La serie de Amazon dedicada a Carlos Menem indaga en sus primeros capítulos en los vínculos con el movimiento carapintada, en particular con Mohamed Alí Seineldín, y en la influencia de Zulema Yoma, la esposa del presidente, en esa relación. Como se sabe, Seineldín se levantó en armas y Menem reprimió con dureza el 3 de diciembre de 1990.
El coronel, que era veterano de la guerra de Malvinas, empezó a escalar posiciones en el carapintadismo en 1988, el año de la interna entre Menem y Antonio Cafiero. En enero de ese año, fracasó la asonada de Aldo Rico en Monte Caseros, provincia de Corrientes. Era la segunda incursión de los oficiales de mediana graduación del Ejército tras haberse presentado en sociedad en Semana Santa de 1987. La crisis de esos días se saldó con la ley de Obediencia Debida.
La aventura correntina de Rico obedeció a su pulseada con el jefe del Ejército, José Dante Caridi, una interna ajena a la cuestión de los derechos humanos. Caridi se impuso y los carapintada quedaron descabezados hasta que entró en escena Seineldín.
El Camello
De ascendencia siria, como los Menem y los Yoma, el ultranacionalista coronel aspiraba a ser ascendido a general. Caridi se encargó de frenar las promociones de los implicados en los dos alzamientos y Seineldín vio frustrado su ascenso, que lo dejaba a un paso del retiro, y entró en acción en diciembre de 1988. Sublevó a un grupo de prefectos y actuó desde Campo de Mayo antes de irse al cuartel que bautizó la asonada: Villa Martelli, en el predio que dos décadas más tarde ocuparía Tecnópolis.
La crisis de Martelli se resolvió pacíficamente, pero antes de que Seineldín entregara el cuartel a las fuerzas leales, sucedió lo que el gobierno de Raúl Alfonsín se había esmerado en evitar durante las crisis militares anteriores: los civiles avanzaron hacia la entrada de la guarnición, los militares respondieron con disparos y murieron tres personas.
El nombre de Seineldín quedó instalado en la opinión pública y en el verano de 1989 el Movimiento Todos por la Patria (MTP) denunció una supuesta conspiración entre el coronel, Menem (que ya era candidato a presidente) y Lorenzo Miguel. Al mismo tiempo, el propio Alfonsín alegaba que Seineldín (conocido como Camello) era visitado en su lugar de detención por hombres allegados al candidato del peronismo.
Esa polémica no prosperó porque el 23 de enero de 1989 se produjo el ataque al cuartel de La Tablada por parte del MTP, con decenas de muertos durante una fuerte represión del Ejército. Semanas más tarde estalló la crisis económica, que se superpuso a las cuestiones militares.
En ese marco, Menem ganó las elecciones el 14 de mayo. Alfonsín anunció su renuncia el 12 de junio. En el medio, el líder radical ofreció a Menem que firmaran juntos una serie de indultos. El sucesor de Alfonsín se negó y se abocó al armado de su plan económico, prohijado por el grupo Bunge & Born, uno de cuyos gerentes, José María Menéndez, era próximo a los carapintada.
Una relación espinosa
El primer encuentro entre Menem y Alfonsín para acordar los términos de la transición fue el 18 de mayo de 1989 en Casa de Gobierno. La noche anterior, Menem tuvo un cara a cara con Seineldín. Fue en Constitución. Con conocimiento de las autoridades militares, el coronel fue llevado a una reunión con el presidente electo. Seineldín hizo sugerencias que fueron aceptadas: los nombramiento de Ítalo Luder como ministro de Defensa y del general Isidro Cáceres al frente del Ejército, y tandas de indultos para militares implicados en violaciones a los derechos humanos.
La serie protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Griselda Siciliani plantea que Zulema Yoma era próxima a Seineldín y que presionó a su marido para que fuera ministro de Defensa. En El Jefe, la biografía de Menem firmada por Gabriela Cerruti, se plantea que Seineldín y Yoma se conocieron en 1984 en casa de amigos comunes y que ella quedó fascinada con el militar.
De acuerdo a esa investigación, y como se ve en la serie, Yoma llevó a Seineldín a la Quinta de Olivos tras la asunción de Menem. El coronel venía de ser indultado en octubre de 1989 y pasado a retiro días más tarde. Según Cerruti, hubo al menos dos visitas: en la primera, se sumó Menem para una larga charla. En el segundo encuentro, avisado de antemano, el mandatario no fue a la residencia presidencial. Hubo, además, una comida en Olivos, después del indulto, en la que Seineldín expuso su visión conspirativa del Ejército opuesto a los carapintada y creyó que Menem facilitaría los ascensos de los oficiales de esa facción. No fue así.
El distanciamiento llegó en 1990. En marzo, el general Martín Bonnet, nuevo comandante ante la imprevista muerte de Cáceres, dictó veinte días de arresto para Seineldín por un texto incendiario que circulaba entre los oficiales, en el que hablaba de un Ejército dividido y con grupos enfrentados dentro del arma. En junio, Menem echó a Yoma de la residencia presidencial, como se ve en la serie de Amazon. Y en octubre quemó las naves en su relación con el coronel.
En una carta a Menem entregada en Olivos el día
20, Seineldín advirtió que “están dadas las condiciones para que sucedan acontecimientos
reivindicatorios de tal gravedad que ni Usted ni yo estamos en condiciones de
precisar”. Menem se hallaba en Roma; un día antes, en su audiencia ante Juan
Pablo II había reiterado una idea que rondaba en esas semanas y que se hizo más
fuerte la noche del 3 de diciembre: los indultos a los comandantes.
La conspiración
La más que evidente intención del coronel de volver a las andadas no podía pasar desapercibida y se actuó en consecuencia. El 22 de octubre, el general Bonnet ordenó su arresto por sesenta días en La Pampa. De allí lo llevaron a San Martín de los Andes, donde se encontraría el 3 de diciembre.
A fines de octubre, Prefectura advirtió al Ministerio de Defensa. Se había detectado a miembros del grupo Albatros con teléfonos celulares, organizando reuniones y con dinero en efectivo. Los integrantes del grupo estaban en la mira desde hacía dos años, por su participación en Villa Martelli. En consecuencia, actuó la SIDE, que les pinchó los teléfonos.
Los hombres de Seineldín armaron el plan de operaciones, que el coronel, desde su prisión en Neuquén, aprobó el 25 de noviembre. Cuatro días después, en Vicente López, los oficiales de Seineldín decidieron la fecha del alzamiento. Debía ser después del 30 de noviembre, cuando ya hubieran cobrado los suboficiales, el grupo más grande entre los complotados; y antes del 5 de diciembre, día de la llegada del presidente de Estados Unidos, George Bush.
Eligieron el lunes para lo que dieron en llamar Plan de Operaciones Virgen de Luján, y que además de las acciones dispuestas incluía el plan de rescate de Seineldín para llevarlo a Buenos Aires. El viernes 30, los conjurados descubrieron que los servicios de inteligencia tenían información suministrada por un infiltrado. Cambiaron los códigos de comunicación y empezaron a dar datos falsos a quienes sospechaban de delatores. La suerte estaba echada.
El sábado 1º de diciembre, Inteligencia del Ejército le confirmó a Bonnet y al ministro de Defensa, Humberto Romero (reemplazante de Luder en enero de 1990 tras una disputa de este con Cáceres en la que Menem se puso del lado del militar), que el lunes sería la sublevación. El jefe militar ordenó que todos los oficiales se quedaran en sus puestos. El Gobierno apostó a que los alzados (unos mil hombres) dieran el primer paso para reprimir. El domingo 2, se filtró el alzamiento en el panorama político del diario Sur. Allí se hablaba de «la posibilidad de algaradas cuarteleras promovidas por los carapintada que se concretarían el lunes o martes próximos».
El último alzamiento
El levantamiento comenzó en la madrugada del lunes 3 de diciembre, y los servicios ya estaban avisados. Ergo, es una licencia absoluta que en la serie se muestre que la rebelión comenzó de improviso con Menem en plena jornada de trabajo en la Casa Rosada. Los insurrectos tomaron el Edificio Libertador y el Regimiento de Patricios, en Palermo. También coparon el batallón de El Palomar y otro centenar hizo lo propio en la fábrica de tanques TAMSE, en Boulogne. A su vez, oficiales alzados en Entre Ríos marchaban en varios tanques hacia Buenos Aires. La Prefectura fue ocupada por más de 400 insurrectos, que pretendían la reincorporación de los albatros sancionados por su rol en el alzamiento de Villa Martelli.
Menem no tuvo contemplaciones y mandó sofocar la asonada. En plena represión de las tropas leales, los alzados en Palermo ultimaron a dos oficiales leales, el mayor Federico Pedernera y el coronel Hernán Pita.
A media mañana, el mayor Hubo Abete difundió la proclama de los alzados. Ante la prensa, afirmó que lo que ocurría era “la continuación de los otros tres levantamientos”, que “hasta que no se solucione la situación interna del Ejército esto va a seguir pasando”, que “esto no es un golpe de Estado”, que “nosotros respetamos la Constitución, pero desconocemos el generalato” y que solamente reconocían como “comandante legítimo del Ejército Argentino” a Seineldín.
El Camello fracasó en su intento de huida de Neuquén, imposibilitado de llegar a Buenos Aires, y fue recapturado. La imagen más dramática se vivió en Boulogne. Fue la más impresionante de todos los alzamientos y equiparable en su crudeza a lo ocurrido en La Tablada. Once tanques tomados por los rebeldes rompieron la cerca de la fábrica TAMSE y salieron a la Panamericana. La idea era llegar hasta Mercedes, sabedores ya de la caída del foco de Palermo. Uno de los tanques embistió a un colectivo de la línea 60 y mató a cinco de sus ocupantes. El coronel Jorge Romero Mundani, que lideraba a los rebeldes de Boulogne, se suicidó dentro de un blindado.
«Se acabó el Camello»
El alzamiento dejó catorce muertos y decenas de heridos. La noche del 3 de diciembre, tras la rendición y en una conferencia de prensa en la que caracterizó lo ocurrido como un “intento de golpe de Estado”, Menem criticó la política de Alfonsín. Dijo que el Punto Final y la Obediencia Debida habían generado “una serie de situaciones confusas” y “una suerte de indultos encubiertos” que “blanqueamos” con el perdón de 1989.
Añadió que la diferencia con los otros tres alzamientos fue la ausencia de un clima deliberativo al afirmar que “con los delincuentes no se negocia” y que había reclamado rendición incondicional bajo advertencia de reprimir “hasta las últimas consecuencias”. Añadió que “se acabaron los carapintada y toda esta verdadera payasada que tanto daño le hizo al país”. Y remarcó: “Se acabó el Camello”, en alusión a Seineldín.
El 28 de diciembre llegaron los indultos a los comandantes condenados en el juicio de 1985 y a Mario Firmenich, líder de Montoneros. Más tarde, el Consejo Supremo condenó a Seineldín a reclusión por tiempo indeterminado (mínimo de veinte años) más destitución.
Los caminos de Menem y Seineldín se volvieron a cruzar en mayo de 2003. El 14, el expresidente desistió de competir en el ballotage contra Néstor Kirchner, que asumió el 25 de mayo. Horas antes, Eduardo Duhalde indultó a los condenados por el ataque a La Tablada y a los carapintada presos, con Seineldín a la cabeza. El coronel murió en 2009.