Los ultras presionan a Netanyahu para continuar la ofensiva en Gaza mientras Trump alimenta las expectativas de un alto el fuego | Internacional

Los ultras presionan a Netanyahu para continuar la ofensiva en Gaza mientras Trump alimenta las expectativas de un alto el fuego | Internacional


La propuesta de paz para Gaza que Donald Trump discutirá este lunes en la Casa Blanca con el primer ministro israelí ha colocado a Benjamín Netanyahu ante un dilema. El de elegir entre aprobar el plan e incumplir la exigencia de sus socios ultras de Gobierno de que prosiga con la invasión y arrase la Franja, o bien rechazar la propuesta del presidente de Estados Unidos y dejar en evidencia a un Trump que lleva días dando por hecho que un alto el fuego definitivo se hará realidad. Este domingo, el republicano alimentó de nuevo las expectativas de una tregua en el martirizado enclave palestino, donde ya se ha superado el umbral de 66.000 muertos en ataques israelíes.

Con su habitual gusto por las mayúsculas a modo de grito impreso, Trump publicó un mensaje en su red social Truth donde, de nuevo, dio por hecho ese alto el fuego que la extrema derecha nacionalista y religiosa israelí no ve con buenos ojos: “Tenemos una oportunidad real de ALGO GRANDE EN ORIENTE PRÓXIMO. TODOS A BORDO PARA ALGO ESPECIAL, POR PRIMERA VEZ. ¡¡¡LO LOGRAREMOS!!!”, escribió el presidente.

Menos de 24 horas antes de que Netanyahu atraviese este lunes el umbral de la Casa Blanca, ni Israel ni Hamás— que aseguró este domingo no haber recibido una copia del documento—, se habían comprometido a rubricarlo. Fuentes próximas al primer ministro, citadas por la emisora pública Kan, sí aseguraron que la “mayoría de la propuesta” de Trump es “aceptable” y que se podría alcanzar un acuerdo.

De la reunión bilateral de este lunes, la cuarta que los dos mandatarios mantendrán desde la vuelta al poder de Trump en enero, se espera no solo que se concrete un posible alto el fuego en Gaza, sino también que Netanyahu precise, después del encuentro, la respuesta oficial de Israel a la oleada de reconocimientos del Estado de Palestina, que se escenificó la semana pasada en la Asamblea General de la ONU.

Según numerosas fuentes, esa respuesta israelí podría ser el anuncio de la anexión oficial, en flagrante violación del derecho internacional, de buena parte de Cisjordania, territorio palestino ocupado por Israel desde 1967, al igual que Gaza y Jerusalén Este. El viernes, Trump desautorizó esa decisión: “No permitiré que Israel se anexione Cisjordania… ya ha sido suficiente. Es hora de parar ahora”, dijo.

Esa declaración del republicano y el horizonte de una posible tregua en Gaza han provocado un toque a rebato de los socios ultras del Gobierno de Netanyahu. Son los mismos que tienen en sus manos la continuidad de una coalición que podría caer si la abandonan y le retiran su apoyo parlamentario. También son quienes han marcado la vía a seguir al primer ministro desde el inicio de la invasión del territorio palestino, en octubre de 2023.

Este fin de semana, los ministros de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y Finanzas, Bezalel Smotrich, amenazaron de forma apenas velada a Netanyahu si acepta el alto el fuego y acaba con la ofensiva en Gaza. Ambos ministros le conminaron también a hacer oficial la anexión de Cisjordania —sin mencionar la negativa del presidente de EE UU— y a rechazar la posibilidad de un Estado palestino, a la que alude de forma hipotética uno de los 21 apartados de la propuesta de Washington.

El movimiento radical de colonos al que Ben Gvir y Smotrich dan voz y voto en las instituciones se sumó luego a las presiones de estos dos ministros. El Consejo Yesha —una organización paraestatal de alcaldes y representantes de los ilegales asentamientos israelíes en Cisjordania— envió a Washington este sábado una delegación “de urgencia”, según un comunicado de la organización. Los colonos tienen previsto reunirse con Netanyahu este lunes, antes de su encuentro con Trump, para “garantizar que impulse con todas sus fuerzas la soberanía [la anexión de Cisjordania]”, declaró a The Jerusalem Post uno de ellos, Omer Rahamim.

Los dos ministros ultras habían felicitado el viernes a Netanyahu por su discurso en la Asamblea General de ONU —casi vacía en protesta por la ofensiva en Gaza—, en la que equiparó un Estado palestino con un “suicidio nacional”, que prometió no permitir.

Según el Canal 12 israelí, Smotrich ha planteado tres exigencias a Netanyahu para avalar el plan de Trump: que se descarte la participación de la Autoridad Nacional Palestina en el gobierno de Gaza y en el de Cisjordania; que Hamás sea desmantelada y que Israel se anexione zonas de Cisjordania.

Este domingo, el comentarista político israelí Ben Caspit ironizaba en el diario Maariv sobre la decisión de Netanyahu de colocar altavoces en Gaza el pasado viernes para obligar a sus habitantes a escuchar su intervención en la ONU. El sábado, decía Caspit, “fue el turno del dúo Smotrich y Ben Gvir de colocar potentes altavoces cerca de Netanyahu y lanzar a todo volumen una amenaza explícita: la aplicación del plan de Trump, tal y como se ha informado en los últimos días, supondrá el fin del Gobierno”.

Presiones sobre Trump

Trump, por su parte, también afronta presiones respecto a Gaza. Por un lado, la creciente indignación global y de los países occidentales contra un aliado israelí cada vez más incómodo —y díscolo a ojos de un presidente estadounidense que no tolera el disenso— a cuenta de lo que ya incluso una comisión independiente de la ONU define como un genocidio en Gaza.

El rechazo expresado por el republicano a una hipotética anexión de Cisjordania entra además en plena contradicción con la postura que defiende, por ejemplo, su embajador en Israel, Mike Huckabee, un cristiano evangélico que niega la existencia de ese territorio tal y como se lo conoce internacionalmente y al que se refiere con los nombres oficiales del Estado judío: Judea y Samaria. Trump puede verse entre la espada y la pared de la amplia comunidad de votantes evangélicos, que apoyan la “misión” bíblica de Israel en Palestina, y de los intereses del poderoso lobby judío estadounidense.

Por otro lado, el republicano encara la presión de importantes aliados en Oriente Próximo, como Emiratos Árabes Unidos (EAU), que han advertido a su Administración y al Gobierno israelí de que una anexión de Cisjordania dañaría profundamente el tratado de paz entre EAU e Israel, sancionado gracias a los Acuerdos de Abraham en 2020. Esos pactos —que Trump no renuncia a ampliar a la gran potencia suní, Arabia Saudí— son vistos por el presidente como el mayor éxito de la política exterior de su primer mandato.

Antes de desautorizar la anexión a Israel de ese territorio palestino ocupado, Trump había dado garantías de ello en privado a líderes árabes y musulmanes, con los que se reunió en los márgenes de la cita de la ONU el martes.

En realidad, los 21 puntos que recoge la última propuesta de Washington para el enclave palestino no difieren en sus elementos centrales de propuestas anteriores, como la que permitió la tregua de enero, que Israel rompió en marzo para no tener que acabar con la ofensiva.

Se trata de un alto el fuego permanente; la liberación de los 48 rehenes israelíes -solo una veintena siguen vivos-; la retirada gradual de Israel del territorio; y un plan de posguerra que incluya un mecanismo de gobierno transitorio sin Hamás, apoyado por la ONU, hasta que una Autoridad Palestina reformada sea considerada capaz de asumir el Gobierno de la Franja. Esa participación se interpreta como una concesión a los aliados árabes de Trump. También la mención a un futuro Estado palestino.

Apruebe el plan o no, Israel tiene una larga historia de incumplimientos de acuerdos, compromisos y resoluciones de la ONU desde su creación en 1948. Aceptar un alto el fuego que luego se puede romper, como ya hizo en marzo; tolerar la mención a un Estado palestino al que se niega de plano e incluso irritar aún más a Trump al anunciar la anexión de Cisjordania podría no ser inasumible para Netanyahu.

Tampoco lo sería renunciar a ese anuncio o posponerlo, arriesgándose así a contrariar a sus socios ultras de Gobierno. Sobre todo porque, si bien esos ministros y los colonos a los que representan reclaman un marchamo de oficialidad, sobre el terreno la anexión de hecho de Cisjordania avanza sin freno. En agosto, la coalición de Netanyahu con la derecha ultranacionalista y formaciones ultraortodoxas aprobó el E1, un asentamiento judío que parte Cisjordania en dos. Ese proyecto convierte en prácticamente imposible un futuro Estado palestino que tenga de Estado algo más que el nombre.

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