Una democracia frágil en Honduras | Opinión

Una democracia frágil en Honduras | Opinión

El Consejo Nacional Electoral de Honduras proclamó finalmente la víspera de Navidad presidente electo a Nasry Asfura. El candidato conservador superó por apenas 27.000 votos al liberal Salvador Nasralla y dejó en el camino por más margen a la candidata del gobierno, la izquierdista Rixi Moncada. El triunfo por la mínima de Asfura -en Honduras no hay segunda vuelta y basta con un voto de ventaja para ganar- puso fin a un tortuoso escrutinio de más de 25 días plagado de denuncias de irregularidades, suspensiones temporales y fallas técnicas.

La intromisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a favor de Asfura terminó por viciar el resultado electoral del país centroamericano. El mandatario republicano completó su estrategia de apoyo al candidato de la derecha con un inesperado indulto al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández (del mismo partido que Asfura), liberado cuando cumplía una condena a 45 años de cárcel en Estados Unidos por sus probados vínculos con el narcotráfico. El escenario que ha emergido de las urnas no hace más que profundizar la debilidad institucional de Honduras. Basta como muestra que los tres integrantes del CNE, uno por cada partido, no lograron un acuerdo unánime sobre el resultado. Mientras los representantes de los partidos Nacional y Liberal, los más tradicionales de Honduras, apoyaron la proclamación de Asfura, el consejero de Libre —la agrupación de la presidenta saliente, Xiomara Castro— denunció el jueves “un golpe de Estado Electoral” con apoyo desde el exterior. Los mismos reparos había puesto Castro durante el escrutinio, con llamadas a la movilización popular y la amenaza de no reconocer los resultados. Solo días antes del anuncio del CNE, la presidenta hondureña asumió que entregaría el poder “como manda la Constitución” el 27 de enero próximo.

Nasry Asfura, de 67 años, será finalmente el nuevo presidente de Honduras. Ha prometido en su primer discurso triunfal “reconciliación, unidad y paz”. Su desafío es titánico. A los problemas de origen que tiene su triunfo hay que sumarle un pasado político plagado de denuncias de presunta corrupción que siempre ha negado. Ha ganado además con el apoyo de bastante menos de la mitad de los hondureños, otra evidencia del desencanto de una sociedad harta de promesas vacías. La pobreza y la violencia de las pandillas tienen agotada a una población que solo quiere soluciones realistas y duraderas. El nuevo presidente deberá además poner límites a la tutela de Trump, quien ha manifestado abiertamente que su intención es recuperar para Centroamérica el estatus de patio trasero de Estados Unidos. La región necesita un desarrollo sostenible basado en una institucionalidad fuerte y una economía que busque el bien común y no el enriquecimiento de unos pocos. Pese a las fallas de origen de su triunfo electoral, dependerá de Nasry Asfura alcanzar estos objetivos.

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