Cómo repercute y afecta a la salud la preocupación económica

Cómo repercute y afecta a la salud
la preocupación económica

En la actualidad, a muchísimas personas le cuesta pagar la comida, el alquiler, el transporte, los remedios y todo lo demás. En este escenario cotidiano, donde el dinero no rinde, hay algo más que se resiente y es la salud mental.

La preocupación por la escasez de dinero es uno de los temas que más inquieta. Y cuando la economía personal o familiar tambalea, la mente también tambalea y muchas veces, se cae.

La relación entre lo económico y lo emocional es mucho más fuerte de lo que suele pensarse.

Si las cuentas no cierran, se instala no solo una preocupación constante sino una sensación de amenaza que la persona siente fuera de su control ya que suele depender de factores externos -la inflación, los bajos ingresos, el dólar, el clima político, la inseguridad laboral-, lo cual genera un estrés prolongado, ansiedad, angustia, insomnio, frustración y enojo, que desgastan tanto al cuerpo como la mente.

El individuo intenta adaptarse a un entorno que resulta hostil por el cual debe hacer cuentas todo el tiempo evaluando cuánto gasta, qué se puede recortar o cómo mantenerse sin endeudarse más. Este esfuerzo mental constante agota por el alto costo emocional que implica.

El estrés económico consume una gran parte de la capacidad mental disponible ya que la atención, la memoria y la concentración se concentran en esta preocupación llegando, incluso, a lo que se llama “fatiga de decisión”.

No es casual que muchas personas empiecen a tomar malas decisiones financieras, se endeuden más o no logren organizar su economía. Y no porque no quieran o no sepan, sino por estar saturadas emocional y cognitivamente.

Puede agregarse una trampa invisible, que es aquel individuo que siente culpa por atribuir el estar en esa situación a fallas o carencias propias como si fuera un fracaso personal. Se compara con quienes “sí pudieron” y se siente avergonzado por no poder mantener el nivel de vida. Aunque en realidad -como se dijo- gran parte de su situación económica depende de factores ajenos.

Pensar, entonces, que “todo depende del esfuerzo individual” muchas veces lleva a una injusta autoexigencia que profundiza el malestar.

La presión económica también se involucra en la vida afectiva. En muchas parejas, el tema del dinero es causa de conflictos frecuentes, se discute por gastos, por prioridades, por decisiones que antes eran simples y que generan tensión y afecta la relación con los hijos.

También el estrés financiero lleva al aislamiento social dado que muchas personas dejan de salir, de participar en actividades, de ver a amigos por vergüenza o por no poder pagar lo que antes disfrutaban.

Ese aislamiento también daña la salud mental. De igual manera, se fragiliza la salud física.

Un estudio representativo (del Reino Unido y publicado en Brain, Behavior and Immunity, enero 2024) demostró que la preocupación económica induce cambios a largo plazo en cuatro indicadores de mayor riesgo de enfermar: el aumento del cortisol, de la proteína C reactiva (PCR), del fibrinógeno (actores proinflamatorios) y del factor de crecimiento de insulina-1 (IGF-1), relacionado con el envejecimiento y la longevidad.

Si bien cada persona puede hacer algo para aliviar su situación económica, siempre la salud mental es resultado del contexto social y político en que se vive.