La relación de China con Nvidia se ha complicado aún más. Solo un mes después de la recepción estelar de Jensen Huang en el país, los medios estatales han criticado duramente los procesadores H20 del fabricante de chips por motivos de seguridad. El último plan de Washington de quedarse con el 15% de las ventas de gama alta de Nvidia y AMD irritará aún más a Pekín. Esto pone a clientes como Tencent en una situación incómoda.
Los lucrativos vínculos de Nvidia con el mayor importador mundial de semiconductores se han visto trastornados por la guerra comercial, la geopolítica y la rivalidad más general entre EE UU y China en materia de inteligencia artificial. En abril, Donald Trump prohibió en la práctica a la firma vender su procesador H20 AI específico para China. Esa decisión, que Huang dijo en ese momento que supondría una amortización de 5.500 millones de dólares en inventario y 15.000 millones en pérdidas de ingresos, pronto se revirtió como parte de las concesiones de EE UU a Pekín a cambio de que continuara el suministro de tierras raras.
Es un gran alivio para Nvidia. Según Visible Alpha, se prevé que las ventas en China crezcan un 185%, hasta unos 49.000 millones de dólares en el año fiscal que finaliza en enero, lo que supone casi un cuarto de los ingresos totales. Incluso esta cifra podría ser conservadora: el lunes, Trump declaró que estaba dispuesto a permitir que Nvidia vendiera a China una versión reducida de su chip Blackwell, más avanzado.
Pero las perspectivas vuelven a oscurecerse. El Plan de Acción para la IA de Washington de julio pide, entre otras cosas, una aplicación más estricta de los controles de exportación, incluidas “nuevas y existentes funciones de verificación de la ubicación”. Esto llevó al regulador del ciberespacio chino a convocar a Nvidia a una reunión. La semana pasada, la firma de EE UU publicó una entrada en su blog, tanto en inglés como en chino, en la que reiteraba que sus chips no tenían las llamadas puertas traseras, interruptores de apagado ni spyware.
Esas garantías no han sido suficientes. Hace un par de semanas, el diario estatal People’s Daily publicó un artículo de opinión titulado Nvidia, ¿cómo puedo confiar en ti?, al que siguió el domingo otro comentario en otro medio que criticaba el H20 por ser una amenaza para la seguridad, tecnológicamente poco avanzado y poco respetuoso con el medio ambiente. Resulta preocupante que concluyera que China “sin duda tenía la opción de no comprarlo”.
Es probable que el público al que va dirigido sea el de los gigantes tecnológicos. Entre ellos, Tencent y ByteDance, matriz de TikTok, que están tramitando solicitudes para adquirir chips H20, según fuentes cercanas. Pero Pekín está decidido a independizar al país de la tecnología extranjera. Las autoridades han enviado avisos a las empresas desaconsejando el uso de chips de Nvidia, en particular para aplicaciones gubernamentales o relacionadas con la seguridad, informó ayer Bloomberg, citando a fuentes cercanas. Además, el último acuerdo de Trump para recaudar el 15% de los ingresos hará que las empresas nacionales entreguen indirectamente dinero al Gobierno de EE UU, lo que no sentará bien a Xi Jinping.
El problema es que los chips de IA nacionales de Huawei, Cambricon y otros aún tienen mucho camino por recorrer para alcanzar a los de Nvidia. Y Huang tiene otra ventaja formidable: su plataforma de programación, CUDA, alberga muchas aplicaciones, marcos y software de IA que se han convertido en el estándar del sector, lo que dificulta y encarece el cambio para los clientes. Por ahora el país no tiene muchas opciones.
Un impuesto poco eficaz
Cuando tu principal logro legislativo aumenta la deuda nacional en 3,4 billones, desviar 3.000 millones de exportaciones vitales a tu principal rival geopolítico es insignificante. Respecto a la nueva postura de Trump sobre China y los chips de Nvidia, o tiene sentido mantener a un adversario enganchado a la cadena de suministro o no lo tiene; el argumento de aceptar el riesgo a cambio de una contribución minúscula a las arcas públicas vaciadas por un reciente paquete de recortes presupuestarios no pasa la prueba del algodón. Peor aún, puede sentar un precedente que socave el beneficio aparente de ese proyecto de ley para las empresas de EE UU.
El nuevo acuerdo de la Administración Trump reabre un gran mercado para los principales diseñadores de EE UU de unidades de procesamiento gráfico, la base del desarrollo de la IA. Trump descartó el H20 como un chip obsoleto que China ya tiene. Pero, a juzgar por la demanda prevista, sigue siendo un producto muy codiciado. Los analistas de Bank of America estimaron que la reanudación de las exportaciones podría reportar a Nvidia hasta 10.000 millones en ingresos procedentes de China en los próximos seis meses. En términos anualizados, supone 3.000 millones en impuestos, frente a una factura fiscal total prevista de 19.000 millones para este año, según Visible Alpha. Aunque Huang probablemente pueda soportar el golpe en este producto –al fin y al cabo, reusar tecnología madura es más barato–, se trata de un aumento considerable.
Pero, para el Tesoro de EE UU, presionar a las empresas una por una es una forma terriblemente ineficaz de recaudar ingresos. Sigue un patrón de persecución de partidas de poco valor, como las tarjetas doradas de inmigración de 5 millones de dólares, los acuerdos con universidades y los altos aranceles destinados a resolver una serie de retos geopolíticos sobre Rusia o Brasil. El secretario de Comercio, Howard Lutnick también ha liderado una iniciativa para cobrar más por los servicios gubernamentales.
Ni siquiera los aranceles generales son suficientes para tapar el agujero presupuestario, pese al sueño declarado de Trump de sustituir la mayoría de los impuestos por tarifas. Es cierto que los ingresos procedentes de los gravámenes a las importaciones han crecido hasta superar los 100.000 millones en lo que va de 2025. Pero el Gobierno gasta 7 billones al año. El caso de Nvidia es aún peor, ya que enturbia cualquier enfoque coherente de seguridad frente a la proliferación de la IA y el sueño de un código fiscal competitivo. Si todos los flujos comerciales que atraen la atención política están sujetos a un recargo ad hoc, la eficiencia se va por la ventana. La mano dura del Gobierno está en todas partes, incluso cuando los ingresos fiscales se le escapan de las manos.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías