Lo que podría haber sido la enternecedora imagen que Coldplay suele captar con su «cámara de besos» durante el hit «Viva la vida» se transformó en un escándalo que dio la vuelta al mundo, cuando el empresario Andy Byron, CEO de Astronomer, fue filmado abrazando a Kristin Cabot, jefa de Recursos Humanos, y amante del mandamás de la firma tecnológica.
La inmediata actitud de los amantes al verse en la pantalla gigante del estadio Gillette, en Boston, de taparse la cara primero, escabullirse ella y agacharse él, los condenó ante los miles de espectadores que estaban allí y ante los millones de ojos que fueron testigos una vez que la escena se viralizó.
Tampoco ayudaron las palabras de Chris Martin, el líder de la banda británica, quien al observar la reacción de la pareja concluyó: «Oh, miren estos dos, o están teniendo una aventura o son demasiado tímidos.» Frase que los terminó de hundir a Byron y a Cabot.
¿Qué sucede con las personas cuando está todo filmado y se cae en el riesgo de aparecer públicamente en lugares indebidos?
«Lo más llamativo de todo esto es que en tiempos de inteligencia artificial, la estupidez humana sigue siendo más relevante. Acá una persona millonaria, CEO de una empresa que factura mil millones de dólares, se vio víctima de su fase emocional. Seguramente se trata de una persona mucho más inteligente que todos nosotros, pero aquí cayó en su propia estupidez», dice a Clarín Nicolás Isola, doctor en Ciencias Sociales y Consultor en Liderazgo y Storytelling.
«Es muy sorprendente cómo las acciones y contradicciones de la vida te posicionan en una empresa, pero también te desposicionan velozmente, como le sucedió al CEO Andy Byron. Un millonario desconocido, seguramente disfrutador de ese anonimato, que, de un minuto para el otro, se volvió famoso por cientos de miles de memes que aparecieron en las redes sociales. La inconsistencia se paga en tiempo real, con un nivel de sarcasmo difícil de silenciar», explica Isola.
Para Isola, también filósofo, es sorprendente «cómo todos, cualquiera de nosotros, en un instante podemos perder la capacidad racional. Seguramente Byron sabía que la cámara estaba captando instantáneas y no supo o no pudo esconderse, o salir del foco. ¿Por qué? Porque estaba en el foco emocional, que se apoderó de su ser. Por eso insisto con esto de que tomados por la inteligencia artificial, la estupidez humana sigue siendo un factor que es tomador de decisiones».
Concluye Isola que el CEO estuvo en el peor escenario posible: «En el recital de Coldplay, con extrema visibilidad, y en un lugar descontrolado, donde decenas de miles de anónimos tomaban la foto de esa escena y la posteaban, generando una viralización interminable. Seguramente Byron hubiera podido acallar con plata a cada uno de los asistentes al show, pero se le fue de las manos. Sin duda, esto es más que un llamado de atención para los que viven una doble vida.»

Especialista en vínculos, Sebastián Girona dice que «para un infiel, ser descubierto históricamente es algo que lo pone en alerta».
«Ser infiel es un trabajo en ese sentido. En esta época de redes y tecnologías es muy fácil cometer una infidelidad pero también es muy fácil que te descubran», señala.
«Lo que pasó en el recital de Coldplay enciende una alerta más. Es probable que a partir de esto, los y las infieles comiencen a cuidarse aún más que antes y eso puede hacer que muchas relaciones de amantazgo sean aún más clandestinas y se desarrollen puertas adentro de las casas sin salir demasiado», comenta.
Para Girona, «el impacto obliga a no descuidar ningún detalle, porque es una infidelidad agravada por la exposición. Entonces la infidelidad ya es traumática y si a eso le sumamos que se entere todo el mundo, el impacto psicológico es terriblemente peor».
El psicólogo, además, remarca que «un video, como el que se vio en la pantalla gigante del estadio, deja sin efecto alguno la negación que casi siempre el infiel defiende a capa y espada… Lo sucedido en el show puede hacer que los infieles pierdan aún más el control de la situación y cuando las personas perdemos el control de algo aumenta nuestra ansiedad frente a eso».

Por su parte, la socióloga Fabiana Solano habla de capitalismo de plataforma. «Más que un jaque a la trampa, que podría ser, es un ataque a la privacidad y a la intimidad. Hay cámaras instaladas por todos lados y las personas están todo el tiempo filmando sin el consentimiento del prójimo y, de repente, uno se convierte en mercancía o producto en sí mismo, sin brindar su aval. Es como que dejamos de ser dueños de nuestros espacios cotidianos», opina.
«El capitalismo de plataforma es el modelo de estos tiempos, en el que una persona se convierte en contenido. La pareja que fue al show de Coldplay imagino que debía saber que la banda tiene esa cámara que capta momentos», sostiene.
Y agrega: «Yo creo que el CEO pudiendo haberse comprado un palco, blindado como se hace en círculos exclusivos, no tuvo en cuenta que estuvo en un ámbito con otras reglas, donde operó la agresividad del sistema de vigilancia. Los amantes, sin pretenderlo, se volvieron flor de consumo.»
Seguramente, cree Solano, que la trampa está en jaque. «Esto significará un punto de inflexión, pero lo más preocupante es que no hay respeto por el otro. Todos los días estamos viendo a personas filmando a otras en el subte, en el colectivo, atentos a alguna pelea, discusión o si leemos algo inapropiado en el celular del otro, sin pedir permiso, con el fin de buscar una viralización sin medir el daño que se podría estar ocasionando. Puede ser atractivo, pero se está deshumanizando al otro», dice.

La fractura entre lo público y lo privado, el rol de lo prohibido, el deseo atravesando jerarquías, cómo seduce el poder. «Todo esto está en juego», para la licenciada en psicología Elizabeth Melo.
«Tendríamos que preguntarnos si corresponde que la kiss-cam enfoque personas random en un recital y sin consentimiento alguno, más allá de la relación de infidelidad. Coldplay puso en el escenario público algo de la vida privada, provocando una fractura entre el yo que muestra y el yo que oculta», analiza.
Melo no duda en definir lo ocurrido como «una postal de época, viviendo en una sociedad que está hiper vigilada, en la que un tropiezo en la calle puede convertirse en un video viral».
«Pero también aparece otro punto, como el juicio de valor que realizan millones de personas, en este caso, hacia la pareja de amantes que fue atrapada infraganti. ¿Qué producen casos como éste? No sólo una paranoia, también una angustia de no saber cuándo estamos siendo observados y filmados, lo que hace que estemos expuestos, vigilados y juzgados. Una especia de Gran Hermano que nos obliga a extremar los cuidados», añade.
«Estamos atravesados por una cultura del control, que genera ansiedad y fobia social. Es una época muy Michel Foucault, que tiene un libro muy reconocido que se llama ‘Vigilar y castigar’, en el que desarrolla el concepto de sociedades de control, a través de mecanismos sutiles. Basta que uno crea que nos están observando todo el tiempo para que uno se comporte como se espera y para no ser juzgado», cierra.