La crisis de San Lorenzo parece eterna. O, al menos por el momento, es muy difícil saber cuándo será el final de este tormento que tiene paralizado al club de Boedo hace meses. Un presidente acusado de «administración infiel» por una escandalosa cámara oculta y resistido por sus hinchas. Una Comisión Directiva que, lejos de estar a la altura de la emergencia, hizo todo lo posible para profundizar la situación límite. Y una oposición que, más allá de despotricar en las redes sociales, de algún modo es parte también de la rosca interna del Antón Pirulero, en el que cada cual atiende su juego.
¿Cómo logra sobrevivir San Lorenzo en medio de tanta desprolijidad institucional? ¿Cuál es el daño económico que quedará en las arcas de a entidad azulgrana una vez que pase la tormenta? ¿Cómo opera el Ciclón interna y externamente ante tanto cambio de mando repentino que desorienta a propios y a extraños?
Para entender la actual situación, que lo encuentra a Marcelo Moretti nuevamente en el sillón presidencial tras una resolución judicial que anuló la acefalía pero sin el respaldo de los socios que en su mayoría lo votaron en diciembre de 2023, hay que remontarse a la publicación de Canal 9 con el video de la discordia en la que el presidente acepta 25 mil dólares a cambio de un presunto fichaje de un juvenil a las Inferiores.
El desmadre administrativo comenzó cuando Moretti se vio forzado a pedir licencia por tiempo indefinido luego de la divulgación del video y de las denuncias judiciales (que aún rigen). Eso sucedió el 23 de abril. Desde ese momento, arrancó un desfasaje que puso en jaque a toda la entidad.
Si bien el Estatuto prevé que siempre haya una autoridad a cargo, cuando el presidente se toma licencia, el entonces vice, Néstor Navarro, decidió renunciar. Allí se abrió una puja de poder que duró unas dos semanas. En ese ínterin, San Lorenzo quedó congelado, inoperativo. No se podía pagar a los proveedores ni a los empleados ni al plantel.
La crisis fue tal que no había ni para comprarle comida a los chicos de la pensión del club y algunos directivos aportaron dinero para esto. Lo mismo ocurrió con los viajes de las delegaciones de las diferentes disciplinas como básquetbol, vóleibol, entre otras. Los dirigentes de las subcomisiones lo cubrieron de su bolsillo en algunos casos.
Después de mucha rosca y una reunión clave en la AFA con Claudio Tapia, se designó a Julio Lopardo para que estuviera a cargo. Lopardo asumió con la condición de firmar solo los cheques que podían ser cubiertos; no quiso firmar cheques a largo plazo, algo que hizo cortar varias cadenas de pagos.
La costumbre era pagar con descubierto o emitir cheques a 30, 60 o 90 días. «Tengo tanto, pago tanto, ni un peso más», fue su premisa. Por eso decidió no levantar las inhibiciones en el mercado pasado y usar el dinero que ingresa por cuotas sociales y sponsoreo para los gastos corrientes. Al mismo tiempo, claro, iban entrando cheques que eran cancelados.
Claro que los ingresos en pesos por cuotas sociales no alcanza para cubrir todo. De hecho, el plantel profesional llegó a hacer un día de huelga por una deuda cuatro días antes de los cuartos de final del Torneo Apertura.
En el medio, Moretti decidió levantar su licencia en agosto enviando un mail con la comunicación formal. Eso generó confusión porque los bancos y los proveedores no sabían a qué firma responder, a la de Lopardo o a la de Moretti.
El 16 de septiembre se produjo la acefalía (que luego quedaría nula). La mesa directiva de la Asamblea tomó el mando, con Ulises Morales a la cabeza. Morales optó por tomar el mismo mecanismo que Lopardo. Buscó dinero fresco y cerró a una casa de electrodomésticos como sponsor para el pantalón del primer equipo a cambio de $326.700.000, más $12.000.000 en productos.
Pero la resolución de la Cámara Civil dejó sin efecto la reunión de CD de la acefalía y todo dio marcha atrás, otorgándole nuevamente a Moretti el cargo de presidente. Hoy, la dirigencia se encuentra otra vez paralizada. La secretaría quedó vacante (renunciaron el secretario y el prosecretario) y también se fue el tesorero (quedó la protesorera Carina Farías).
Moretti puede firmar pagos, pero sin la firma de un secretario no puede cerrar nuevos contratos, no solamente de jugadores, sino de sponsors, detalle nada menor teniendo en cuenta la urgencia económica de un club que debe levantar un pedido de quiebra de 7.500 millones de pesos en menos de una semana.










