En América, el fuego ya no es un visitante estacional: se ha convertido en un residente permanente. Solo en 2024, más de 950.000 kilómetros cuadrados —una superficie mayor que Bolivia— ardieron en el continente. La devastación no solo consume bosques: arrasa cultivos, infraestructuras, cuencas hídricas y deja a millones de personas respirando aire contaminado. El impacto climático es colosal: en ese mismo año, los incendios liberaron 2,6 gigatoneladas de CO₂ equivalente a la atmósfera.
Ante esta crisis, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) ha lanzado la iniciativa Bomberos Agroforestales de las Américas: un cuerpo modular, continental y con base comunitaria, diseñado no solo para sofocar llamas, sino para prevenirlas y restaurar los territorios después del fuego.
Estos equipos combinan tecnología de vanguardia —drones, imágenes satelitales, inteligencia artificial— con conocimientos ancestrales sobre manejo de suelos, pastizales y bosques. Su trabajo empieza mucho antes de que se vea humo: capacitan a comunidades rurales, ejecutan quemas controladas y restauran áreas degradadas. El objetivo es claro: construir resiliencia territorial.
La colaboración internacional no es una opción, es una necesidad. En 2023, brigadistas costarricenses viajaron a Canadá para ayudar en la temporada más devastadora que haya vivido el país. México ha enviado bomberos a Chile y a California. Esta rotación hemisférica —posible porque las temporadas de incendios en el Norte y Sur no coinciden— se refleja en el calendario anual de incendios por región.
Europa también aporta experiencia. Por ejemplo, España participa a través del Centro Ibérico para la Investigación y Lucha contra Incendios Forestales (CILIFO), que colabora con el IICA para transferir técnicas, protocolos y entrenamientos. Desde el 2003 el sistema de parques nacionales de España entrenó personal costarricense y donó equipo que aún hoy está en uso.
El plan incluye alianzas con bancos regionales, el Fondo Verde del Clima y empresas privadas del sector forestal y agroalimentario. También propone un marco innovador: seguro colectivo, estatus migratorio de cooperante temporal y certificación especializada, reconociendo que combatir incendios en bosques templados de coníferas no es igual que hacerlo en selvas tropicales de alta biodiversidad. Otro objetivo es dotar de equipos más modernos y sistematizar los apoyos de unidades de voluntarios entre los países.
Más que un cuerpo de emergencia, es una red continental de guardianes del territorio. En un continente donde el fuego ya no es la excepción, sino la norma, estos bomberos agroforestales representan una apuesta que une ciencia, tecnología y compromiso comunitario para defender el futuro.