanto venimos degradando como especie. Ya sea por la pesca desmedida, por la polución o por el aumento de las temperaturas en el aire y en el mar. Por eso es de suma importancia la creación de Areas Marinas Protegidas donde se regule la pesca, para darle el respiro necesario y no acabar con las especies que lo habitan”.
Mientras los Gauchos del Mar sufren por no poder encontrar las olas heladas buscadas, el biólogo marino Rodolfo Werner, asesor científico y miembro fundador de la Antarctic Wildlife Research Fund con sede en Oslo, contará lo que ha visto suceder en el continente blanco durante décadas y la complicada misión -aunque parezca increíble- de hacerle comprender al mundo que todo está en peligro. Y el biólogo cordobés Manu Novillo mostrará desde la Antártida el trabajo científico con los peces de la zona.

Foto Gentileza Gauchos del Mar
“Al intercalar nuestra expedición con las historias de Rodolfo y Manuel, logramos crear un documental de conservación mezclado con una aventura, en el cual todas las historias se retroalimentan y hacen que el mensaje de la creación del Area Marina Protegida sea más entretenido, más convincente y más contundente”, explica Julián.
“Si te tiro datos duros científicos, después de cinco minutos te acribillo el cerebro porque no podés retener tanta información -se suma Joaquín-. A veces los mensajes te entran por otro lado y con esta película, que es entretenimiento y más fluida, amplificamos una causa por la que científicos trabajan en la Antártida desde hace muchos años -grafica Joaquín-. Levantamos esa antorcha. Queremos que la gente se involucre, que aprenda un poco más de la Antártida y que diga: ‘Acá estoy también para protegerla, porque un pedacito de eso me pertenece’. La Antártida es de la humanidad y pocos lo sabemos”.
La constante de superar obstáculos
Como surfers desde pequeños, los Gauchos del Mar confían en su técnica para encarar las olas, pararse sobre la tabla y buscar el rumbo con ellas. Pero la preparación fue especial para ir a la Antártida, con yoga, rutinas físicas, técnicas respiratorias, provisiones nutritivas para un mes y materiales de calidad para afrontar lo imprevisto. Y aún así, siempre aparecía un obstáculo más, hasta con la demora del permiso de Cancillería.
“Estuvimos al límite en un montón de momentos y al final lo que cuenta es la preparación física y sobre todo mental, porque allá, por más que te obliguen a ir, se te va la cabeza y no aguantás. No hay plata que pague ir a estos lugares a hacer esto. Es algo muy intrínseco. Un llamado de la conciencia. Si no, no lo hacés”, describe Joaquín.

Foto Gentileza Gauchos del Mar
En la Isla Decepción, con forma de herradura, se lanzaron al agua helada pero a un lobo marino no le gustó para nada y defendió su territorio hasta con alguna que otra mordida. En la Isla Trinidad vieron el mayor deshielo marino por el calentamiento global, lo que deja menos lugar para las algas de las que se alimenta el krill. Kilómetros cuadrados que antes estaban congelados entre 4 y 6 meses ahora lo están durante apenas uno. En la Isla Livingston, con bases de cinco países, se sorprendieron al surfear una ola chica mientras una foca leopardo los miraba desde un témpano. Y hasta pisaron la deshabitada Isla Snow.
“Yo nunca pensé que iba a morir ahí, eh. Pero hasta que no vas a estos lugares lejanos no dimensionás la potencia, la fuerza de la naturaleza. Una cosa es que sepas que puede ser el lugar más frío del mundo o que el Drake tiene no sé cuántos naufragios, pero hasta que no estás ahí de verdad son todos cuentos”, sostiene Joaquín.
“Cuando ese momento llega, te das cuenta de que tu vida y la de todos los tripulantes dependen de qué grosor de acero tiene el casco del velero. En el peor momento de una tormenta, con 80 nudos de viento y varios cabos cortados, el velero se terminó escorando contra una roca -recuerda Julián-. Ahí lo primero que hacés es mirar al capitán para entender qué tan complicados estamos. Al verlo tranquilo dentro de tanto caos, te entra una sensación de seguridad”.
Hasta algunos científicos se sorprendieron con las imágenes recogidas por los Azulay, por la menor cantidad de hielo, hongos que antes no existían y hasta residuos plásticos que lleva el mar a la Antártida. “Seguiremos comunicando a través de los documentales, porque a quien tenga que llegarle el mensaje le llegará en el momento indicado”, sostiene Julián. Y su hermano va un poquito más a fondo: “Fuimos a lugares de la Antártida a los que no accedés si no vas con un velero. Negar el cambio climático habla mal de la persona que lo hace, porque es de poca inteligencia no entender lo que está sucediendo realmente allá”.

Foto Gentileza Gauchos del Mar
Pero ellos confían en las generaciones jóvenes, imbuidas de un espíritu ambientalista y conservacionista, por más que eso signifique apenas reciclar la basura o no utilizar plásticos innecesarios. “A los jóvenes se los ve mucho mas involucrados en proteger el medio ambiente, ya sea porque la información es mucho mas accesible que antes y/o porque sienten que su generación y las que vendrán pueden ser las que empiecen a notar los cambios mas drásticos si no hacemos algo para revertirlo. Muchos incluso educan a sus padres, que cuando eran niños no tenían acceso a tanta información”, señala Julián. “La gente tiene un despertar y hay un lugar de conciencia que nos hace ver que el mundo se está yendo un poco al demonio en ciertos aspectos y los líderes siguen teniendo una mentalidad un poco más anticuada”, agrega Joaquín.
Y el menor de los hermanos Azular hace una distinción interesante, con algún que otro peligro latente en un contexto complicado. “Siento que hay una generación de los que tienen entre 25 y 45 años que vive ese despertar, pero la generación de abajo está peor que la de arriba porque está más metida con las redes sociales. Con ser rico y no laburar. Con pensar que lanza una canción y será millonario. No, pará, flaco. Hay un montón de laburo para llegar a eso y eso no es lo que te da la felicidad, como te lo cuentan en las redes sociales”.
No es cuestión de spoilearle nada a los 1.500 espectadores que agotaron las entradas y que el miércoles 27 verán la película en el Teatro Coliseo, en el comienzo de una gira por Mar del Plata, Necochea, La Plata, Mendoza, Ushuaia, Bariloche y San Isidro, antes de dar vueltas por los festivales internacionales en los que los Gauchos del Mar ya han recibido 50 premios. Pero en este viaje pasará de todo y todo lo que pueda salir mal, saldrá mal: mareos, vómitos, estómago cerrado, vientos, acantilados infranqueables, cabos cortados y mejor no seguir. Pero a los buenos siempre el destino les juega una buena. Y el tiempo les da la razón.