guardianas del legado de Borges y los planes para conmemorar los 40 años de la muerte del autor

guardianas del legado de Borges y los planes para conmemorar los 40 años de la muerte del autor


En la casa no se puede fumar. Tampoco se pueden tomar fotos, pero el fotógrafo acaba de hacerlo. Retrató a María Victoria Kodama junto a su hermana Mariana, que vienen al lugar que su tía con paciencia esperó para comprar.

Desde esta casona de Anchorena 1660, donde hoy no se puede fumar ni sacar fotos, la pareja que vivía antes (que aguardó a que María Kodama, la viuda de Jorge Luis Borges, juntara la plata para comprarla), veía desde el primer piso el patio donde el escritor vivió con su familia –de 1938 a 1943– y donde escribió Las ruinas circulares.

En ese cuento, un hombre sueña que un hombre existe en un laberinto. Al final, descubre que él existe porque alguien también lo está soñando a él. La casa donde ahora estamos también podría haber sido primero un sueño: Borges quería que la fundación que lo recordara fuera así, una casa, no un museo.

María Kodama, heredera de sus posesiones y de los derechos sobre su obra, posiblemente lo sabía. Por eso esperó y compró este inmueble para crear la Fundación Internacional Jorge Luis Borges e inaugurarla en 1988.

Todo está dispuesto para recordarlo: su primer piso y su escalera de madera, su patio interno –que linda con el otro, el legendario–, sus livings hoy llenos de vitrinas, su corredor de bienvenida donde María Victoria me señala las fotos enormes colgadas de las paredes: son ellos, Borges y María Kodama, una pareja visitando los monumentos y las maravillas del mundo.

Mariana y María Victoria Kodama con libros de su tía, fallecida en 2023. Foto: Ariel Grinberg.

Ella está con su cámara, una Nikon FEZ, expuesta también en los anaqueles de vidrio junto a los anteojos que usaba, junto a las medallas recibidas en honor a Borges y su literatura.

Su sobrina María Victoria se sorprende de que yo no conozca el libro de sus viajes, el que combina fotos de ella –aficionada a ese arte– y textos de él, el Atlas, expuesto en otra vitrina, ubicado dentro del primer living. Borges y Kodama esperan en una cesta a que el globo se eleve. Él parece reír. “¿Qué era un atlas para nosotros, Borges?”, dice el epílogo transcripto en una placa, detrás del vidrio. “Un pretexto para entretejer en la urdimbre del tiempo nuestros sueños hechos del alma del mundo.”

Parte de esos sueños están acá, en esta casa, en esta Fundación cuya presidenta es María Victoria Kodama y su tesorera, Mariana Kodama, dos de los cinco herederos del legado de Jorge Luis Borges.

Todo, hasta las cortinas

Le dejaron hasta las cortinas, comenta María Victoria, cuando su tía, que siempre estuvo muy agradecida con la familia, finalmente obtuvo la casa. “Ella dedicó su vida a la Fundación, a divulgar su obra”, dice.

María Kodama era la presidenta de la institución. Falleció en marzo del 2023 y los cinco hijos de su hermano Jorge decidieron hacerse cargo de su legado.

Desde que asumieron el mando de la Fundación (en julio de 2023, hace ya un año y medio), entraron a un mundo que no les pertenecía: María Victoria es abogada y Mariana se dedica al rubro inmobiliario. Lo mismo sucede con los otros tres hermanos, quienes tienen otras profesiones.

“Por suerte estaba todo bastante encaminado y era sólo continuar un camino que María ya había trazado y había realizado durante tantos años”, dice María Victoria. El resto de los miembros de la Fundación son personas que habían sido de la confianza de Kodama, en su mayoría abogados y escribanos.

En su momento, no hacía falta especialistas porque la que más sabía de la obra de Borges era ella. Pero ahora sí los hay. Conforman un Comité Académico, una nueva figura de la institución, creada por los herederos.

El único que estaba en el comité de la Fundación cuando vivía Kodama era Lucas Adur, especialista de la obra de Borges, que sigue estando. También estaba María Adela Renard, otra especialista, pero falleció al poco tiempo que María Kodama.

Ese comité –compuesto por doctores de la Universidad de Buenos Aires, pero también de la Universidad de Bretaña del Sur, Bruselas, Puerto Rico, Texas, París y Oxford- los ayuda sobre todo con cuestiones de permisos y estudios que se realizan y los excede.

María Victoria y Mariana en una de las bibliotecas de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Foto: Ariel Grinberg.María Victoria y Mariana en una de las bibliotecas de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Foto: Ariel Grinberg.

Los derechos de autor van por otro carril: los maneja The Wylie Agency. Los cinco herederos Kodama tienen la última palabra en lo que se decide.

Nunca pensaron en heredar la obra de Borges ni todo esto. “No, en estos términos, no”, dice Mariana. “Estuvimos todos de acuerdo en que correspondía y es lo que marca la ley, que teníamos que presentarnos”, dice María Victoria y cuenta que su tía falleció justo en el cumpleaños de Martín, uno de los hermanos.

“Había salido la información en una radio, tal cual, diciendo que era una herencia vacante, que no tenía herederos y demás”, dice María Victoria. Pero sí había. María Kodama era la hermana de su padre. “No, no nos veíamos mucho”, agrega. “Imaginate que ella también viajaba mucho”, suma Mariana. “No era una tía que está al lado de tu casa todos los días y vas a verla con frecuencia.”

María Kodama era una tía que podía prestarse para redactar de puño y letra un “acta imaginaria”, como dice el documento original expuesto en otra de las vitrinas del primer living: “En la ciudad de Buenos Aires, en la noche del 15 de junio de 1978 (…)”, en compañía de Borges y Néstor Amílcar Cipriano, “(…) reunidos por el azar o el destino los miembros de una comisión inexistente (…)”.

Jorge Luis Borges y María Kodama. Foto: Archivo Clarín.Jorge Luis Borges y María Kodama. Foto: Archivo Clarín.

El acta que lleva la letra de María Kodama estipula la necesidad de crear nuevos signos de puntuación para nuestro idioma, “1 signo de reticencia, 1 signo de ironía, 1 signo de certidumbre”, que “podrían completarse con una nueva adecuación geométrica”.

¿Cómo hubiera sido, por ejemplo, pasar un asado de domingo o una Navidad con Jorge Luis Borges y una tía así? “Son temas personales, que son parte de nuestra historia familiar y, bueno, te vas acostumbrando”, es lo único que responde Mariana.

Jorge Luis Borges es uno de los autores más importantes de la literatura argentina y del mundo. Administrar su legado es una responsabilidad enorme, difícil de compatibilizar con la vida familiar y otras ocupaciones.

Las dos Kodama trabajan de manera independiente, eso les da libertad para acomodar los horarios. No siempre están en la Fundación: van solo dos días por semana. Más allá del tiempo físico en la casa, pasan mucho tiempo planificando y organizando actividades.

A veces tienen que ir a entregas de premios o conferencias y eso puede caer fuera de los horarios laborales. “Ahora estamos organizando todo lo que tiene que ver con el próximo año y el 40 aniversario de la muerte de Borges”, cuenta María Victoria.

El gran autor de El Aleph murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza. Los grandes sellos editoriales que publican sus libros (en Argentina, Sudamericana, de Penguin Random House; y en el resto de Hispanoamérica, Alfaguara, también de PRH) planean reeditar toda su obra.

En enero del 2026, Alfaguara lanzará Cuentos completos, Ensayos completos y Poesía Completa para España y Latinoamérica, menos Argentina donde las ediciones tienen el sello de Sudamericana.

Jorge Luis Borges y María Kodama durante un viaje a Egipto, en 1984. Foto: Archivo Clarín.Jorge Luis Borges y María Kodama durante un viaje a Egipto, en 1984. Foto: Archivo Clarín.

Mariana cuenta sobre las ganas de organizar conmemoraciones a nivel nacional, pero también en países como Suiza, aunque no hay nada seguro todavía. “El enfoque está”, detalla María Victoria, “en que se lo recuerde en distintos lugares que tuvieron que ver con su obra o con su vida”.

Los haikus que siguen vivos

Adquirieron experiencia en este año y medio: aprendieron. Ahora recuerdan que una de las primeras cosas que tuvieron que decidir fue qué hacer con el concurso de haikus y cuentos breves que la Fundación organiza todos los años para alumnos de secundario y del último año del nivel primario.

“Nosotros podríamos haber dicho bueno, no, la Fundación es demasiado, que continúe sus actividades independientemente de nosotros. La verdad es que nos pareció importante estar presentes. O sea, es importante también ser los titulares de los derechos de autor y estar en la Fundación porque, además, todos los objetos y las cosas que hay acá eran de María a título personal y no de la Fundación, entonces nos pareció importante, por lo menos intentarlo. No sabemos tampoco cómo va a terminar esto porque, recalcamos todo el tiempo: es una responsabilidad muy grande”, dice María Victoria.

No iban a cortar la tradición vigente desde hacía 20 años, así que decidieron seguir adelante con el concurso. La entrega de premios de este año fue en la Biblioteca Nacional. “Esta vez no entraba la gente, superó las expectativas la cantidad de personas que fueron a acompañar a los chicos”, se asombra todavía Mariana.

“Lo mismo en La Noche de los Museos -asegura-, la gente vuelve.” Suponiendo que llamaría la atención del público más joven, este año decidieron hacer una visita guiada en horario trasnoche. Alrededor de la 1, la Fundación se llenó de jóvenes de 20 a 30 años.

La obra de Borges sigue totalmente vigente. Tiene un atractivo realmente súper interesante y que excede todo: el nivel social, la edad”, dice María Victoria.

“Aparte, vos ves, cuando vienen los chicos de los colegios, que se enganchan y preguntan”, agrega Mariana.

“El objetivo es mantener la Fundación y todo lo que tiene que ver con la divulgación de la obra que nos parece fundamental”, dice María Victoria. “Creo que las futuras generaciones son un desafío. La educación en general ha cambiado muchísimo. Y nos pasa que vienen chicos de la Ciudad de Buenos Aires y no saben quién fue Borges”, revela.

Otros vienen súper preparados, con los cuentos leídos. “¿Te acordás del colegio ese que juntó la plata, que era re humilde y que los chicos sabían un montón?”, le pregunta Mariana a María Victoria. Juntaron dinero para ir a la Fundación desde Alejandro Korn y ellos les donaron la entrada.

También les sorprende lo que sucede al final de las visitas de colegios secundarios, cuando llega el momento de hacer el concurso cuyo premio son libros.

Las futuras generaciones son un desafío. La educación ha cambiado mucho. Nos pasa a veces que vienen chicos y no saben quién fue Borges.

“Primero, se matan por contestar”, dice María Victoria. “Hay una participación activa importante”. No les dan la clave de wifi, así que no pueden usar el celular. Cuentan que hasta se pelean por ver quién levantó la mano primero.

Leer a Borges es cosa de todos

Ni los cuentos, ni los poemas, ni los ensayos: nada de la obra de Borges es necesariamente fácil de leer. Más que difícil, requiere la constancia de volver.

“La relectura de los cuentos de Borges es buenísima”, piensa María Victoria, “incluso a mí me pasa que en los talleres entrás con una idea y te vas con veinticinco”.

Habla de los talleres que organizan (en general, una vez al mes), coordinados por un profesional (de la Fundación o invitado) en los que se lee un cuento por día y no hace falta ser estudioso de las Letras para participar.

Lo hace “la señora que vive acá a dos cuadras y le pareció lindo venir, un profesional, un médico”, describe María Victoria. El año pasado, por ejemplo, hicieron un taller con una astróloga en el Museo Xul Solar, en el que se habló de la amistad entre el pintor y Borges, y también sobre su carta natal. Otras formas de acercar la obra a todo tipo de público.

Si tiene que elegir un texto de la obra de Borges, María Victoria prefiere el cuento El Aleph, pero Mariana no. Ella se inclina más por los poemas, en especial uno llamado Los Conjurados, donde Borges escribió:

“En el centro de Europa están conspirando./El hecho data de 1291./Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas./Han tomado la extraña resolución de ser razonables./Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”.

Cuentan que fue este poema el que inspiró a María Kodama para crear la Fundación Internacional. En ese poema, Borges termina hablando de que ojalá esa unidad se expanda a todo el mundo. María Victoria agrega como objetivo del proyecto que creó su tía: “Que este sea un lugar común para estudiar y analizar la obra de Borges”.

La Fundación es, además, lugar de resguardo y descanso de la gran biblioteca universalista de Borges. En unos días, mientras esté escribiendo esta nota, leeré en el libro que María Victoria y Mariana me regalaron al finalizar nuestra entrevista (María Kodama. Homenaje a Borges, Sudamericana, 2016):

“Una mirada a la biblioteca de Borges da lugar al asombro de muchas personas, más de la mitad de ella está formada por libros de filosofía, de matemática, de lógica y de religiones. Esto hace y explica la esencia de esa obra que florece y desborda las fronteras de lo literario para interesar a filósofos, matemáticos, físicos cuánticos, a psicoanalistas y a artistas desde la pintura a la música”.

En ese capítulo (Borges y las bibliotecas), que transcribe las palabras de Kodama sobre la obra de su esposo en una de las muchas ceremonias y conferencias que dio en el mundo para difundir su legado, leo también que Borges siguió comprando libros toda su vida: compraba nuevas ediciones y traducciones de los libros que ya tenía para compararlas.

Uno de los primeros trabajos que tuvieron que hacer los herederos luego de asumir la dirección de la Fundación, fue catalogar lo que había, puesto circunstancialmente en cajas que tuvieron que ir desarmando.

La casa de Anchorena estaba siendo remodelada cuando María Kodama falleció. En ese trabajo de reconocimiento, lo único nuevo que pudieron encontrar fueron unas postales escritas por Borges, pero nunca enviadas: “Están dirigidas a Estela Canto”, dice María Victoria, “en las que hacía referencia a El Aleph”.

Uno de los muebles con recuerdos en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Foto: Ariel Grinberg.Uno de los muebles con recuerdos en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Foto: Ariel Grinberg.

“Ahora están exhibidas en la Biblioteca de la UCA. Les prestamos cosas para su exposición de El Aleph en este año aniversario (Nota de la redactora: en 2025 se cumplieron 80 años de la publicación del cuento). Magdalena Cámpora y Lucas Adur dieron una charla sobre esas postales, conectándolas con el cuento y con el contexto histórico en que tuvieron lugar. Aparentemente, Borges nunca las llegó a mandar, porque no tienen sello postal ni nada, pero sí las había escrito porque es su letra.”

Gracias a los estudios de los miembros de la Fundación, de sus relecturas, lograron descubrir el año en que las había escrito. “Una de sus pasiones era la relectura”, sigo leyendo en el artículo, en el libro de Kodama.

También leo sobre su pasión por la reescritura, sobre su creencia en que un texto es una pieza escrita por “infinitos lectores”. Leo que para Borges “lo único que queda es la palabra del poeta”, que está relacionada con la “Memoria”.

Que esa palabra “es el último refugio contra la nada”. Que la inmovilidad de lo escrito es solamente aparente porque cada nueva lectura será el reflejo de esas palabras en una nueva conciencia, es decir, la posibilidad de una nueva vida en una nueva casa, donde quizás no se pueda sacar fotos ni fumar como en esta, pero sí acercarse a los recuerdos y a la obra de un poeta: una puerta a la memoria del mundo.

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