España, tienes cara de velocidad, diría un camarero; velocidad, tienes nombre de mujer, diría el poeta malo, al menos a las tórridas siete de la tarde del último domingo de junio en Vallehermoso, pero la cursilería seguramente le importa un pimiento a Jaël Bestué, una bomba, que salta con botes de niña feliz cuando termina los 200m que ha corrido como una exhalación por la calle ocho, una curva atómica, un final explosivo. Boom. 22,19s. Una marca de nivel mundial. La octava del año en una lista en la que, exceptuando a la campeona olímpica que la comanda, Julien Alfred, solo hay nombres de estadounidenses. La mejor marca europea del año. La mejor marca nunca conseguida por una atleta española. Un récord que esperaba 35 años para ser borrado, desde que la impactante Sandra Myers, pianista delicada, velocista de acero, lo fijara en 22,38s.
Lo bate una catalana de 24 años que madura rápida y segura en las sabias manos del técnico Ricardo Diéguez, El Puma, y surfea en la cresta de la ola que las sprinters españolas han levantado esta primavera de todas las primicias. Alrededor de Bestué, estudiante de medicina en Barcelona, y de Paula Sevilla, dos imanes, crece una generación, un colectivo que se materializa en los relevos, y allí se alimenta su autoestima y su ambición. “Ni se me pasaba por la cabeza. Por mi cabeza pasaba superar mi marca personal de 22.54, ganar los máximos puntos para España, pero nunca imaginé ver un uno en el segundo número de mi marca. Estoy aún sin palabras”, dice, aún sudando, aún sin aliento, aún fresco el recuerdo de su curva en el relevo 4×100 que batió el récord nacional (42,11s) la noche anterior. “Esto me da como una pista de lo que soy capaz de hacer. Estaba mirando la pista y me decía, hostias, que eres capaz de todo, este es tu sueño, tu lugar está aquí. Vi el marcador y pensé, ‘soy una atleta de verdad’. El año pasado no me fue muy bien, pero me ha hecho crecer personalmente para estar ya en esta marca”.
Las rivales derrotadas la abrazan con afecto y la afición la jalea y ella agradece con su voz casi afónica. “Las fuerzas me han venido de la grada”, dice Bestué, cuya victoria, la segunda española tras los 800m de Attaoui el viernes, y sus 16 puntos, suenan a detonante de la remontada del equipo hacia la cumbre del Europeo, pero es un sonido engañoso.
No es una órbita recta la que traza España sino el recorrido curvo de una montaña rusa, pocos altos, muchos llanos y bastantes bajos, metáfora que suelen usar los campeones, que a veces olvidan que todas las montañas rusas acaban en vertiginoso descenso hacia el suelo.
Al grito de Bestué solo responden con sordina los demás competidores de la selección. España parte sexta antes del relevo mixto 4×400, y, pese a su buena carrera —el cuarteto manchego-madrileño Manuel Guijarro, de Villarrobledo; Blanca Hervás, de Majadahonda; Julio Arenas, de Parla, y Paula Sevilla, de La Solana bate el récord nacional, 3m 10,48s, en una carrera que terminaron cuartos gracias a la remontada de Blanca Hervás y Paula Sevilla—, sexta termina, a 19 puntos del tercer puesto (Alemania), que deseaba. Ganó Italia de nuevo, como hace dos años, y Polonia repitió como segunda. La velocidad de las mujeres no salva al equipo.
Bestué ya es atleta, y buena, y es una más la tarde madrileña con grandes campeones que dejan la huella de su talento. Leonardo Fabbri, el apolo italiano que ha redefinido el morfotipo de los pesistas, 2.00 metros esbeltos, 120 kilos, ni barriga ni grasa, juega en el tartán con la bola (7,260 kilos) como si fuera un balón de futbito, luego lo agarra, planta el compás de sus piernas –es el único que planta el pie izquierdo, el del primer giro, en el centro del círculo—y gira, y gira, como impulsado por la canción de Franco Battiato, y vuela la esfera de acero hasta más allá de la línea de 21 metros (21,68m). Como si nada. En la grada, el técnico español Jorge Gras, entrenador del discóbolo Diego Casas, aprende sentado al lado de Paolo dal Soglio, el entrenador de Fabbri, y no pierde ripio. De los técnicos puede venir la revolución de los lanzamientos, el tradicional lunar del atletismo español. Ona Bonet salta 1,88m, su mejor marca, y es octava, al lado de la alada Yaroslava Mahuchikh, que se eleva hasta los dos metros, y de ella y de su entrenadora Tatiana Stepanova, con la que ha entrenado, siguen aprendiendo ella y su técnico, Gustavo Adolfo Bécquer. Y Fátima Diame (octava, 6,68m) combate en el foso de longitud con sus dudas. Que la derrotan, lejos de las grandes Malaika Mihambo (6,84m) y Larissa Iapichino May (6,92m).
Adrián Ben es cuarto (3m 40,31s) en una carrera de 1.500m táctica y lenta por el calor, ganada por el portugués Isaac Nader con 3m 39,08s. Marta Serrano no necesita referencias en la pista. Ella traza su camino en los 3.000m obstáculos, y pelea por la victoria hasta la última valla. Cae mal. No sale impulsada para el sprint final. Termina cuarta (9m 50,08s), y viva, mientras casi todas las competidoras se derrumban en el suelo que abrasa, al borde del desmayo y la deshidratación en el calor que agobia, y Christophe Ramírez, el médico de los campeonatos, y todo su equipo se multiplican abrigando inmediatamente sus cuellos con bufandas heladas para intentar bajarles rápidamente su temperatura febril. Y con esa visión perturbadora, a las 21.10, y todavía 35 grados, salen agobiados los del 5.000m. Debería ganar Thierry Ndikumwenayo, que parte con la mejor marca (uno magníficos 12m 47,67s), y lo intenta con un gran cambio en la campana, pero le condena al tercer puesto (13m 45,38s) su falta de final en una carrera muy lenta. Pegado a su cambio, el rapidísimo holandés Niels Laros (13m 44,45s), mediofondista que el jueves fue una de las 13 liebres de Faith Kipyegon en su milla parisina, le clava el cuchillo con su kick en la última curva, y sobre la línea le remata el suizo Dominic Lobalu.
Se acerca la medianoche cuando se montan los podios en el centro del césped. Leonardo Fabbri, omnipotente y bailarín, dirige la orquesta italiana que ataca a gritos el Fratelli d’Italia, su himno alegre y animado. En la grada, terminado el tumulto, responde España con sobriedad al jaleo. José Peiró, el director técnico de la federación, analiza serio el resultado. “La valoración deportiva no puede ser buena. Veníamos allí a intentar lograr un podio que sabíamos que era muy complicado, pero el sexto puesto no cubre ni de lejos los objetivos que teníamos para este campeonato”, dice Peiró, que, generoso, da un notable, un siete de nota a la actuación. “Jaël ha estado maravillosa, se han batido los récords de 4×100 y del relevo mixto. Han estado absolutamente estelares, sí, pero en esta competición en especial siempre somos un equipo, y no hemos cumplido objetivos como equipo”.
Clasificación final
1.Italia, 431,5 puntos. 2. Polonia, 405,5. 3. Alemania, 397. 4. Países Bajos, 384,5. 5. Gran Bretaña, 381. 6. España, 378. 7. Francia, 354,5. 8. Portugal, 300. 9. Suecia, 288,5. 10. Suiza, 286. 11. República Checa, 283. 12. Grecia, 253. 13. Hungría, 244,5. 14. Ucrania, 231. 15. Finlandia, 220,5. 16. Lituania, 178,5.
Los tres últimos descienden a segunda.