cuando ser millonario, exitoso y uno de los mejores tenistas del mundo no alcanza para ser feliz

cuando ser millonario, exitoso y uno de los mejores tenistas del mundo no alcanza para ser feliz

“Me cuesta encontrar la alegría afuera de la cancha y me siento muy pero muy solo. Jamás había experimentado algo así. Tengo problemas a nivel mental y lo siento desde el Australian Open. Estoy intentando encontrar maneras de salir de este estado, pero vuelvo a caer. No es agradable. Mi problema no es el tenis ahora mismo sino encontrar algo dentro mío. Me voy a dormir sin motivación para levantarme al día siguiente”. Apenas minutos antes se había consumado la eliminación sorpresiva de Alexander Zverev en la primera ronda de Wimbledon y sus palabras retumbaron en All England.

Del alemán se pueden decir muchas cosas pero jamás que le va mal en lo suyo. Al contrario. Está tercero en el ranking mundial y muchas veces estuvo a un puñado de partidos del número 1 del mundo, sus ganancias oficiales alcanzan casi 54 millones de dólares y obtuvo 24 títulos. Pero en el torneo más importante del mundo se mostró desnudo y habló sin tapujos poniendo, como tantos otros deportistas, el tema de la salud mental sobre la mesa.

Desde el lado de los números, a Zverev se lo puede considerar un tenista exitoso. Apenas un poco de tiempo le bastó para que Adidas se lo quitara a Nike ya que apareció en el circuito con la marca estadounidense y a principios de 2016, cuando ni siquiera había ganado su primer torneo, la alemana se lo quedó y lo puso entre sus principales estrellas. Sus cualidades pronto lo hicieron sobresalir entre otras figuras de su generación como Daniil Medvedev, Casper Ruud, Stefanos Tsitsipas, Nick Kyrgios, Kyle Edmund y Borna Coric, por ejemplo: su altura (1,98 metro), sus ojos celestes y su pelo rubio también lo ubicaron como un modelo preferido de las grandes compañías.

Pero a Zverev todo eso no le alcanza.

Varios colegas dijeron que podían empatizar con él. Otros ofrecieron sus consejos. Amanda Anisimova, semifinalista de Roland Garros en 2019 con apenas 17 años, que incluso se alejó del circuito hace dos años por “agotamiento mental”, dijo: “Definitivamente es complicado. Cada uno de nosotros pasa por algo en algún momento de nuestras vidas. Tenemos nuestros momentos de negatividad. Honestamente se necesita un poco de autorreflexión, averiguar qué está saliendo mal o cómo puedo crearme un estilo de vida que disfrute. Siento que hay muchas salidas. Para mí fue encontrar personas en las que pudiera confiar. Personas con las que pudiera hablar”.

Algunos también sugirieron terapia. Aryna Sabalenka, la número 1 del mundo, recordó que hace cinco años trabaja con un psicólogo porque “es realmente importante hablar abiertamente sobre lo que sea que estés enfrentando… Es realmente importante ser abierto y hablar sobre lo que estás experimentando porque si lo mantenés adentro sólo te va a destruir. Creo que eso es algo que le está pasando a él”.

“Nuestra identidad se envuelve mucho en ser un jugador de tenis. Eso es genial, pero cuando tenés semanas, meses, años difíciles en el tour, eso realmente puede afectar cómo te ves como persona”, explicó Madison Keys, la estadounidense campeona de Australia, quien sumó: “Es muy importante poder sumergirse en eso y descubrir cómo separar las dos personas y saber que no sos sólo un jugador de tenis y que sos una persona completa que tiene otros atributos realmente geniales y otros intereses y cosas diferentes en la vida”.

Por último, el ruso Andrey Rublev destacó: “El tenis debe ser sólo el punto de activación. Es necesario enfrentar lo que sucede dentro nuestro”.

Del otro lado se paró nada menos que Mischa Zverev, su hermano mayor y entrenador. Y no lo dejó bien parado. “Claro que la vida es dura, pero hay millones de personas que la viven y creo que es mucho más difícil para los niños de África que para un tenista en Wimbledon”, aseguró.

Zverev activó más alarmas. No sólo en el tenis. El es un claro ejemplo de que el cerebro domina siempre y lo hace hasta con el cuerpo más exitoso y… millonario. Con la salud no se juega. Y con la salud mental, menos.