Cuando el doctor José Penna miró los patios que circundan el Hospital Muñiz, pensó que algún día todas esas plantas, de crecimiento incipiente, brindarían oxígeno, sombra y templanza a los pacientes internados en los pabellones. Más de un siglo después, las plantas crecieron y se multiplicaron, incorporando nuevas especies, a las que ahora se suman, además, todas las que amorosamente dibujó el artista chileno Hernán Pitto Bellocchio en las paredes del vacunatorio de este centro de salud, especializado en enfermedades infecciosas agudas.
El proyecto “Vacunatorio Vegetal. Estética y salud en el ecosistema hospitalario”, desarrollado bajo el impulso de la 5ta. edición de Bienalsur, es el corolario de una investigación interdisciplinaria que el artista desarrolló junto a Teresa Politi y Gabriel Noel, médica cardióloga del Hospital Argerich y antropólogo dedicado a la ingeniería biomédica, respectivamente. “Empecé preguntando a Tere cuál era el tipo de arte que existía en los hospitales públicos en CABA. Me interesaba pensar cuál era la importancia del sentido estético para la salud”, cuenta el artista.
A partir de entonces los tres emprendieron una serie de exploraciones. “Cuando al principio Hernán mencionaba esta idea del derecho a la belleza como parte del derecho a la salud, a mí me generaba mucho dolor, porque pensaba que, faltando tantas cosas básicas en el hospital, no podíamos ponernos a pensar en estas cosas”, dice Politi.
Arte dentro de los hospitales
Pero las preguntas que su compañero le traía acerca del arte dentro de los hospitales le permitió, sin embargo, desnaturalizar una escena a la que, de urgencia en urgencia, nunca había prestado atención.
Vacunatorio vegetal, del artista chileno Hernán Pitto Bellocchio en el Hospital Muñiz. Foto: Guillermo Rodríguez Adami. “Solemos pensar que el sentido estético consiste en un mero adorno, o en todo caso un agregado que viene después de satisfacer las necesidades básicas y elementales. Pero no es así –explica Noel–. Las primeras cuestiones humanas de las que tenemos noticia tienen sentido estético. La belleza –agrega el antropólogo– es parte integral del derecho a la salud, concebido de forma amplia”.
Las exploraciones, entonces, comenzaron a tomar forma de trabajo de campo: Pitto Bellocchio, Politti y Noel recorrían distintos hospitales pensando en el impacto positivo de la belleza para la salud (ya se trate de la posibilidad de contemplar arte, naturaleza, o el simple hecho de ingresar a una sala de atención limpia y ordenada, en lugar de en pleno caos). También, en la desigualdad reinante, que hace que quienes pueden, elijan atenderse en instituciones privadas solo “porque las paredes son más blancas”.
Vacunatorio vegetal, del artista chileno Hernán Pitto Bellocchio en el Hospital Muñiz. Foto: Guillermo Rodríguez Adami. Así conocieron espacios, profesionales, pacientes, e historias de vida. Antes de llegar al Muñiz, visitaron el Garraham, el Argerich y el Rawson. Pero cuando entraron al hospital de la calle Uspallata, sintieron que ahí había espacio para experimentar algo, aunque no supieran bien qué.
“Lo primero que nos llamó la atención fue su entorno verde, uno de los objetivos principales de su fundador. Penna estableció por escrito una suerte de trazado botánico, concebido desde la función médica que podía tener esa vegetación”, cuenta el artista desde su casa taller en Barracas, donde las plantas también son omnipresentes.
En su trayectoria, desplegada entre Buenos Aires y Milán, el mundo vegetal aparece siempre y de diversos modos. De hecho, Pitto Bellocchio ya había sido seleccionado para participar de una edición anterior de Bienalsur, con un proyecto que ponía el ojo sobre los árboles nativos de diversas ciudades latinoamericanas, y los patios de sus respectivas casas gubernamentales.
Así, en diálogo con el personal del hospital, sobre todo con Tuti Maglio, analista de relaciones institucionales del hospital y espíritu de todos los proyectos culturales que tienen lugar en sus espacios, las iniciativas del colectivo interdisciplinario fueron cobrando forma.
“El entorno del Muñiz es un parque, recuerda un poco La Montaña Mágica de Thomas Mann, novela en la que la gente se va a curar a la montaña no solo por el aire, sino por el contacto con la belleza”, dice el artista. Su verdor volvió a encender en él la llama botánica de su creatividad. Junto a sus colaboradores, charlaron con todas las personas con las que pudieron, dentro de la institución.
El apoyo de Bienalsur les permitió terminar de dar forma a la idea y llevarla a cabo. La bienal incubada por Aníbal Jozami y Diana Wechsler desde la Universidad Nacional Tres de Febrero pone especial énfasis, desde sus inicios, en expandir las fronteras del arte contemporáneo más allá de los espacios habituales de circulación. Para Bienalsur, la intervención de Bellocchio en el Muñiz significó la primera vez que presentó una muestra en un hospital público.
Vacunatorio vegetal, del artista chileno Hernán Pitto Bellocchio en el Hospital Muñiz. Foto: Guillermo Rodríguez Adami. Ser respetuosos de ese espacio
Una vez que se acordó lugar, comenzó el diálogo con los trabajadores. “No queríamos hacer nada que resultase invasivo, queríamos ser respetuosos de ese espacio”, cuentan. Bellocchio comenzó a salir a los parques aledaños, a dibujar todas esas especies que ahora toman los muros del vacunatorio, acariciando los ojos de quienes llegan a atenderse y quienes pasan innumerables horas atendiendo, poniendo el cuerpo en el cuidado de niños y adultos.
Cada pared es una composición integrada por múltiples ejemplares de esas especies, habitantes de los tres parques próximos a la zona del hospital (el Parque España, el Ameghino y el Patricios), frente a los que Bellocchio pasó horas, durante días, copiando al detalle. “El tiempo largo equivale a un diálogo con la planta que se está dibujando”, dice.
Vacunatorio vegetal, del artista chileno Hernán Pitto Bellocchio en el Hospital Muñiz. Foto: Guillermo Rodríguez Adami. Cada dibujo es una sumatoria de tiempos: por eso hay tipas peladas y tupidas, entre otras sutiles diferencias que dan cuenta de los meses que el artista dedicó, pacientemente, a sus apuntes del natural.
Los ejemplares específicos de tilos, sauces, gomeros y plátanos, copiados en los parques, conviven en los muros con los jazmines, helechos arborescentes, potus y pasifloras, entre otras especies elegidas por los trabajadores del vacunatorio.
“Dibujar la planta que cada uno de ellos me pedía fue un modo de hacerlos parte del proyecto. Me gusta ahora volver a la pared y decirles aquí está tu planta” cuenta el artista. Contra las paredes blancas, las nervaduras azules de sus dibujos permanecerán vibrantes, inspirando vitalidad y resiliencia a quienes lo necesite.
Vacunatorio vegetal, en el Hospital Muñiz (Uspallata 2272).










