Investigadores que estudian el cambio climático ven una “injusticia científica” en Colombia y Venezuela | América Futura

Investigadores que estudian el cambio climático ven una “injusticia científica” en Colombia y Venezuela | América Futura

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Como una “injusticia científica”. Así fue como un grupo de investigadores se refirió a la falta de datos para establecer el rol que tuvo el cambio climático en las intensas lluvias que cayeron en Colombia y Venezuela a finales de junio, provocando un deslizamiento en el que murieron 27 personas, en Granizal, Medellín, y desplazando a más de 4.700 personas en los estados de Mérida, Trujillo y Táchira en el segundo país. World Weather Attribution (WWA), organización de la que hacen parte, busca responder el papel del cambio climático tan pronto sucede un evento extremo. Sin embargo, para el caso de las torrenciales precipitaciones vistas en el norte de Sudamérica, dicen, “los resultados son poco concluyentes”.

Las razones, explicó Friederike Otto, profesora del Imperial College de Londres y fundadora de WWA, son varias. Primero, en la región la lluvia es impulsada por varios factores, lo que hace que la atribución sea más complicada. Pero, también, hay una falta de “datos de observación a largo plazo” y los modelos climáticos mundiales que se usan actualmente “no lo hacen bien en los trópicos”. Han sido diseñados por y para lo que se conoce como el norte global.

Para realizar el análisis, el equipo se enfocó en dos eventos. En Colombia, tomó los datos de lluvia en la cuenca del río Magdalena, y en Venezuela, en las del Falcón y Maracaibo, desde abril y junio. Así podían tener una visión de lo que sucede en la región andina. Para las inundaciones de Venezuela, en cambio, se enfocó solamente en los cinco días con más precipitaciones registradas este año en los estados de Barinas, Táchira, Trujillo, Mérida, Portuguesa y Apure, en los llanos.

Mientras en Venezuela las precipitaciones estuvieron asociadas al paso de una onda tropical, en Colombia, al nivel de Medellín, se trató de un patrón que se venía acumulando. Desde febrero – aclaró Paola Arias, profesora de la Universidad de Antioquia – hubo grandes precipitaciones, a pesar de que suele ser un mes seco. Tanto abril como junio, además, registraron lluvias que estaban por encima del doble para el promedio de esos meses en otros años. Y a los suelos, ya saturados de agua, se sumó una topografía compleja y que estuvo afectada por cambios en el uso del suelo.

“Los datos históricos muestran que ninguno de los eventos fue particularmente raro”, dice el informe de WWA. En el clima actual, que ya está 1,3 °C por encima del de la época preindustrial, tres meses de lluvia como los vistos en Colombia pueden ocurrir cada diez años, mientras que se espera que precipitaciones tan intensas de cinco días en Venezuela se den cada tres. Pero responder cuál fue el rol exacto que el cambio climático jugó en esta ecuación, o si la tendencia de las lluvias de la región ante un clima más cálido será a incrementar o a reducirse, es algo que no pudieron obtener con certeza.

Según Mariam Zachariah, investigadora asociada del Imperial College de Londres, que no hayan concluido cuál fue el papel del cambio climático, “no significa que no lo tenga, tiene que ver más bien con la confianza en los modelos”. “Lamentablemente, el clima extremo no se entiende bien en el norte de Sudamérica”, agregó Arias. “En este caso, no está claro si el cambio climático incrementó las lluvias, pero casi con certeza está aumentando el riesgo de olas de calor, sequías e incendios en Colombia y Venezuela”.

En otras palabras, la falta de datos significa que ambos países deben estar preparados para todo. Sobre el deslizamiento en Colombia, las expertas también advirtieron que el desplazamiento interno ha llevado a las personas a ubicarse en asentamientos informales, justo en las laderas, y que la deforestación y la conversión de páramos a agricultura “ha reducido la capacidad de los ecosistemas naturales para regular las inundaciones provocadas por las lluvias y ha aumentado la susceptibilidad a los corrimientos de tierras”.

“Urge más inversión en ciencia climática para entender los riesgos cambiantes y prepararse para lo que viene. Más ciencia salvará vidas”, remató Arias. Su afirmación recuerda las palabras que lanzó la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) hace unas semanas, cuando publicó su opinión consultiva sobre las obligaciones de los Estados frente a la emergencia climática: existe el derecho a la ciencia. “Este derecho comprende la prerrogativa de participar en el progreso científico y gozar de sus beneficios, sin discriminación”.