Andrea Casas Vargas (Sogamoso-Boyacá, 42 años) ha dedicado la mitad de su vida a la investigación científica. Con una fascinación que la acompaña desde el colegio, esta bacterióloga de la Universidad de Santander se empeñó en acercarse a la rama que más le despertaba curiosidad. Estudió una maestría en genética humana, becada por la Universidad Nacional, y un doctorado en ciencias de biología con apoyo de Colciencias. Se ha interesado, principalmente, en el análisis de ADN antiguo.
Casas, integrante del Grupo de Genética de Poblaciones e Identificación de la Universidad Nacional, formó parte del grupo de investigación que analizó genomas completos en 21 individuos que habitaron el altiplano cundiboyacense entre 6.000 y 500 años atrás. Para sorpresa de los expertos, en los más antiguos no se encontró relación con otros indígenas de América. El análisis que publicó la revista Science Advances reunió a 11 académicos, 4 de ellos de la Nacional y uno de la Universidad de Los Andes, así como a investigadores, especialmente, de la Universidad de Tübingen y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, en Alemania. En las últimas dos semanas han estado en boca del presidente Gustavo Petro. “Parece que los bogotanos de antes, eran únicos en toda la humanidad. Libres, independientes, pero se murieron todos. No hay descendientes probados”, escribió en redes.
Casas Vargas atiende a EL PAÍS por videollamada desde España. Pasa allí una temporada conociendo nuevas tecnologías para la investigación de enfermedades genéticas.
Pregunta. ¿Por qué es especial la investigación que se desarrolló con estos 21 individuos?
Respuesta. Es uno de los primeros estudios en ADN antiguo en Colombia con genomas completos, es decir, la secuencia completa de nucleótidos que constituye el ADN de cada individuo. Hasta ahora había trabajos de otros lugares del continente, incluidos países de Suramérica como Brasil, Chile y Argentina. Logramos secuenciar genomas de 21 individuos de diferentes periodos arqueológicos que encontramos en el país: el precerámico, es decir, los más antiguos, cazadores-recolectores con 6.000 años de antigüedad; el periodo formativo o periodo Herrera, que venían de la laguna Herrera de Madrid (Cundinamarca), y el agrocerámico, que son los muiscas y los guanes, por ejemplo. Es muy interesante ver cómo se han transformado esos primeros pobladores del territorio colombiano.
P. ¿Cuáles fueron los principales resultados?
R. Encontramos que los individuos más antiguos tenían un linaje que no comparten con individuos del resto del continente. Al comparar esas secuencias con las otras muestras de referencia, descubrimos que no tienen una conexión ancestral. Normalmente en investigaciones de otras muestras del territorio americano se encontraba un ancestro común, que atravesaron Bering y llegaron a Norteamérica y de ahí hasta el Cono Sur. Pero estos linajes no los habíamos encontrado, no sabemos de dónde vienen. Puede ser que vengan de otras oleadas migratorias del norte de América, pero no se han analizado hasta el momento. Esto es muy importante.
P. Tampoco dejaron descendencia….
R. Cuando miramos qué pasa con ese linaje en los otros periodos arqueológicos, nos damos cuenta que tampoco dejaron descendientes. No lo encontramos ni en periodos formativos, ni de Colombia, ni del resto de América, ni en el periodo agrocerámico, ni en comunidades indígenas actuales. Es muy interesante, ¿qué pasó con ese grupo de personas que llegaron a Colombia? Se asentaron en nuestro territorio, pero no quedó esa huella genética en las generaciones posteriores.
P. ¿Se tiene alguna hipótesis sobre cómo desaparecieron?
R. No tenemos certeza. Pudo existir algún evento ambiental que conllevara a su extinción, pero este es un tema más de los arqueólogos que estudian cambios ambientales. Es difícil saber concretamente qué fue lo que ocurrió con estos pueblos.
P. ¿Qué caracteriza a esos individuos más antiguos?
R. Los arqueólogos normalmente encuentran material asociado como puntas de flechas o herramientas de piedra en los restos óseos. Es un indicio sobre sus prácticas de caza y recolección. Tienen un cráneo más alargado y los dientes más anchos y desgastados. Eran nómadas, no hacían chozas ni nada de eso, simplemente iban de un lado para otro.
P. Los del periodo posterior son de hace 2.000 años… ¿Qué conexiones encontraron en esos grupos siguientes?
R. Pudo ser una oleada migratoria que venía de Mesoamérica, pero posiblemente ya no estaban estos cazadores-recolectores. Cuando vemos a los del periodo formativo y agrocerámico se observa una conexión ancestral con las comunidades actuales, principalmente, con las de Panamá. Hay una mayor afinidad genética. Esto es muy importante porque ahí precisamente vemos cómo esa oleada migratoria pasa al Istmo de Panamá y se queda en nuestro territorio. Lo más probable es que vengan conectados también por su lingüística, porque los muiscas y los guanes, por ejemplo, son de la familia chibcha, y los chibchas vienen de Mesoamérica. Entonces ahí observas esa conexión muy importante, que de alguna manera sabíamos, pero lo estás confirmando en genética. Es bastante interesante.
P. ¿Cómo impactan estos resultados el entendimiento sobre el poblamiento americano?
R. Cambian completamente las hipótesis de lo que se conocía, abre otra perspectiva porque ya se tenía por sentado que había unos modelos migratorios de América y se poblaron de esta manera, pero a veces lo vemos muy lineal: llegaron y poblaron Norteamérica y Centroamérica y llegaron a Suramérica. Lo que sabemos hasta el día de hoy es muy poco, todavía no logra reflejar realmente lo que sucedió en el poblamiento americano. Los fenómenos migratorios fueron muy dinámicos y nuestros orígenes poblacionales no fueron estáticos. Cambia completamente lo que conocíamos hasta el momento de las diferentes oleadas de Suramérica y es un reflejo de la importancia de nuestro país frente al poblamiento suramericano.
P. ¿Cómo se logra secuenciar el ADN completo de individuos con tanta antigüedad?
R. Son técnicas que se desarrollan para secuenciar cada nucleótido del genoma. Secuenciamos en el laboratorio todos los cromosomas y el ADN mitocondrial, lo que está en los cromosomas de las células. A eso nos referimos cuando hablamos de genomas completos. Es un avance tecnológico muy importante que ha venido en auge desde hace unos 10 a 15 años y que está presente en diferentes áreas como la genética clínica o la farmacogenética. Es lo que permite, por ejemplo, el avance de investigaciones sobre enfermedades genéticas.
P. Debe ser un proceso sumamente cuidadoso…
R. Es todo un reto. Primero, es necesario contar con una muestra que esté en buen estado porque obviamente cuando pasan los años se degrada más el ADN; entre más antiguos, más difícil obtenerlo. Deben ser laboratorios exclusivos para estos análisis; no debe haber ADN, sino el que voy a obtener de esa muestra y se usan trajes como los que usábamos durante el Covid. Realmente es un reto obtener cualquier secuencia de ADN antiguo. Requiere mucha paciencia.
P. Los restos analizados, en este caso, provenían de diferentes hallazgos…
R. El Laboratorio de Antropología Física de la Universidad Nacional tiene una colección muy grande de restos óseos. Es muy valiosa porque el profesor José Vicente Rodríguez, que lleva más de 30 años haciendo un trabajo riguroso, se ha encargado de hacer un muy buen análisis. Si no hubiéramos tenido un antecedente arqueológico tan grande no hubiéramos podido seleccionar a estos individuos. Eso también nos permite decir, junto a colegas del grupo de genética como William Usaquén: “Bueno, si vamos a hacer el análisis genético, son estos los individuos y no otros por tales y tales motivos”.
P. ¿Cuánto duró la investigación?
R. Empezó en 2019. Cuando llegó la pandemia ya habíamos discutido qué tipo de muestras analizar y habíamos alcanzado a enviarlas a Alemania, pero hubo un impacto porque el laboratorio se cerró. Luego empezaron los primeros análisis y el procesamiento de muestras. El trabajo lo lideraba Alemania, que aportó la financiación, con Cosimo Posth de la Universidad de Tübingen. Cuando obtuvimos los resultados, hace un año, los socializamos con el cabildo indígena de Suba, en Bogotá; era un compromiso que teníamos como grupo de investigación. Luego vino la publicación del artículo.
P. ¿Esperaban que despertara tanto interés?
R. Veníamos trabajando en una línea de investigación con comunidades precolombinas de diferentes lugares del país. Teníamos resultados en otros marcadores genéticos y surgió esta oportunidad de colaboración. Cuando vimos los resultados fue impactante, era importante para nosotros como investigadores, pero no pensamos que generara tanto interés. No lo dimensionamos de esa manera.
P. ¿Piensan abrir nuevas líneas de investigación a partir de estos resultados?
R. Sí, la idea es continuar con las investigaciones, abarcar otras poblaciones que no han sido estudiadas con esta metodología y ampliarlo a otras regiones del país. Seguir conociendo a profundidad nuestros orígenes poblacionales.