Ana Güezmes: “Me gustaría ver a muchos más hombres orgullosos de ser personas que cuidan”

Ana Güezmes: “Me gustaría ver a muchos más hombres orgullosos de ser personas que cuidan”


La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha puesto el foco en el potencial de los cuidados domésticos como una vía de desarrollo económico y progreso hacia la igualdad de género. Avanzar en la profesionalización del cuidado de niños, ancianos y personas con dependencia crónica, tareas no remuneradas que recaen mayoritariamente en mujeres de todas las edades, incrementaría un 12% la fuerza laboral de la zona, propiciaría la autonomía femenina y daría soporte al bienestar general de las mujeres, explica Ana Güezmes (Santander, 60 años), médica salubrista española y directora de Asuntos de Género de la Cepal, quien estos días participa en Ciudad de México en la XVI Conferencia Regional sobre la Mujer y la sociedad de los cuidados. Es consciente de las características propias de la región, donde un 68% de las mujeres de 15 a 24 años no estudia ni está en el mercado laboral porque tiene que cuidar en casa, algo que solo les pasa al 14,4% de los hombres de esas edades. Y también de los embarazos adolescentes y los matrimonios tempranos. Y de las tradiciones culturales que abocan a las mujeres a atender a los suyos para no incumplir con los mandamientos sociales.

Pregunta. Las mujeres en América Latina enfrentan muchos problemas, incluida una alta violencia. ¿Por qué ahora es el momento de poner el foco en los cuidados?

Respuesta. La región ha ido avanzando en la idea de que los cuidados son una necesidad de todas las personas a lo largo del ciclo de vida, pero esta conferencia también remarca que se trata de un trabajo no remunerado que representa prácticamente una quinta parte del producto interno bruto (PIB) de los países. Es decir, el trabajo no pagado sostiene la economía, sostiene la vida y sostiene el desarrollo y el 74% lo realizan las mujeres, cuando tiene que ser una responsabilidad compartida, con los Estados al frente, y una corresponsabilidad con las familias, con las empresas, las comunidades, la economía social solidaria y los hombres.

P. ¿Es lo más urgente?

R. Le damos un sentido de urgencia porque estamos ante una crisis de los cuidados. ¿Qué significa la crisis? La demanda de cuidados aumentará por el envejecimiento de la población, los efectos del cambio climático, nuestros propios patrones de producción y consumo, que están incrementando las enfermedades crónicas. Y no tenemos todavía suficientes servicios, infraestructura, profesionalización del cuidado. Actuar ahora es un imperativo de justicia, pero también de igualdad. El cuidado debe ser un bien público global.

P. ¿Cómo se gestiona el avance en los cuidados en estas sociedades con unas brechas entre pobres y ricos tan anchas? ¿Entre una profesional de Ciudad de México y una ama de casa de la sierra de Guerrero?

R. Invertir en cuidados implica financiamiento. Se tiene que llegar aproximadamente al 4,7% del PIB, de forma general. Pero debe haber un enfoque territorial, que podría incrementar el 12% de la fuerza laboral en la región y reducir una de las brechas más persistentes, la de la participación laboral de las mujeres. En la región, la mitad de las mujeres está fuera del mercado laboral, en comparación con el 25% de los hombres. Invertir en cuidados va a tener enormes beneficios en bienestar individual y social, también en generación de empleo y recaudación fiscal. Y hasta en cómo medimos el desarrollo, que ahora lo hacemos a través del PIB y hay que empezar a medirlo desde el bienestar de la gente. Entonces, las políticas de cuidado tienen que ser de cercanía.

P. Pero los cuidados siguen sin estar valorados socialmente.

R. Toda nuestra estructura ha estado pensada en los tiempos para generar ingresos, no en los tiempos para el cuidado, que todavía es una actividad no valorada. A mí me gustaría ver en el futuro muchos más hombres que sientan orgullo de ser profesores, abogados, funcionarios y a la vez ser un padre responsable o ser un hombre que cuida.

P. Aun cuando se profesionalicen, la falta de valor social deja a los cuidados muy mal pagados y en manos de las mujeres. ¿No se corre el riesgo de crear un sector precario y feminizado?

R. Estamos desarrollando una iniciativa con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para generar estándares regionales de empleo de calidad en el sector de los cuidados. Es una gran oportunidad también para las trabajadoras domésticas, que hacen muchísimas actividades de cuidado, pero no se consideran. Se trata de crear mejores empleos y de mejor calidad con una regulación de competencias. La fuerza laboral podría incrementarse un 12%. En un primer momento, posiblemente sea muy femenina, de hecho, ya lo es. Pero debe pasar de la informalidad o de la precariedad a tener estándares de trabajo de calidad. Por otro lado, hay que hacer un ejercicio inverso con el desarrollo de licencias de paternidad para que los hombres asuman con mucha más profundidad y responsabilidad los cuidados. Las mujeres dedican el triple de tiempo que los hombres al trabajo no remunerado.

P. Siempre que haya hombres.

R. Los hogares monoparentales liderados por mujeres están creciendo, por eso también los cuidados implican recursos. Y los recursos pasan por una cosa muy básica, que los hombres paguen las pensiones de alimentos. Y por ofrecer apoyo económico y pensiones dignas: en ese tiempo en que las mujeres se retiraron del mercado laboral porque tenían que cuidar, que es una penalización que pagamos las mujeres, dejamos de cotizar, y ese tiempo debería computarse también en los sistemas de pensiones. Así pues, recursos, infraestructura y superar la división sexual del trabajo.

P. ¿Qué es lo que más se necesita en la región?

R. Se ha avanzado en la legislación, pero el financiamiento es fundamental y las estadísticas, los mapas de cuidados territoriales. Lograr una cobertura universal de centros de cuidado infantil es fundamental y las escuelas de tiempo completo. Y servicios para cuidados de larga duración, de la vejez y de enfermedades crónicas. Y el Caribe nos plantea con mucha fuerza el cuidado en situaciones de emergencia, como la temporada de huracanes. O en las migraciones. Estamos planteando, por ejemplo, las visas humanitarias, para que si un familiar de un migrante enferma o muere en su país de origen pueda tener una visa temporal que le permita retornar.

P. A veces las costumbres y tradiciones ancestrales no ayudan, se ve mal llevar a un anciano al geriátrico, por ejemplo. ¿Cómo se cambia esa inercia?

R. Yo creo que el primer cambio es hablar de cuidados. Que las personas mayores estén en las mejores condiciones, y eso no significa que los hogares no tengan un rol, pero no únicamente. Antes tampoco se llevaba a los ancianos a los geriátricos porque tenían bajos estándares de calidad, como se vio en la pandemia. Igual pasaba con los centros infantiles. La idea de profesionalizar es ofrecer servicios de buena calidad. Y también hay que hablar de las oportunidades que perdieron nuestras madres y abuelas porque tenían que cuidar. Les pasa hoy a las niñas que se casan y tiene hijos muy temprano. Lamentablemente, la maternidad sigue penalizando en la vida laboral cuando tendría que estar protegida. No queremos políticas de cuidado que generen mayor desigualdad. Hay que involucrar a los hombres y a los jóvenes como aliados, este es uno de los pedidos de la conferencia, pero en las encuestas de uso del tiempo no vemos grandes cambios y cuando los hay son muy lentos.

P. En sus programas de trabajo invocan el medio ambiente y la sostenibilidad. ¿Cuál es su relación con los cuidados?

R. Hay nexos entre el derecho al cuidado y el cuidado del planeta, en la doble dirección. No se puede pensar en el cuidado de las personas sin el entorno en el que viven, en el clima… Invertir en cuidados para la población nos hace más resilientes frente al cambio climático, por ejemplo. Además, el cuidado es una actividad de baja emisión. Entonces, invertir en economía del cuidado es invertir en una economía limpia. Y a la inversa, todos los sectores económicos tienen que atender la dimensión de los estándares del cuidado cuando se desarrollan.